19.2 C
Zacatecas
jueves, 18 abril, 2024
spot_img

Pitol y el sueño de la realidad

Más Leídas

- Publicidad -

Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 334 / Literatura / In memoriam

- Publicidad -

 

Realidad, concepto que gusta de ser pronunciado en los pasillos de diferentes facultades. No hay área de estudios psicológicos o filosóficos donde esta palabra no sea manoseada, violada, mancillada, reinterpretada o recreada, bajo el supuesto de toda una serie de ideas o paradigmas que los diferentes grupos o corrientes académicas consideran como la realidad legítima. Al respecto, Sergio Pitol mencionaba: “Al hablar de lo real me refiero a un espacio amplísimo, diferente a lo que otros entienden por estos términos y confunden la realidad con un aspecto deficiente y parasitario de la existencia, alimentado por el conformismo, la mala prensa, los discursos políticos, los intereses creados, las telenovelas, la literatura light, la del corazón y la de la superación personal”.

Sin duda, nuestra contemporaneidad es un buen momento para traer a colación las palabras de Pitol, pues estamos llenos de esos discursos que simulan la realidad pero que en verdad no lo son. La gente de hoy ya no se sienta en las aceras de su casa a platicar con los vecinos sobre su vida cotidiana, sino que se comunica por medio de dispositivo electrónicos para hablar de películas, televisión, memes y periódicos. Discurren sobre esa irrealidad construida con cimientos fantasmales que juegan a ser lo real.

Así, nuestro recién finado escritor, a la edad de 24 años, cuando corrían los años 50, se dio cuenta pese al regocijo, al fervoroso diálogo y todas aquellas manías y obsesiones que tienen los jóvenes cuando de manera gregaria se juntan y dialogan como si fueran los amos del mundo, que vivía en esa extraña insustancialidad que otorga el mundo moderno, en ese entreteniendo opiáceo que nos hace dormir bajo los laureles y aleja nuestros pasos de la vida plena.

Pero un agudo sentimiento de extrañeza obligó a nuestro autor a huir de ese universo plástico, que más tarde, en los años 80, se concretizaría en un modus vivendi. Así que se condenó a sí mismo al retiro, por lo que durante un tiempo eligió una pequeña localidad, Tepoztlán, para practicar placeres mayores: el sueño y la lectura. En ese lugar, lejos del mundano vaivén y acelerado ritmo de la capital, se sumió en un casi estado zen, donde respiraba el mundo campirano, leía horas enteras, dormía y, sobre todo, escribía.

Sus primeros cuentos fueron una especie de exorcismo, donde pudo dejar de lado sus ansiedades, temores y las memorias vagas de su mente que aún no cortaban el cordón umbilical. No fue sino hasta que viajó al extranjero, cuando tal vez aturdido por la fiebre de una enfermedad, confundió a una anciana, custodia del hotel donde se hospedaba, con su abuela, cuando cortó del todo esos escritos iniciáticos y descubrió, gracias a la influencia de Gombrowicz, Gogol y Bustos Domecq, que la realidad debe ser el eje de la literatura.

Para saber cuál es esa realidad, basta sumergirse en su obra y encontrar la paradoja que ofrecen sus personajes ficticios al describir esa entelequia por donde fluctúan las almas humanas, donde las páginas de la obra de Pitol recrean con honestidad, sinceridad, pero no sin sarcasmo y burla, la realidad de la cual los seres mundanos poco a poco nos vamos desvistiendo. Murió en Xalapa, Veracruz, el 12 de abril. Descanse en Paz nuestro excelso autor, Sergio Pitol.

 

 

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -