Cada 20 de junio se celebra el Yellow Day, promovido como el día más feliz del año. Su origen se remonta al psicólogo británico Cliff Arnall, conocido por desarrollar el Blue Monday (el “día más triste del año”), a partir de una fórmula que consideraba variables como el clima, la cercanía de las vacaciones y la sensación general de bienestar, explica el psicólogo social Gerardo Maldonado Félix.
Detalla que, aunque este se relaciona con fines publicitarios (se dice que fue impulsado por campañas de helados), ha ganado popularidad porque coincide con condiciones que se asocian a un estado de ánimo positivo: días de sol más largos, temperaturas agradables y una mayor disposición para realizar actividades al aire libre.
Sobre el papel del color amarillo, el psicólogo explica que hay investigaciones que muestran que la mayoría de las personas asocia este color con emociones positivas como la esperanza y la alegría. Sin embargo, investigaciones revisadas por Elliot y Maier (2012) advierten que, si se usa en exceso o mal contextualizado, el amarillo puede generar sobreestimulación o ansiedad.
Más allá de la psicología del color, un área que suele ser criticada por estudios anecdóticos, mal replicados o limitados, el entrevistado hace referencia a la previsión afectiva, un término que describe la tendencia de las personas a sobreestimar la intensidad y duración de sus futuras emociones.
Al respecto menciona al psicólogo Daniel Gilbert, autor de Stumbling on Happiness, quien a través de investigaciones demostró que, por ejemplo, personas que sufrían rupturas amorosas o no obtenían un empleo deseado predecían sentirse devastadas durante semanas o meses, pero en realidad su malestar emocional disminuía mucho antes de lo esperado.
Estos hallazgos evidencian que solemos imaginar futuros emocionales más extremos de lo que realmente vivimos, destaca el psicólogo.
Agrega que en lugar de buscar que un día específico nos proporcione felicidad, el Yellow Day puede entenderse mejor como una invitación a cultivar hábitos que contribuyan a un bienestar sostenible: gratitud, conexión social, contacto con la naturaleza y sentido de propósito.
En este sentido, Maldonado Félix sugiere considerar el enfoque de la Terapia de Acción y Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés), desarrollado por Steven C. Hayes. Se trata de una terapia validada empíricamente que promueve la flexibilidad psicológica, entendida como la capacidad de aceptar las emociones (sean agradables o no), mantenerse presente, identificar valores personales y actuar en coherencia con ellos.
Desde esta perspectiva, cualquier día puede ser una oportunidad para dejar de perseguir la felicidad como una meta inmediata o de evitar a toda costa el malestar. En cambio, se trata de vivir con apertura a la experiencia —incluso cuando es incómoda— y con compromiso hacia lo que realmente importa.
La ACT ha documentado que, cuando las personas actúan únicamente para evitar emociones negativas, tienden a restringir su vida y a desconectarse de experiencias valiosas, relaciones profundas o metas significativas, destaca el psicólogo social.