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viernes, 19 abril, 2024
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Cómo superar la anomalía del auto halago y hacer informes de gobierno útiles a la rendición de cuentas

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

El auto halago es la constante en todos los llamados ‘informes’. En los anteriores y en el actual. Todos dicen ‘vamos bien’ y lo repiten como estribillo. Como si la realidad quedara encantada por efecto de las hipnóticas palabras dichas desde el pódium presidencial. Creo que es necesario pensar en un cambio radical de formato. Para evitar el inútil y demagógico auto halago deberemos pensar que el informe a la nación no lo elabore el sujeto que realiza las acciones de gobierno, porque necesariamente genera visiones rosas y fuera de objetividad. Es muy difícil que alguien haga crítica a su acción de gobierno. Además, aun cuando el gobernante tuviera cierta voluntad de objetividad, el efecto de envoltura le genera una percepción equivocada de la realidad. Es como el efecto de los candidatos: siempre les parecerá que tienen muchos apoyos porque todo mundo le saluda bien y les palmean la espalda, cuando la realidad puede ser muy distinta. Por ello, las encuestas elaboradas por agentes ajenos a los candidatos ayudan a poner los pies en la tierra.

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Lo mismo pasa con la oposición, que descalifica todo lo que hace el gobernante y cae en el mismo vicio que estos, pero bajo signo contrario. Y con la actual oposición, impreparada y sin credibilidad, la crítica o evaluación que hacen no tiene tampoco viso de objetividad. La posición del gobernante como de la oposición, es poco confiable para informar al pueblo sobre el estado de cosas que guardan las políticas impulsadas desde el gobierno en turno. En el caso de México, deberemos pensar en órganos profesionales y autónomos tipo Coneval, reforzados por universidades, para elaborar el informe de gobierno. Con la experiencia en el diseño de la Ley de Desarrollo Social, donde se establecieron los indicadores, metodologías de medición y los protocolos de estudio de antemano o con anterioridad a la realización empírica de dichas mediciones; puede elegirse un formato básico que deberá cubrir el informe de gobierno para que no sea cuestionado por sesgos partidarios. Y se nos dé la información del avance de las metas planteadas en el Plan de Desarrollo. Que incluya la teoría de cambio que soporta la estrategia de los programas y, con ello, justifiquen la creencia en el éxito de dichos programas. Pero también exista la posibilidad de que el Congreso pueda modificar estrategias mal diseñadas que muestren su palpable fracaso. En la normalidad democrática no es malo que se modifiquen las decisiones, finalmente una política publica no es otra cosa que una hipótesis, y éstas pueden confirmarse o desecharse.

En suma, debemos crear el mecanismo para asegurar un informe con números confiables en el avance de las metas, en la evaluación de las estrategias y el análisis de los efectos de la acción del gobierno en la solución de los problemas nacionales. Nunca el informe será confiable si lo realiza el propio gobierno o sólo lo crítica la oposición. En cambio, si un órgano parecido al Coneval realiza el monitoreo de los programas y tiene parámetros de evaluación previamente establecidos y votados por el Congreso, entonces sí podemos tener un informe que sirva para la rendición de cuentas. Y superar ejercicios meramente retóricos, llenos de auto lisonja y vituperio. Y lo más importante: un instrumento que sea útil para hacer las modificaciones necesarias en los programas gubernamentales y, con ello, mejore la acción misma de dicho gobierno. Si la rendición de cuentas no sirve para mejorar la acción de la administración pública, entonces es estéril.

Es necesario que la ciudadanía ascendamos a un mejor sentido republicano y nos alejemos de los actuales formatos cortesanos que florean al gobernante o, peor aún, donde el gobernante hace toda una campaña retórica en los medios de comunicación para ‘convencer’ a los ciudadanos que es muy bueno gobernando. Eso no sólo es tonto e inútil, sino que mantiene a la ciudadanía en la minoría de edad y a la clase política en una posición de confort. Un mejor gobierno depende de formas de presión social que obliguen a los gobernantes a estar alertas trabajando en los problemas reales, y no detrás de la retórica barroca que saca flores y se las ofrece a sí mismo.

Escuché con atención en mensaje del Presidente. Y no vi nada nuevo a los anteriores informes. Ya no hago la observación a la falta de datos y la crítica a las afirmaciones fuera de toda realidad como “Ya es un hecho la separación del poder económico del poder político”, o la de “Ya existe un auténtico Estado de Derecho”. Prefiero, en este momento, mejor pensar en por qué ocurre este tipo de anomalías en este (y los anteriores informes). Y mi hipótesis es que esta anomalía se debe a que es el mismo sujeto el que gobierna y el que informa. Si lográramos separar esas funciones, y establecemos un sujeto distinto al que gobierna que elabore el informe, el resultado puede ser muy otro.

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