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jueves, 18 abril, 2024
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Evaluar el aprendizaje de los alumnos; sesgos e inconsistencias (1/2)

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Por: RAMIRO ESPINO DE LARA •

Leer y escribir no para que todos sean
artistas, sino para que nadie sea esclavo.
Gianni Rodari,
Escritor, pedagogo y periodista italiano

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El término evaluación tiene muchas connotaciones, se dimensiona de acuerdo al contexto donde se aplique. Se concibe, conceptúa y conceptualiza como un proceso dinámico, continuo y sistemático; en educación debe enfocarse hacia los cambios de las conductas y rendimientos mediante los cuales se certifican los logros adquiridos en función de los objetivos propuestos. Dentro de lo que es la práctica docente, la evaluación adquiere sentido cuando se comprueba la eficacia y posibilita la profesionalización del docente.

La evaluación en el ámbito educativo reviste especial importancia y significado en la medida en que, dentro del proceso didáctico-pedagógico, no se evalúe solo por evaluar; debe dar pie a la mejora de los programas, la organización de las actividades y, la construcción de proyectos educativos que sean promisorios. Un problema central en las instituciones educativas, es que la enseñanza se encuentra al servicio de la educación, por lo tanto, deja de ser objetivo de los programas de estudio, se trabaja el contenido por el contenido mismo, centrándose solo en la simple transmisión de conocimientos. Ante esto, podríamos concebir dos procesos evaluativos: el formativo –evaluación de aprendizajes- y el educativo –evaluación de actitudes-.

Cuando se habla de evaluación, por lo general nos referimos a la manera de emitir un juicio sobre algo o alguien, dado que el término tiene muchos significados y se hace demasiado complejo; por tal motivo, es importante entender lo que es el aprendizaje y la manera de cómo se debe evaluar el mismo, ello para que se esclarezca sobre a quien se evalúa, si al aprendizaje o al alumno, y/o la manera de cómo se evalúa el aprendizaje y cómo al alumno. Por usos y costumbres, el maestro diseña su planeación pensando principalmente en el contenido y no en el alumno, le diseña objetivos a los contenidos de asignatura y olvida plantear los objetivos de aprendizaje. Algunos docentes diseñan una planeación de contenidos curriculares de forma tal que en dicho diseño se refleja una carga didáctico-pedagógica muy pobre, solo cumple con un trámite meramente burocrático para que la institución educativa lo tenga como un docente eficiente –existe el caso de docentes que poco planean sus actividades y obtienen mejores resultados que aquellos que se esmeran en hacer sus planeaciones-.

Por lo general, cuando el docente incursiona en un proceso al que se le puede llamar de enseñanza-aprendizaje, y cuando el propio docente tiene la seguridad de que llevó un buen proceso didáctico-pedagógico, termina desmereciendo el proceso mismo, calificando al alumno con la aplicación de exámenes estandarizados, confusos, aburridos y decepcionantes. La consecuencia de todo esto es que no refleja el alumno aprendizajes que les puedan ser significativos y que sean considerados para construir conocimiento, los exámenes solo sirven para adiestrar la memoria, donde aquellos alumnos que tengan alta capacidad de retención, saquen una buena calificación, más sin embargo al corto tiempo ya olvidaron esos saberes, mismos que ni siquiera llegaron a ser aprendizajes.

Es así como de esta manera se cometen muchas injusticias con los alumnos puesto que les hacen saber que lleva los conocimientos, habilidades, actitudes y aptitudes suficientes para enfrentarse a una sociedad, misma que es por lo general, muy criticona y poco propositiva. Una alternativa para evitar estas injusticias y que podría ser viable, es que, cuando el maestro planee, no lo haga considerando solo el contenido curricular en general y disciplinar en particular, sino que contextualice el contenido y piense con los alumnos y no por ellos, esto le facilitará, en un primer momento, el conocer cuál es el potencial cognitivo con el cual cuentan los estudiantes, realizando así una planeación pensada sí, en el contenido, pero centrada en los alumnos.

Entonces, el docente diseñará una evaluación al aprendizaje que cree el alumno adquirió en un proceso didáctico-pedagógico determinado y dejará de lado centrarse en el contenido, ya que este solo fue el motivo que congregó a un grupo de alumnos en torno a un docente mediador. Tiene pues, el docente la oportunidad de diseñar un instrumento de evaluación y no un examen, a este instrumento le puede llamar “Evaluación del aprendizaje con orientación formativa”, con ello, el alumno le dice al maestro lo que aprendió y lo que significó este aprendizaje; en cambio, cuando el maestro diseña exámenes, estos no sirven para evaluar sino para calificar y el resultado de esa calificación solo refleja lo que el alumno sabe, pero no lo que aprendió –el saber es diferente al aprendizaje-.

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