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viernes, 26 abril, 2024
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Educación holista

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Por: RAMIRO ESPINO DE LARA • Admin •

(segunda de tres partes)

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En la primera parte se establecieron las bases que justifican por qué es necesario considerar a la educación holista como alternativa para fortalecer a las instituciones educativas,  derivado de ello, cada lector puede conceptuar y/o conceptualizar el término holista, esto es de suma importancia toda vez que puede contrastarse con los antecedentes que se plantean en el presente escrito.

Antecedentes

Abordaré el presente apartado considerando al hecho educativo como problemático, ya que las grandes estructuras educativas se han fijado a modelos poco funcionales, haciendo de la educación un acto inconsistente y hasta cierto punto inconsciente, mecánico, repetitivo y probablemente sujeto sólo a aspectos de orden intelectual, situación que hace pensar más en un acto instruccional y no tanto educativo.

La cultura occidental se ha visto marcada por eventos de diferente naturaleza en los últimos cuatrocientos años, el desarrollo de nuestra sociedad está condicionado por paradigmas casi siempre dominantes, en ellos entran en juego los estilos de vida, ideología, valores, educación, economía, política, etc. Dichos eventos los podemos clasificar en tres épocas, el fin de una de estas es la pauta para pasar de un paradigma a otro.

Primera época

Desde la Edad Media (alta s.V, baja s. XV) y hasta el siglo XVII, predominaba una visión del mundo que podemos llamar dogmática, donde la iglesia católica monopolizó el conocimiento y se asumió como juez para dictaminar sobre la validez de las ideas. El tener afinidad para con la iglesia, garantizaba el no ser quemado en la hoguera.

No se puede dudar el que haya existido entusiasmo por verdades apenas descubiertas, sin embargo, algunas de ellas forzosamente debían de callarse ya sea por convicción o por temor a ser ejecutado una vez tipificados como “herejes”. En la obra “Novelas Ejemplares”, en su prólogo Carmen Freire narra la forma de cómo los científicos se contrariaban ante tales circunstancias, encontrándose en una situación de dilema y que lo utilizaban con el criterio de doble verdad: verdad de fe y verdad de razón.

  1. Bachelard en su obra La Formación del Espíritu Científico, habla de un primer período al que le denomina “estado precientífico, mismo que comprendía a la vez la antigüedad clásica y los tiempos de renacimiento y de nuevos esfuerzos, con los siglos XVI, XVII y aun el XVIII” (1991:9).

Esta época, período o etapa, fue la más crítica, pues difícilmente se aceptaba una nueva idea, defendiéndose siempre con aseveraciones, dogmas y condenaciones, más que con argumentos.

Segunda época

Surge aquí el modelo occidental científico, mismo que nació de una crítica al paradigma dogmático, su emergencia significó la desacralización de la vida, despojar a la existencia de todo vestigio divino o sagrado (Gallegos, 1999:3). Es así como cambia la concepción de ciencia, la racionalidad entra en juego a manera de discurso, sin embargo, la actividad científica “fue guiada por los principios del positivismo, reduccionismo, dualismo, etc. La institución que monopolizó el conocimiento fue la universidad. La ciencia llego a ser sinónimo de verdad, por lo tanto, todos los pensadores de corriente principal querían ser científicos. Este paradigma científico predominó desde el siglo XVII hasta fines del siglo XX” (Idem:4).

Lo que se buscaba con la implementación de este nuevo paradigma, era precisamente favorecer la innovación en toda producción científica, sin embargo con la legitimación del positivismo no se dio un avance significativo, llegando sólo a lo que se podría llamar tradición racionalista. Muy por encima de que discursivamente se decía: “en esta tradición racionalista los cambios radicales de doctrina no están prohibidos. Al contrario, se alienta la innovación, y ésta se considera un éxito, una mejora si está basada en los resultados de una discusión crítica de las doctrinas predecesoras. La osadía misma de una innovación es objeto de admiración; porque es posible controlarla con la severidad de su examen crítico” (Miller, 1997:29).

La idea es clara, las concepciones distintas, sin embargo, esto no es objeción para quienes se interesen en contrastar los diferentes postulados teóricos que sobre este tema existen. Haciendo alusión a esta segunda etapa, Bachelard asevera: “El segundo período que representa el estado científico, en preparación a fines del siglo XVIII, se extendería hasta todo el siglo XIX y comienzos del XX” (1991:9).

Tercera época

Sin lugar a duda en ésta nos encontramos, ha sido motivo de análisis y debates constantes, el concepto de ciencia adquiere diferentes connotaciones y el proceso de producción de la misma se hace complejo. La huella que dejó la concepción racionalista del mundo dio pauta a que el hombre no se tipificara como “ser humano”,  pues históricamente se ha considerado como instrumento; como robot-hombre.

Es necesario hablar de algo que de pauta no tan solo a la descripción discursiva acerca de lo que puede ser la nueva sociedad científico-humanista, sino de algo que sea contundente y conduzca adecuadamente un proceso educativo que dé respuesta a las necesidades de la sociedad actual.

Dicho de otra manera, es necesario que hablemos de un nuevo espíritu científico, pues se ha demostrado que ello revoluciona la forma de pensar de la humanidad. El ejemplo es claro, “en 1905, en el momento en que la Relatividad einsteiniana deforma conceptos primordiales que se creían fijados para siempre. A partir de esto, la razón multiplica sus objeciones, disocia y reconfigura las nociones fundamentales y ensaya las abstracciones más audaces” (idem:9). ■

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