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jueves, 28 marzo, 2024
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México: ¿Sociedad de Modernas Castas? La muerte de la República

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

El INEGI midió algunos rasgos de la movilidad social que ponen en evidencia el racismo fáctico en México. Pero es más profundo el problema que está ante nuestros ojos, porque no se trata de que una parte de la población tenga valores discriminatorios, sino que esos comportamientos discriminatorios son producto de una estructura social rota: segmentada. Las castas son formas sociales que petrifican a la sociedad en exclusas: patrones segmentados de reproducción social. En suma, los problemas asociados con la Cohesión Social están conduciendo a un retroceso  de siglos, a una sociedad no de castas, pero algo bastante parecido. Y es un fenómeno no exclusivo de México, la realidad de América Latina está en la misma sintonía (así lo muestran los estudios de la Cepal para 2016), pero México es el país con los números más preocupantes. Veamos.

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El estudio del INEGI muestra correlaciones entre color de piel y rezago educativo, donde las personas de piel de color tiene mayor rezago y las de tonos claros completan mayor escolaridad; y la correlación entre color de piel y tipo de ocupación muestra que los ocupados en actividades de menor calificación son de piel con tonos oscuros, mientras que los que alcanzan formas de ocupación laboral con mayor calificación sus tonos de piel son (más) claros. Pero no sólo: otra característica de reproducción segmentada es el dato sobre los jóvenes que logran alcanzar estudios profesionales: el logro es para quienes tuvieron padres con esa misma oportunidad. Así las cosas, se exhibe con mayores evidencias y sutilezas los resultados que habíamos visto en el estudio de la fundación Espinosa Yglesias: (casi) no hay movilidad social en este país.

El estudio del INEGI despertó revuelo en las redes, porque se puso en el aparador el rostro monstruoso del país, al que además midió. Pero la Cepal hizo también algo similar para el conjunto de América Latina: calculó la correlación que hay entre la población afrodescendiente respecto a su posición en los quintiles de ingreso, en indicadores de salud como la mortalidad infantil, desempleo (y tipo de empleo), logro educativo y los cruces entre todos estos. Y se encuentra que las características raciales están pesando en el nivel de vida y desarrollo humano de las personas. En países como Brasil y Uruguay se pone de manifiesto el racismo en su estructura social, y además, al interior de su clase política. O en Colombia, donde la tasa de mortalidad infantil (decesos por cada 1000 nacidos vivos) es racialmente diferenciada: para los afrodescendientes la tasa es de 26.3, y para los no-afro es de 16. Enorme brecha. En Brasil la tasa de desempleo es igualmente racialmente diferenciada: 9 contra 6. Y los cruces de rasgos raciales y de género, respecto a logro educativo es muy notorio, los hombres no-afrodescendientes y las mujeres afro, está en los extremos de la gráfica.

Pues bien, esta realidad que ya no sólo es de desigualdad extrema y pobreza persistente, sino de fractura social (crisis de cohesión). Son los frutos sociales del neoliberalismo. Hay un camino que inicia con el achicamiento del Estado y desemboca en la plena segmentación social. Se inicia  con tendencias donde el Estado eliminó su gasto social; por ejemplo, ahora mismo el gasto en Protección Social en América Latina es de 4.6 puntos del PIB, mientras en la Unión Europa es de 19.4 puntos de su PIB. Y continuó con estrategias económicas que tuvieron como efecto la desigualdad extrema que se hizo crónica. La organización política del trabajo fue desmembrada; y de ahí se pasó a otros efectos como la segmentación social que, al hacerse sólida, crea alejamiento entre los grupos sociales, mutua incomprensión entre estos y lo que sigue: discriminación sistémica. Además, el Estado en manos de poderosos grupos de interés que lo usan para seguir sacando ventajas económicas privadas, impiden que los gobiernos cumplan su función de implementar políticas que fomenten la Cohesión. Con el Estado tomado por los poderes fácticos, los gobiernos vagan en la impotencia y nulidad.

En suma, estamos en una situación muy delicada que ya es sistémica. Entramos a una sociedad que va configurando formas sociales parecidas a las castas virreinales. Un país donde estamos a un paso de que el siguiente índice que se deba calcular sea el Índice de Discriminación Socio-Racial, significa que la república ha muerto, y sólo sobreviven sus cascarones. Y vive una suerte de nueva burguesía convertida en nobleza que reproduce su poder por mecanismos consanguíneos (ver los estudios sobre los Mirreyes políticos). No es gratuito que veamos en las universidades cómo se convierten los grados académicos en reconocimientos nobiliarios. Es una muestra del imaginario re-piramidal que re-nace. Esa discriminación ahora mismo es vista como problema; pero sólo falta que pasemos de la situación de discriminación de facto, a una discriminación que se normatiza o, peor, que se legitima. Si esa es la tendencia, se extenderán ideologías que afirman-que-así-debe-ser, que las diferencias raciales son naturales y sólo hay que reconocerlas. El darwinismo neoliberal está haciendo sus efectos sociales. ■

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