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jueves, 18 abril, 2024
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Elecciones sin esperanza: en el pantano de cifras negras de la sangre roja

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Por: La Jornada Zacatecas •

La sangre escurre en México y no hay esperanza frente a ello. ¿Y quienes están involucrados en las escenas homicidas? Tanto asesinos como victimarios pocos meses antes de los funestos eventos eran personas ordinarias, con preocupaciones cotidianas por pagar la renta, la escuela de los niños o el sueldo para el mandado. Solemos pensar que un homicida puede ser un ser maligno y calculador. Nada de eso. ¿Por qué un chico que fue con nosotros a la escuela, jugábamos con él en las fiestas de cumpleaños y llevaba una vida normal u ordinaria, de pronto lo vemos portando un arma y disparando contra personas conocidas a cambio de unos pocos pesos? Las personas somos moldeables: las derivas biográficas pueden conducirnos a los círculos más oscuros del infierno, cuando empujados por las circunstancias no contamos con formas de resistencia a dichas circunstancias. A los fenómenos de conversión de personas ordinarias en agentes de la muerte y el dolor, los psicólogos le llaman ‘efecto lucifer’.

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Las bandas armadas asesinan policías, entran a hogares y ultiman a competidores, reciben una orden y disparan contra candidatos. El miedo, la incertidumbre y la desesperanza posee a la población. Es una situación que implica a toda la sociedad, y el único agente que tiene la posibilidad de atacar un problema de esta magnitud es el Estado. Las organizaciones de la sociedad civil pueden colaborar, pero tienen alcances muy limitados a cierta comunidad, o cierta organización de personas, no más allá. El Único que tiene alcance sistémico en toda la sociedad es el Estado. Los colectivos que sienten desencanto de su acción y quieren generar cambios sociales sin pasar por el este, logran metas y hacen un trabajo muy importante, pero siempre acotado a pequeños espacios. El único agente que tiene alcance social es el Estado y eso es una fatalidad. Por esa razón, la política importa.

El mecanismo para llegar a conducir a los gobiernos y las legislaturas son las elecciones. Por eso es tan importante observar estos eventos. Pero lo que vemos nos deja sin aliento: equipos sin diagnósticos, candidatos que atacan a otros con adjetivos genéricos, pero sin rumbo propio; bufones que bailan o cantan o saltan para divertir al público (los electores), o grupos que dejan ver la intención de usar un gobierno para planes electorales futuros. Pero no se ve quién pueda ofrecer una solución al problema que aquí nos incumbe: la extrema violencia que padecemos. Los gobiernos de los últimos lustros, contando con el actual, nadan de muertito en el tema de seguridad. No se meten a fondo con estrategias producidas por estudios serios. Estamos en el mundo de la inercia que nos condena a la continuidad de la violencia. Cada quien se cuida a sí mismo y tiene suerte si sale librado. No hay esperanza: damos vuelta en círculos en el fango lleno de sangre homicida mientras los candidatos entran al vértigo de volver a prometer seguridad y paz social; pero sus promesas se ahogan en las cifras negras de la sangre roja.

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