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jueves, 18 abril, 2024
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La Utopía en el Hogar (32): ¿Y la Humildad, apá?

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Después de treinta y dos semanas de aislamiento, es decir, ya más de doscientos veinte días que bien fácilmente pudieran haberse utilizado para llevar a cabo algunos ejercicios de introspección y de cultivar formas de autorrespeto o de amor al prójimo y a la Naturaleza, para empezar, parece que ha habido, además de la pandemia provocada por el bicho maldito, una especie de desfile de tendencias que se han vuelto epidemias en el entorno nacional e internacional. Como si fuera concurso, se compite por ser el ser más sobresaliente, el más Avant Gard, el nuevo rico, las tendencias, la nueva mujer, la belleza andando, el sex appeal, la flor más bella del ejido, la última vaca sagrada, la polaca.

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Y queriéndolo o no, los ciudadanos que viven la paradoja de ser la principal fuerza del país y que son sistemáticamente ignorados, para variar, parece que se vive para el consumo sin freno a un ritmo que jamás se podrá tener idea sobre los límites del disfrute individual y solo se sigue el ritmo del progreso y se justifica la presencia apropiada dentro de él. En fin, en este afán, se empieza a extraviar la opinión y participación de quienes tratan de sobrevivir con dignidad sin hacerla tanto de emoción. Ahora, es necesario innovar en la búsqueda de pautas de convivencia en la nueva normalidad, hay todo por hacer y sería saludable concentrar la energía en el diseño de un país más sano en asuntos que conciernen en la adopción de hábitos adaptativos.

Pero, en fin, se sigue anteponiendo lo individual a lo colectivo. No se ha podido entender que de la broncota existencial que se está atravesando, solo podrá superarse si hay un compromiso total de los que cohabitamos en la aldea global. Es raro que la mayoría de la gente participe en una movilización orientada a desarrollar formas de convivencia digna en un esquema de vida donde todos salgan ganando. Pero para tal efecto hay que desarrollar un valor bien importante, que es la humildad. Es difícil suponer que la gente, al menos en su gran mayoría, desarrolle, así como si nada este valor que está altamente asociado a otros que tienen que ver con formas de valorar la existencia. Pero sería bueno apostarle a cambiar este balance.

Lo común hoy día es la dependencia del internet, si bien es cierto que es una forma de interacción infinita, es también un incesante bombardeo de publicidad, noticias tendenciosas, promoción de valores sin trascendencia y lo peor, las campañas políticas de todo tipo en todas partes. a vanidad, la mentira, la codicia, el cinismo, los chismes, el culto a falsas figuras las campañas de odio y otras balandronadas que llenan todas las planas de los medios de comunicación y lo que se genera en las “discusiones” de los temas que generan intercambios de puntos de vista, la mayoría con una precaria educación y muy sobrados en lo que se refiere a su nada humilde opinión.

Ahora que en todo el país y en la república del norte hay preelecciones y elecciones respectivamente y cuesta mucho trabajo creer que las personas que contienden son esas maravillas de seres humanos que se venden al electorado como la última reencarnación de Júpiter y su descenso a la tierra de los mortales. En el país hay una efervescencia donde siguen prevaleciendo los viejos vicios, en la demencial lucha por los puestos políticos resurgen las costumbres que han envilecido a la democracia en México. La ausencia de ideales sigue siendo el fiel de la balanza y desde esta situación no puede haber un futuro político promisorio.

En la escala de la venta de banalidades sociales se enfatiza en que tanto se encuera cierta señorita o alguna ya no tanto, las vaciladas de los deportistas, los reality chous, las aventuras de los pirrurris, los artistas tan limitados del mundo comercial, los programas de la tele y ya para què seguir. Los valores que ahí se cultivan explican perfectamente el por qué se tiene este país como resultado.

La educación y la cultura en serio ni siquiera son tema de conversación cuando la ausencia de humildad es tan aplastante.

Espero que el treinta y tres traiga noticias halagadoras. Mientras, hay que seguir cuidándose para poder cuidar a los demás. Ya sabe cómo. ■

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