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viernes, 29 marzo, 2024
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Umberto Pasti: Perdido en el paraíso

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

No soy muy afecto a las flores. Menos a los jardines. Me gustan y ya y los veo como quien ve a los chocolates pero no por ello sabe cuáles son los de menta o los de cereza. En casa, por ejemplo, mi hermana es quien procura tener los floreros al tanto de los colores de las flores que siempre disparan las alegrías del día. Y afuera de la casa también hay jardines que nos hacen mucho más llevadero nuestro pasaje por esta brevísima vida.

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Porque supongo que para eso son las flores y los jardines. De lo contrario podríamos prescindir de ellos. Pero no de su belleza. Pero no de su armonía. Y una flor la contiene. Y en un jardín se equilibran las dos: belleza y armonía. Y la novela de la que les quiero hablar ahora trata de eso, de belleza y de armonía. Del sueño de un hombre. De flores y de un jardín. Y de especies en peligro de extinción. Y en ese jardín está todo. Se lee muy sencillo. Ahora veremos que no es así.

Por eso es que me gustó la prosa de “Perdido en el paraíso” (Acantilado 2020) del narrador italiano Umberto Pasti. Para empezar con algunas de las cualidades narrativas de Pasti en esta novela es que la atmósfera es de tal dimensión que tan sólo iniciar la lectura y realmente no sabes si la narrativa es la que te está hablando de los distintos tipos de flores que salen al paso o si, por el contrario, son los distintos tipos de flores los que se están describiendo en un narrador en primera persona. ¿No les parece una locura? A mí sí. Pero de esas locuras narrativas que lees una o dos o tres veces, porque además es la primera vez que leo a Pasti y me gusta su estilo de narrar: es elegante, justo en la construcción de sus frases, preciso en la economía del lenguaje.

Mucho se habla de atmósferas cuando nos referimos a un autor. Hay que aclararlo: por ejemplo, para mí, desde mis conocimientos literarios, la atmósfera es lo que me rodea a la hora en que leo a ese autor. Me explico: la sensación que te envuelve mientras recorres su prosa. En algunos casos te contagia el miedo. En otros la alegría. En algunos el suspenso. Para mí esa es la atmósfera narrativa y es a lo que me refiero cuando la empleo. Y Pasti tiene una atmósfera ensoñadora. Me atrevería a decir que cercana a aquellos experimentos de algunos poetas románticos alemanes en sus poesías. Esos viajes entre el sueño y la vigía. Ese ligero desprendimiento del espíritu que los franceses llamaban sopor.

Además de que, hablando del sopor, de no saber si mientras lees a Pasti estás medio entre el sueño o medio entre despierto, la misma novela, “Perdido en el paraíso” tiene sus raíces en un sueño del propio autor, ya que nació como si se tratase de la historia de otra novela, pues en la cuarta de forros se nos advierte: “se durmió (Pasti) bajo una higuera: al despertar supo que se encontraba en el lugar donde establecer su soñado jardín”.

En “Perdido en el paraíso” hay microhistorias redondas que lo mismo Pasti puede posteriormente extraer, quizás retocar narrativamente un poco más, unos cuantos detalles, y ya tiene para un libro de cuentos perfecto porque son historias con un comienzo, un punto climático, un desenlace.

Y si alguien me viene a decir que eso es lo más común cuando se trabaja con una novela, lo de las microhistorias, les diré que Pasti tiene, además, una fuerza dramática demoledora, sabe cómo reventar el desenlace de la historia así sea con una sola frase porque en narrativa, y quizás es una lección que nos viene de los grandes del cuento estadounidense, basta una sola frase para tirar el castillo de naipes de la reina. Así que cuando lean “Perdido en el paraíso” pongan atención en las microhistorias de los flashback, por favor, mucha atención.

La primera noción de un extranjero en tierra ajena, Rohuna, un pueblecito remoto en la costa atlántica del norte de Marruecos, le permite al narrador, que es el propio Pasti, ya se dijo, pues se trata de una novela autobiográfica, apropiarse de la tierra para conseguir así lo que le ocurrió al despertar bajo la higuera, aquella sensación de que a los cuarenta años podrías haber ido por todo, por riqueza, poder, qué sé yo, pero Pasti, despierta y piensa en algo solamente: establecer un sitio paradisiaco de especies en peligro de extinción, ¿no les parece a ustedes una locura?, ¿recuerdan ustedes a ese señor Quijote?, las mejores novelas están hechas de locuras.

Y así arranca una empresa casi imposible, pero hermosa en uno de los lugares más hostiles, entre gente que ven a Pasti como bicho raro porque no hay que olvidar que no deja de ser un extranjero, en un sitio donde el agua es un milagro, la luz lo mismo, pero que guarda tanta semejanza con el bíblico Edén.

Y este es el comienzo de la aventura al que se suman más hombres. Y es que lees “Perdido en el paraíso” y aparece la tierra, quiero decir que la ves a través de las páginas, ahí está, es un fenómeno que sólo se puede conseguir a través de los que saben los grandes secretos del arte de narrar y Pasti lo sabe bien, y luego, conforme la novela avanza, llegan las distintas flores y nuevamente las tienes entre tus manos (se los juro) el conocimiento en botánica de Pasti es avanzado, las tocas, y esto es un acto de magia que únicamente la literatura nos permite, por eso hay narradores que son magos, y Umberto Pasti me parece que es uno de ellos.

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