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jueves, 28 marzo, 2024
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Vigilancia permanente: Edward Snowden

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Una advertencia al comienzo del libro. Snowden parece lanzarla al ruedo lo mismo que una bola de fuego. No lo piensa demasiado. Durante la lectura de “Vigilancia permanente” (Planeta 2019) comprobaremos que tiene el fuego en las palabras, que sabe de lo que habla: de alguna manera consiguió habitar las entrañas de un monstruo llamado sistema. Volvemos a la bola de fuego. Alguien intentó detenerla, pero Snowden fue hábil. En el momento en que enciendes tu smartphone eres un sujeto que si el gobierno así lo requiere te puede espiar. Aquí comienza la aventura. De entrada el lector desearía que toda la información que se nos presenta en este libro fuese ficticia, que “Vigilancia permanente” se tratase de un libro de esos que se encuentran al lado de “La vuelta al mundo en ochenta días”. Qué lamentable: no es así.

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El control sobre los ciudadanos. Es una parte de la columna vertebral de “Vigilancia permanente”. Repetimos junto con la Polla Records: No somos nada. Menos para ellos. Los que mueven los hilos desde las cúpulas poderosas. El gobierno sabe qué dedos mueves. Así sean los de los pies. No hay que preocuparnos, hoy más que nunca todo está bajo control. Un ignominioso control.

Acerca de las mentiras tan correctamente argumentadas (políticamente verificables) que cuando las tragamos pensamos que tragábamos un enorme pedazo de verdad. Y si a eso le suman el respaldo de periodistas mercenarios que se prestaron a esparcir esa mentira como si fuese verdad, las cosas y las cuentas no salen tan mal para el gobierno estadounidense.

Primer ejemplo: las armas de destrucción masiva en Irak y los bombardeos en manos de carniceros que como soldaditos de plomo obedecieron las órdenes del rey. Segundo ejemplo: las subcontrataciones del gobierno estadounidense para ahorrarse unos cuantos millones de dólares y librarse de cualquier responsabilidad laboral a la hora de los despidos. ¿La mejor parte? Los estadounidenses aún continúan pagando esa histórica deuda. En suma: para pisotear los derechos de los trabajadores y para mentirle a sus ciudadanos. Como que ya hemos aprendido que hay países que se construyen sobre mentiras. Sobre todo países poderosos. Todo es por la patria, también la sangre, los cadáveres y el espionaje a través de Internet. Y Edward Snowden lo sabe. Y lo sabe tan bien que da puntual cuenta de ello desde sus primeros trabajos para el gobierno, cuando todavía se sentía un ciudadano ejemplar que hacía algo en beneficio de su país.

“Vigilancia permanente” podría titularse memorias de un hacker, no obstante, a lo que se enfrenta Snowden no es a un sistema cerrado o a otra computadora, sino a un sistema abierto que se dedica a violentar las garantías individuales de los ciudadanos, así como la libertad de expresión de Internet.

Eso: ciudadano ejemplar. Hay varias preguntas que, sin que sean eje central del libro como temática argumentativa (de hecho ni siquiera se señalan), convendría hacernos a la par de nuestras democracias latinoamericanas, hoy más que nunca frágiles, rotas en algunos casos, en plena decadencia en otros. Los listillos que hasta hace algunos años sostenían que el modelo neoliberal era lo mejor que le podía haber ocurrido a Latinoamérica, hoy cambian de opinión, y en el más atroz de los casos sacan a sus perritos-gorilitas, golpean y violan mujeres, torturan, desaparecen, como si repentinamente una parte de Latinoamerica hubiese vuelto en el tiempo a las décadas de las dictaduras y de los más cruentos horrores. “Vigilancia permanente” sirve para eso: cuestionar un sistema que funciona a costa de vigilar a sus ciudadanos robándoles el derecho a la privacidad. Nada nuevo hay bajo el sol, dice el Eclesiastés; nada nuevo hay para Estados Unidos a partir del 11 de septiembre.

“Vigilancia permanente” es un libro que sirve para cuestionarnos nuestra realidad a partir de principios éticos y tecnológicos: una lectura indispensable para entender cómo se mueven los hilos de las políticas de estado, ahí donde se perpetran las más infames calumnias; es la historia de un hombre, Edward Snowden, narrada en una bien llevada primera persona, con un estilo narrativo ágil, se deja leer, cuando las cosas se complican, Edward se encarga de desmenuzarlas, no de tratar al lector como idiota, aclaro, sino de comprender que pocos, muy pocos, han estado, como él, en las entrañas mismas del sistema, en las entrañas mismas de esa bestia que parece nunca parar de rugir.

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