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jueves, 25 abril, 2024
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Las reivindicaciones de las mujeres deben ser prioridad de la 4ª T

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

No cabe duda de que la lucha contra la opresión femenina recibió un gran impulso en los movimientos juveniles de 1968 en todo el mundo, pero fue hasta fines de la década de los años 70, cuando muchos universitarios de mi generación entramos en contacto más reflexivo sobre los derechos de las mujeres y la necesidad de organizar la lucha por su liberación. Durante el proceso de preparación del 19 Congreso del Partido Comunista Méxicano la dirección nacional emitió un material denominado 35 tesis para la política, entre las cuales encontramos un texto (Tesis 20) que contiene un crudo diagnostico sobre la problemática de las mujeres y orientaciones muy concretas para el trabajo político en ese ámbito. La revista Machete, dirigida por Roger Bartra, publicaba artículos muy sugerentes sobre la necesidad de legislar en materia de aborto, problemática de los homosexuales, y otros temas novedosos para las izquierdas de la época.

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La movilización izquierdista con esas banderas hizo posible la emergencia del Frente por la Liberación y los Derechos de la Mujer (FNLIDM) formado en 1979, cuya agenda giró en torno a los temas centrales del feminismo de esos años. Su principal eje de acción fue la lucha por la despenalización del aborto, pero también hizo pronunciamientos de repudio a la violencia doméstica, así como de reconocimiento del trabajo en el hogar y en favor de la libre expresión homosexual y lésbica. Aunque se mantuvo activo sólo durante un par de años, el frente es relevante porque reunió a grupos feministas, de liberación lésbica y gay con las secciones femeniles de los sindicatos de la UNAM y de la UAM, de algunos sindicatos independientes del control corporativo-Estado, entre los que figuraba la Tendencia Democrática del Sindicato Mexicano de Electricistas, y porque tuvo el respaldo formal de los partidos Comunista Mexicano y Revolucionario de los Trabajadores.

El nuevo FNLIDM apostaba a transformar no sólo las leyes y las instituciones, sino cambiar la conciencia y la cultura y así poner fin a la opresión de las mujeres y al patriarcado. Se trataba de acabar con los prejuicios que limitaban su cuerpo y su expresión sexual, obtener las condiciones para que las propias mujeres pudieran decidir la continuación o interrupción de sus embarazos y definir su expresión erótica y afectiva dentro y fuera del matrimonio, en relaciones estables o efímeras.

Sin embargo, fue en 1982, durante la campaña de Arnoldo Martínez Verdugo por la Presidencia de la República, donde se produjo una creciente participación de las mujeres en la política electoral, aunque también se manifestaba en las luchas sindicales y campesinas, en el movimiento de los colonos y pobladores, en las acciones de los pueblos por llevar a la dirección municipal a sus propios representantes, así como en las comunidades indígenas. También se intensificó la difusión de la demanda de introducir acciones afirmativas para la inclusión de las mujeres en las instituciones gubernamentales. Hoy la paridad ya es una obligación plasmada en la Carta Magna.

Arnoldo afirmaba que “La desigualdad de la mujer expresa la opresión agudizada de un sistema que se sustenta en la explotación de unos cuantos propietarios de los medios de producción sobre la mayoría, que son los productores de la riqueza. Ésta es la causa de toda desigualdad, y sólo atacándola de raíz, sólo eliminando este sistema económico, social y político podrá la mujer mexicana lograr su plena emancipación. La aspiración de la mujer a la igualdad, su identificación como sujeto víctima de una misma opresión y su potencial para organizarse autónomamente en defensa de sus intereses particulares, constituyen los principales elementos que hacen del movimiento de liberación de la mujer un componente fundamental de este proceso de transformación revolucionaria de la sociedad”.

“Hoy el movimiento de las mujeres en nuestro país, que tiene profundas raíces históricas, se ve enriquecido por el surgimiento de un nuevo movimiento feminista que, dentro de su heterogeneidad, ha hecho ya importantes aportes a la causa de la emancipación de la mujer, ha introducido nuevas reivindicaciones, impugna al sistema imperante y plantea la necesidad de subvertir las relaciones sociales existentes, introduciendo la visión de una nueva sociedad en donde la igualdad entre los generos se desarrolle plenamente”.

“La lucha por la emancipación de la mujer debe permear todas las esferas de la vida económica, social, cultural y política, porque es en ellas donde se expresan la opresión, la desigualdad y la marginación, no sólo en sus manifestaciones estructurales, sino también en su expresión ideológica, porque la opresión específica de la mujer se sustenta en una ideología que presupone y proclama su inferioridad, su utilización como objeto, y busca por todos los medios sujetarla al estrecho ámbito de un papel preestablecido. En esta ideología se sustenta la opresión sexual, que da lugar a numerosas expresiones de hostigamiento y agresión de las que se hace víctima a la mujer”.

Ojalá y Morena, así como las organizaciones progresistas se apresten a incorporar a su programa la experiencia, los aportes, las nuevas reivindicaciones del movimiento feminista, y emprender un esfuerzo particular de impulso y apoyo a la organización autónoma de las mujeres. La lucha por la defensa de los intereses propios de las mujeres contra la opresión y la discriminación especificas que sufren debe ser la base fundamental de sus acciones y de sus programas, y corresponde al gobierno que conduce la 4ª T incorporar a sus políticas y proyectos prioritarios esas reivindicaciones.

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