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martes, 23 abril, 2024
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Un hombre, una mujer y un perro, una historia de anti amor, personal y de pareja

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Por: ALMA RÍOS •

■ La obra demuestra que la solitud se lleva consigo a donde se vaya

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“Un hombre, una mujer y un perro” es una historia de anti amor, personal y de pareja. Un episodio que narra la derrota del ser humano ante su soledad en esta época, y demuestra eso, que la solitud se lleva consigo a donde se vaya o que la suma de vacíos no ofrece compañía.
La búsqueda desesperada del encuentro en falsas expectativas exigidas al otro y sustentadas en imposiciones sociales, el miedo al fracaso y la derrota personal propuesta como un vínculo más poderoso que el amor, fue expuesta ayer en el Teatro Fernando Calderón en la obra de la dramaturga alemana Sibylle Berg, que se presenta por primera vez en México dirigida por Ignacio Flores de la Lama y Caja Negra, Argos Teatro y Steinberg producciones, ahora en el contexto del Festival Cultural Zacatecas 2018.
El experimentado actor Roberto Sosa encarna a un perro que durante un año atestigua y narra con humor ácido y frases lapidarias, el intento de una pareja por serlo, por hacer que sus individualidades ya rotas sumen algo a una vida en común sin poderlo lograr.
A modo de autocrítica a la “naturaleza humana”, el reflexivo can, además aficionado a la literatura y el cine, reitera ideas como nuestra capacidad de encontrar el bienestar sí y solo sí el otro es desgraciado, y por tanto, hallar placer en su humillación y tristeza.
Los personajes que representan Daniela Zavala y Jorge Zárate, dos cuarentones que cargan con vidas insatisfactorias, no se enamoran nunca uno del otro ni se complementan, pues jamás llegan a conocerse y ni siquiera a intentarlo, y sin embargo, deciden mudarse juntos para encontrar que siguen tan solos como antes, viviendo la vida que nunca quisieron vivir.
Él esperaba a una “Sandra Bullock” y ella “al bueno”, que no llegaron nunca. La frase de la derrota del amor, del encuentro y de la realización de sí mismos, la ofrece ella cuando luego de atarlo literalmente a la cama para que no se vaya, y consiguiendo que luego de tres semanas de encierro admita su suerte con resignación y hasta con “felicidad”, lapida que seguro debe haber una “liberación en el hecho de ya no tener ninguna opción”.

Entre las reflexiones del perro, que también intentó encontrar un hogar en el experimento de cohabitación de estos dos extraños, señala, “podrían alegrarse de no despertarse solos en noviembre, pero ideas tan sencillas no se le ocurren a la gente”.

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