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jueves, 28 marzo, 2024
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El valor de la igualdad y de la estratificación entre los profesores universitarios: una muestra del despotismo ilustrado

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Por: IVÁN ALONSO CUEVAS •

El pasado martes 5 de noviembre estudiantes usuarios de los comedores de la UAZ decidimos tomar la Rectoría en demanda de mejoras en el servicio de los comedores estudiantiles de la institución. Una de nuestras demandas, que parecía de las más sencillas de resolver, era que los profesores y trabajadores de Prepa 2 que hacen uso del comedor se formaran como todo el mundo.

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No nos preocupaba, al demandar este sencillo cambio, el tiempo que debe uno esperar para obtener sus alimentos en Prepa 2, sino el mensaje que los profesores estaban dando a sus alumnos al usar su autoridad como profesores para saltarse la fila. Nos preocupaba porque en ese comedor existe el problema de que con mucha frecuencia los alumnos no respetan la formación. El problema era que mientras los profesores siguieran fomentando esa situación bajo el argumento único de que son profesores, nunca podríamos concientizar a los alumnos sobre la importancia de respetar el tiempo y la dignidad de los demás.

La dirección de la preparatoria se había declarado incompetente para interferir con la poco democrática costumbre de los profesores. El Rector sí entendió la justeza de la demanda de los estudiantes: giró instrucciones para que los profesores que hacen uso del servicio del comedor lo hicieran en las mismas condiciones que los demás usuarios.

Increíble, pero los profesores se mostraron profundamente ofendidos con la medida. Se quejaron: “No somos iguales”, fue su argumento. Llevaron el asunto hasta Defensoría Universitaria, como si el recibir un trato igualitario fuera el peor de los atentados contra sus derechos humanos. Peor aún: a pesar de que se colocó un cartel indicando que los profesores tendrían que pagar y formarse como todo el mundo, un grupo de profesores, (precisamente aquellos que insisten en que no somos iguales), se brincan la fila sin el menor escrúpulo, mostrándose como dignos representantes de la sociedad que nos han legado, ésta, donde cada quien respeta sólo las leyes que le son favorables o las que no puede eludir; donde las normas y límites son sólo para quienes no tienen poder.

Qué pena: los formadores de nuestros jóvenes fomentando los privilegios; defendiendo privilegios frente al fundamental derecho a la igualdad de trato. Eso ya lo hace nuestro gobierno. Como si no fuera suficiente que el sistema económico que padecemos imponga la desigualdad de nacimiento a la mayor parte de los mexicanos.

Lo que ha ocurrido en Prepa 2 es sintomático de la decadencia moral, política y económica en que se encuentra nuestra sociedad; no nos sorprende que esta decadencia se refleje en las instituciones de enseñanza, pero sí nos preocupa. Inquieta que en los espacios universitarios se fomente esa funesta idea de que cumplir con las normas es una obligación pesada. Preocupa que, al imponer su autoridad de forma despótica, los profesores preparen a los alumnos para formar parte de una meritocracia (de muy pocos méritos, por cierto), donde un título universitario se usa como título nobiliario, y sirve para tener privilegios; no para servir a la sociedad.

Que no somos iguales, dicen. Pues sí, ellos tienen más estudios y más edad. La mayoría eran adultos cuando los fraudes del 88 y 2006, son los que se han ido acoplando a las nuevas condiciones a medida que nuestra sociedad se ha vuelto más corrupta, más desigual, más violenta. Son los que nos han legado el país que tenemos. Envejecer en un país como el nuestro no debería ser ningún orgullo.

Con respecto a sus estudios, los han hecho gracias al esfuerzo de un pueblo que tendría derecho a esperar más de sus académicos. ¿O creen que fue su esfuerzo personal el que les dio sus títulos? Sin el esfuerzo de la gente que realmente es productiva para este país (nuestros padres, abuelos, hermanos, etc.) dichos profesores no serían nada. Le deben mucho a esta patria y lo que les preocupa son sus privilegios, como si sus sueldos no fueran ya uno.

En cuanto a nosotros, sepan que nos mantendremos luchando por nuestros derechos, que es luchar por nuestra dignidad. No echaremos de menos sus frívolas charlas de sobremesa mientras los demás hacemos fila, pero les pedimos que no agreguen a la arrogancia la mentira: no digan que tienen mucho que hacer, porque muchos de nosotros venimos de familias cuyos padres trabajan diez horas diarias. Nuestros padres no tienen tiempo de charlar con los amigos una hora después de la comida.

Finalmente, una felicitación a los pocos profesores que, desde antes de la movilización estudiantil, se formaban mientras los demás disfrutaban de su supuesto derecho. El verdadero profesor educa más fuera del aula, que dentro. ■

*Estudiante de Filosofía

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