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viernes, 26 abril, 2024
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Frente al siglo XXI

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Ya he compartido en estas páginas que, de acuerdo a mi perspectiva, son tres grandes retos los que enfrentamos en nuestros tiempos: el de combatir la desigualdad económica, el de lograr una victoria histórica en torno a una cultura de los derechos humanos y el de combatir sin cuartel a la corrupción política y financiera, que agravan, cuando no causan, los otros dos fenómenos anteriores.

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A estos retos, acaso resultado de los mismos, se han agregado dos en los últimos tiempos: el de la crisis de las instituciones democráticas y de la ideología liberal, que durante los últimos dos siglos guío el destino del progreso. Es posible decir que estamos ante un momento que puede ocasionar una vuelta hacia atrás. Tiempos que se repiten, desgracias ya vistas, excesos ya reprobados, extremos ya lamentados.

La confusión causada por un cambio de época, en el que, el conflicto ha sido llamado para romper consensos que, si bien lentos, han permitido innegables progresos; estamos frente a una época de suma complejidad, en el que las mayorías parecen optar por el simplismo, lo que a menudo permite descansar sus emociones colectivas en el plazo inmediato, pero a la larga profundiza los problemas, incrementa la incertidumbre e interrumpe los avances.

No ha sido posible explicar con eficacia que los momentos a los que nos enfrentamos no pueden gozar de certidumbres, menos aún sí soltamos las que ya habíamos logrado. El ideario democrático liberal, como sistema de gobierno, si bien requiere una profunda revisión, reforma y actualización, que se incline hacia la justicia social, en búsqueda de profundizar el combate a la desigualdad, la corrupción y la violación a la cultura de los derechos humanos, era una certidumbre que más o menos habíamos alcanzado, luego del derrumbe del muro de Berlín y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en lo que Fukuyama llamó “el fin de la historia”. Y sin embargo, populistas que parecen entender, pero que realmente solo pueden apreciar la superficie, han aparecido prometiendo transformaciones que nos vuelquen al pasado, que si bien, ofrecía seguridad en las certezas que se perdieron con el cambio de época, en ningún sentido fue mejor, o lo fue en un espejismo imposible de replicar hoy: para empezar, somos más.

Por su parte, la renuncia a las ideas liberales, que durante siglos permitieron consensos, sí bien lentos, certeros y, como ya se ha dicho, de innegables progresos, sólo nos distraerá. Perderemos tiempo. Sin embargo, son los vientos de inicios del siglo.

Es oportuno citar George Friedman, en su texto Los próximos 100 años, pronósticos para el siglo XXI: Antiguas instituciones se han hecho añicos, pero las nuevas no emergen. El siglo XXI será un período en el que una amplia variedad de nuevas instituciones, sistemas morales y prácticas iniciará su aparición tentativa. La primera mitad de este siglo estará marcada globalmente por intensos conflictos sociales.

Nos queda pues, aprender lo mejor posible. Soportar el experimento y salvar lo más posible de las certidumbres que a todos nos permitirán continuar coexistiendo, hasta el surgimiento de un “nuevo fin de la historia”. Hasta entonces, toca hacer frente al siglo XXI tal y como es.

@CarlosETorres_

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