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viernes, 19 abril, 2024
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Reforma educativa; ineficiencia o acciones deliberadas

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Por: Paulo Freire • Araceli Rodarte •

Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho

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El sistema educativo mexicano necesita una buena actitud de sus gobernantes para que entiendan que se dispone de todo  un capital humano –maestros y directivos- dispuestos a demostrar su capacidad para fortalecer no tan solo al sistema educativo mismo, sino a la sociedad en general; la eficiencia y eficacia de los actores educativos se demostrará el día  en que el estado deje de comportarse como educador y se convierta en promotor de la educación; en consecuencia, se dará el empoderamiento a las organizaciones sociales como la familia, centros educativos y demás integrantes de la sociedad que incluso se están viendo desfavorecidos en este rubro, ellos se convertirían en verdaderos agentes de la educación.

Las acciones desarrolladas como consecuencia de la aplicación de la reforma educativa, se han caracterizado por mostrar ciertos sesgos, esto se puede corroborar en las reuniones colegiadas que se realizan y que en su gran mayoría sirven como espacios de lamento de aquello que se debió de haber hecho o de aquello que trasgredió la norma y debe ser sancionado. Lo cierto es que el modelo curricular actual no ha sido evaluado como tal, solo se analizan los indicadores que son motivo de diagnóstico –reprobación, deserción, eficiencia terminal, entre otros-. En consecuencia, el sistema educativo mexicano necesita una reforma educativa –no administrativa- a fondo, que corrija los errores en los que está sumido, tales como contradicciones, ocurrencias e improvisaciones.

Para que se dé una mejora significativa en educación, se requiere del abordaje de situaciones problemáticas que sean motivo de análisis y propuestas, dichas problemáticas podrían ser las siguientes:

Tanto docentes como directivos no han sido gestores efectivos en la construcción de conocimientos de ciencias auxiliares tales como la didáctica, la pedagogía, la psicogenética, entre otras; por lo general solo gestionan lo que teóricamente necesitan para trabajar sus contenidos curriculares, situación que los convierte en meros operadores de contenidos y no en promotores de aprendizajes significativos o de desarrollo de competencias. El problema es que llevan la teoría a la práctica pretendiendo enseñarles a los alumnos en vez de permitirles el que ellos aprendan por sí solos.

El modelo curricular del nivel medio y medio superior está clasificado por campos disciplinarios, situación que requiere se trabajen las asignatura a manera de interconexión de forma tal que no se dé la segmentación precisamente entre asignaturas de diferentes campos disciplinarios; esto no ha sido posible trabajarse del todo bien dado que no es promovido ni por autoridades educativas ni gestionado por el docente mismo, trayendo como consecuencia el que se construyan conocimientos sueltos, aislados o desarticulados, situación que incluso dificulta el desarrollo de las competencias que establece dicho modelo.

Una de las competencias genéricas a desarrollar por los estudiantes, es el pensamiento crítico, creo que esto solo es discurso dado que existen maestros que adoptan posturas autoritarias en el aula a grado tal que subordinan la mentalidad de los educandos a la del propio docente –no hay tal desarrollo-. Favorecer el desarrollo de pensamiento crítico en los educandos implica el instrumentar acciones didáctico-pedagógicas adecuadas para que no se pierda la visión y la misión que institucionalmente se establece como justificación o razón de ser del ciurrículum.

Lamentablemente a los docentes se les concibe como obreros de la educación dado que su labor la refieren solamente al pago que reciben, a las horas que están frente a grupo y al manejo de los contenidos; se les pide una planeación que esté pensada solo en el contenido pero no en el contexto donde se implementará el contenido mismo. Hacen que los docentes pongan su vocación en nómina impidiendo así el ejercicio de una práctica profesional con responsabilidad social, en sí, el problema se agrava cuando solamente se justifica el dinero que se gasta en educación y no tanto en observar y analizar los resultados que se obtienen como consecuencia de lo que debería ser una inversión en educación.

Otro problema que debe analizarse detenidamente es la resistencia que por un lado existe de parte de un gran número de docentes a incursionar en procesos de formación y actualización, aunque por otro lado, la falta de un proyecto institucional de alto impacto que ayude al docente a que se actualice para que pueda estar en condiciones de ejercer una práctica profesional eficiente.

Espero y el contenido de este escrito no sea considerado como pesimista, más bien desearía que provocara inquietudes de forma tal que derivaran en propuestas que coadyuven a fortalecer este famélico sistema educativo.  ■

 

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