La Gualdra 673 / Cine
Dentro de la historia del cine producido en Hollywood, una de las sagas cinematográficas más consistentes y significativas en el terreno del entretenimiento es Misión Imposible. Inaugurada en 1995 con su homónima primera entrega, dirigida por el legendario Brian de Palma y con posteriores secuelas en las que trabajaron cineastas como John Woo, J.J. Abrams, Brad Bird y, para su última etapa, Christopher McQuarrie. Cada director se encargó de proyectar su propia visión de este universo, en algunos casos de manera más formal y mesurada, en otros mucho más irreverente y aparatosa. A pesar de la diversidad en sus propuestas, estilos y tonos, todas las cintas de Misión Imposible cuentan con elementos en común, cuya familiaridad está establecida por un mismo hilo conductor que se va expandiendo con cada nueva entrega.
Pensar en Misión Imposible es tener en mente tramas de intriga y espionaje, gadgets cuya tecnología desafía la imaginación, elaboradas secuencias de acción y, de manera más reciente, complejos y arriesgados stunts filmados con una habilidad técnica y disciplina física que roba el aliento. Respecto a este último aspecto, va ligado de manera casi inherente el peculiar Tom Cruise, actor quien, en su papel del espía Ethan Hunt, desde hace muchos años ha disfrutado de poner su cuerpo al límite al ejecutar sus propias acrobacias de acción, de manera práctica y con pocos elementos digitales. Dichas decisiones creativas se pueden interpretar como una declaración sobre la importancia del quehacer cinematográfico a la vieja usanza, un valioso argumento que el actor parece reafirmar con cada nueva cinta en la que aparece.
Esta visión converge de manera espectacular en la octava y última entrega de la franquicia, que cuenta con el subtítulo The Final Reckoning (2025). La cinta retoma el conflicto del filme anterior (Dead Reckoning, 2023), donde el enemigo a vencer, lejos de tratarse de un ser de carne y hueso, es una inteligencia artificial, conocida como “La entidad”. Lo que en un inicio parece ser una historia sobre la manipulación de la verdad, se traslada a terrenos ya explorados dentro de la saga, con tensiones políticas entre múltiples naciones y paranoia nuclear de por medio.
Para evitar que la humanidad sufra un fatídico desenlace, Ethan Hunt, en compañía de su clásico equipo de espías, deberá realizar todo tipo de hazañas, cada una más imposible que la anterior. El film se compone de tres actos monumentales: el primero, el más tedioso y de tono solemne, consta de una serie de conversaciones en la que no se hace más que explicar, una y otra vez, en qué consiste el conflicto, cómo se conectan eventos del pasado y cómo estos pueden resolver el problema.
Posterior a esta irregular primera etapa, la cinta se divide en dos enormes set pieces, más en línea con la esencia original, el tono juguetón y desinhibido de la franquicia. El primero tiene que ver con Hunt aguantando la respiración bajo el agua para ubicar y acceder a un submarino en el fondo del mar. El segundo, de una hora de duración, es el más demencial y apabullante de toda la película, muestra al protagonista sobre las alas de una avioneta que vuela a toda velocidad y a muy baja altura.
The Final Reckoning es una cinta que reúne los principales vicios y virtudes del cine hollywoodense moderno: por un lado, la insistencia en comunicar claridad por medio del diálogo y no por las imágenes; por el otro, el uso de esas mismas imágenes, llevadas hasta el límite y expandiendo las posibilidades dentro del cuadro. En la suma de todos sus elementos, se trata de una emotiva constatación sobre cómo Cruise, en alianza con cineastas tan diestros como él, se las ingenió para mantener, a lo largo de treinta años, la calidad y el compromiso por entretener dentro de una industria en franca decadencia. Así como un espía luchando por las causas más imposibles, o siendo la última estrella de un cine que ya no existe, finalmente la misión se ha cumplido.