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lunes, 21 abril, 2025
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El capitalismo de Anwar Shaikh

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

En el prólogo de su libro: “¿Capitalismo o socialismo? Problemas de la transición” (FCE, 2021, México), José Valenzuela Feijoo nos sorprende con la afirmación: “…en uno u otro momento del futuro, más cercano o lejano, los saltos a un régimen poscapitalista tendrán de nuevo lugar”. Tal certeza se ubica en el mismo nivel que esta otra: “todo ser humano morirá, tarde o temprano”. Son “verdades”, pero su nivel de generalidad es tan alto que no tienen utilidad alguna. Salvo como ilustraciones del dispendio de tinta y papel. Más relevante, si acaso importa el destino del capitalismo, es el modelo de Richard M. Goodwin, de 1967, (Traducción al español de Eduardo L. Suárez en E. K. Hunt y J. B. Schwartz “Crítica de la teoría económica”, FCE, 1977) en el que introduce una formalización (como el mismo autor señala) de una reflexión de Marx. La idea consiste en sostener la tesis de que los ciclos económicos del capitalismo son el resultado de la interacción de salarios, ganancias y desempleo. Por supuesto, tales palabras remiten a una realidad precisa: a la de los trabajadores de una empresa cuyos dividendos se reparten entre los salarios de estos y las ganancias de los dueños. De acuerdo con la hipótesis de Goodwin-Marx, el ciclo se genera de la siguiente manera. Si los salarios aumentan, e. g. debido a la presión de los sindicatos, disminuye la ganancia. Al reducirse ésta, el ahorro y la inversión de los dueños del capital decrece o se estanca. Como hay poca ganancia no habrá nuevos empleos. Debido al crecimiento demográfico, y el avance tecnológico, esto provocará desempleo creciente. Sin embargo, el desempleo no es mala noticia. Dada la densidad del número de desempleados, o “ejército de reserva”, los salarios se reducirán con la consecuencia de un renovado incremento en las ganancias y menos desempleo. Suben de nuevo los salarios y así sucesivamente. La dinámica posee ciclos límite a los que tiende en el largo plazo. Con este modelo, Goodwin logra explicar dos hechos, uno subjetivo y el otro objetivo. El subjetivo consiste en que los sindicalistas creen que logran aumentar su participación en las ganancias; mientras que el hecho objetivo es que los datos indican que no sucede así. Cierto, el modelo es pura idealidad: las cosas no suceden de esa manera. Pero muestra la lógica subyacente al comportamiento capitalista. Las ecuaciones diferenciales a las que arriba Goodwin son estructuralmente análogas a las de Lotka-Volterra. No extrañe a nadie que la única referencia del artículo sea a “La teoría matemática de la lucha por la vida”, de Vito Volterra. Entonces, capitalistas y obreros están engarzados en una lucha similar a la de cualquier otra especie. Es un modelo estilizado y simple, pero introduce la perspectiva de la no linealidad en el análisis económico. Aparece un elemento adicional: el desempleo es parte inherente a la dinámica del sistema. No se anula de manera natural, como predicen los neoclásicos, o se corrige de manera simple por el Estado, como recomiendan keynesianos y neokeynesianos. La hipótesis de Goodwin-Marx es retomada, verificada, modificada y comparada con las teorías neoclásicas y keynesianas en el libro de Anwar Shaikh “Capitalismo. Competencia, conflicto y crisis” (FCE, 2022). En la página 904 reitera la conclusión de Goodwin: “La lucha de los trabajadores no desempeña ningún papel en la determinación de la participación salarial”. Esto constituye una bonita demostración de la irrelevancia económica de los sindicatos, aunque nunca pierdan su importancia política. No es este el punto de vista del autor, ni siquiera el principal interés del libro. Lo importante es que vindica tanto las contribuciones de Marx como las de Samuelson e introduce, de manera plena, las técnicas y lenguaje del análisis no lineal, así como un punto de vista coherente con la ciencia contemporánea. O al menos con la ciencia de los años 1990. Para resaltar esta perspectiva baste citar el propósito del libro: “El objeto de su investigación no es ni lo perfecto ni lo imperfecto, sino lo real.” ¿Y qué es eso “real” tan diferente de la perfecta idealidad del mercado competitivo en equilibrio de los neoclásicos o el mercado imperfecto, pero perfectible, de los keynesianos? La aleatoriedad de las tasas de crecimiento y productividad, por ejemplo. Para Shaikh lo “real” del capitalismo se caracteriza por su intrínseca estocasticidad e impredecibilidad de factores como el crecimiento económico, la productividad, el salario, el desempleo. No hay un “atractor” de largo plazo obvio y estable para la dinámica capitalista, como preveían los idealistas alemanes. Al contrario, parece estar atrapada en un “atractor extraño”, lo que se muestra con las fluctuaciones persistentes de las variables mencionadas. Tampoco hay una relación directa entre productividad y salario. Creer que los aumentos aleatorios de la productividad conllevan subidas de salarios es equivocado, se requiere de un diseño institucional adecuado para lograr que los salarios lleguen al nivel que permite la productividad. Se puede ver el libro como una larga discusión con neoclásicos y keynesianos desde una perspectiva empírica, así como el inicio de un debate con Thomas Piketty. También constituye una visión de la economía no determinista, y quizá se deba volver a repasar aquel libro de Karl Popper de entreguerras: “La miseria del historicismo”.

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