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miércoles, 24 abril, 2024
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La economía después del coronavirus

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Por: René Fernando Lara Cervantes •

En los medios de comunicación circula diariamente una gran cantidad de información sobre los impactos devastadores del coronavirus (COVID – 19) en las vidas de millones de personas alrededor del mundo. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la pandemia desatada por este patógeno ha generado la mayor crisis vista por la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial lo cual denota las dimensiones del problema. Si bien el seguimiento del COVID – 19 gira en torno a las estadísticas de contagios y defunciones, así como la carga de trabajo de la que son objeto los servicios de salud y el deterioro de la economía; con frecuencia se omiten las causas generales que dieron origen a esta epidemia lo cual es fundamental para prevenir y aumentar la resiliencia ante futuras pandemias.

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La aparición del coronavirus no es producto de la casualidad, sino de la zoonosis, que se trata de enfermedades transmitidas de animales a humanos como pueden serlo el ébola, la tuberculosos, la gripe aviar, el virus zika, entre otros. Se calcula de las zoonosis dejan cerca 700 mil muertos anualmente, donde los roedores, los primates y los murciélagos son los principales huéspedes de los virus que se transmiten al hombre. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el 60 por ciento de las enfermedades infecciosas tienen origen animal, en este aspecto, es importante mencionar que la transmisión de estas enfermedades tiene una relación estrecha con la salud de los ecosistemas, lo que vuelve a las zoonosis oportunistas ya que estas prosperan cuando se dan cambios en los patógenos, en los huéspedes animales o humanos y sobre todo en el medio ambiente, el cual ha sufrido transformaciones drásticas derivadas de las actividades humanas que han modificado desde el uso de sueño hasta el cambio climático. La destrucción de ecosistemas por actividades como la deforestación, agricultura, urbanización o minería, entre otras, ha aumentado el contacto humano entre especies, al destruirse zonas de amortiguamiento naturales lo que ha facilitado la transmisión de enfermedades. Además, la situación se exacerba por la crisis climática ocasionada por las desmedidas emisiones de gases de efecto invernadero, los cambios de temperatura, la humedad y la estacionalidad que están vinculadas directamente con la supervivencia de microbios en el medio ambiente que pueden desatar epidemias.

En el caso particular de la pandemia por COVID – 19, se esperan profundas afectaciones sociales y económicas negativas, ya que de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se espera que en América Latina las repercusiones en las actividades productivas y comerciales culminen en un 10 por ciento de desempleo, además, la pobreza en la región podría pasar de 185 millones de personas a 220 millones, mientras la pobreza extrema aumentaría de 67.4 millones a 90 millones, esto es grave sobre todo al considerar que la población de menores recursos es más vulnerable a enfermedades zoonóticas. En general, en la región se están emprendiendo medidas sanitarias y económicas en favor de los más vulnerables; no obstante, la crisis demanda soluciones holísticas bajo el paradigma de que la integridad de los ecosistemas es fundamental para la salud y el desarrollo humano. De acuerdo con la ONU, en el contexto de la crisis es necesario considerar que los paquetes de estímulos para apoyar la creación de empleos, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, deben estar vinculados a un modelo económico sostenible donde sus ejes transversales sean el bienestar de las personas y el medio ambiente, y que serán decisivo en materia de inversiones hacia nuevos procesos productivos. En este aspecto, las decisiones que se tomen hoy, determinarán si se impulsa o no mundo más sostenible, todo dependerá de la voluntad política para incorporar un manejo prudente de la naturaleza en nueva economía.

En México el reto es enorme, pues en 2018 se contabilizaban 4 millones 774 mil negocios, de los cuales el 95 por ciento se clasifica como microempresas las cuales emplean al 38 por ciento de las personas ocupadas en el país. Según información de Animal Político, estas empresas concentran una proporción importante de la economía nacional, ya que entre las micro y pequeñas empresas que tienen de cero a 50 trabajadores, representan el 99 por ciento del total de los negocios del país y dan trabajo a 53 por ciento de los trabajadores. Los datos dan una idea de la dificultad de mantener estos negocios a flote en el marco de la pandemia sin recurrir exclusivamente a paliativos, sino incorporando los criterios de bienestar de las personas y el medio ambiente de forma que estas empresas puedan reconvertir sus actividades productivas haciéndolas más amigables con el medio ambiente.

También hay que tomar en cuenta la falta de voluntad política para echar a andar este tipo de cambios, con un jefe de estado cuyos proyectos van en contra de todo lo que se necesita para echar a andar la economía bajo la pandemia y cuyo lema “primero los pobres”, a la luz de los hechos, son únicamente palabras al viento. ■

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