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viernes, 29 marzo, 2024
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Aguas con los aguadores

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Durante la semana que acaba de concluir hubo un colapso emocional de la ciudadanía capitalina, probablemente también en la zona conurbada y los municipios que están bajo la tutela administrativa de la Junta Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado de Zacatecas (JIAPAZ), ante el desaforado y un tanto inesperado aumento en el costo del suministro de agua potable. En el más benigno de los casos los aumentos oscilaron entre el 66 y el 75 por ciento en las tarifas a cubrir por cada uno de los medidores instalados en el área de suministro. En el peor, el aumento fue de hasta el mil por ciento o más. La verdad es que a todo mundo agarró mal parado este cobro, muchos lo tomaron con la resignación fatalista de un modo de vida en tiempos del priato, pero muchos jefes de familia pusieron el grito en el cielo ante este aparente abuso de autoridad que ni siquiera tuvo el bálsamo de una campaña informativa y sensibilizadora, sino que, tal cual, fue peor que las boletas dobladas que arrojaron al olvido a la anterior administración neoliberal. Ni siquiera un poco de saliva para para lubricar el doloroso y abusivo efecto a los bolsillos de los consumidores. Peor aún, cuando nadie se había repuesto de las amarguras de la cuesta de enero. Este mazazo, para resumir, fue similar al del gasolinazo de hace dos años.

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Haciendo a un lado el drama del aumento desmedido cuanto inesperado, este escritero considera que el costo del agua es no solo necesario, sino justo, pero la junta se fue con todo. Le faltó una estrategia preventiva y nunca dejó satisfecho a nadie con los criterios que emplearon para justificar el aumento. No se sabe a ciencia cierta si se utilizó un criterio sesudo y equilibrado o fue otro de tantos alardes de poder a los que está acostumbrado el viejo régimen. Tampoco se exhibieron los fundamentos legales que respalden y avalen esta decisión. Y estos puntos, mientras no se aclaren, pueden dar pauta a una protesta social generalizada. Es lamentable seguir observando la falta de sensibilidad de quienes administran los bienes del estado, porque son de los gobernados, no de los gobernantes. Hace falta un entrenamiento en el manejo de episodios socioemocionales al interior de las dependencias y su efecto en la sociedad.

Por otra parte, hubo un aspecto importante que ni siquiera fue considerado por los administradores del agua, desarrollar un programa contingencial para los consumidores, consistente en la tasación de los costos partiendo del consumo, en otras palabras, crear un programa de estímulos positivos y negativos que incidan en los costos derivados de la correcta o incorrecta administración del preciado líquido, en palabras llanas, que aquellos que consuman menos paguen mucho menos o de plano, que no paguen nada. Y, por el contrario, que aquellos que consuman indiscriminadamente o desperdicien el agua paguen en una escala proporcionalmente incrementada de acuerdo a su consumo.

Pero, como dice el dicho. “palo dado ni Dios lo quita”. Por desgracia, siempre queda la comezón de que hay mejores formas de administrar los recursos vitales de la nación. A veces, cuando desde el altermundismo se observa la amenaza de la privatización abusiva del agua y otros recursos, no dejan de añorarse modelos de vida que sean gratificantes y justos para todos los habitantes no solo de estos lares teñidos por la tierra colorada y muy a menudo asfixiados por este cielo cruel y el resto del planeta.

Si a esto se añade la sensación de una falta de justicia colectiva, entonces, que no extrañe a los actuales administradores de los destinos del estado, que en las próximas elecciones el pueblo les dé la espalda.

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