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viernes, 19 abril, 2024
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Caifanes o la música como retrato del instante

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Por: SELENE SALAS SÁNCHEZ •

La Gualdra 298 / Música

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La música es, al mismo tiempo, referente generacional, testigo de una época y retrato del instante. Es, también, reflejo de un contexto social determinado y el mensaje que difunden miles de voces, que encuentran en ciertos grupos y canciones el vehículo ideal para proyectar su pensamiento y su forma de ver el mundo.

Algo así sucede con varias bandas icónicas del rock latinoamericano que, sin importar el transcurrir de los años, aún continúan generando la misma música, pero ahora con una energía e ímpetu capaces de acortar las brechas generacionales y derribar las murallas ideológicas.

Caifanes es un claro ejemplo de esto. Sobre todo para quienes nacimos en la última etapa de los años 70 en México y que atestiguamos la aniquilación de la clase media en los 80, económicamente a manos del gobierno y mentalmente por parte de las televisoras coludidas con el poder.

A treinta años de haberse formado, la banda liderada por Saúl Hernández pisó de nueva cuenta el suelo zacatecano como parte de su gira de aniversario y para celebrar, también, un cuarto de siglo de la aparición de El Silencio, uno de los discos más emblemáticos para Caifanes y la generación a la que pertenezco.

Fue como si ese 1992 [cuando se presentaron con dicho álbum en la plaza de toros Monumental Zacatecas en mancuerna con otra banda también emblemática del rock nacional La Maldita Vecindad y los Hijos del 5º. Patio) se hubiera recreado en este 2017.

El pasado 10 de junio, el Multiforo vibró cuando sonaron cortes convertidos en verdaderos clásicos como: “Miércoles de ceniza”, “No dejes que”, “La célula que explota”, “Nubes” y “Viento”. Canciones que sirvieron para unir, por lo menos a tres generaciones de zacatecanos que han encontrado en el rock el lenguaje ideal para comunicarse sin que choquen las ideas.

Esa noche, sin importar los más de veintinueve grados de calor inusual, que envolvían la primavera en Zacatecas, un concierto de Caifanes, sirvió para que miles de personas comprobáramos nuevamente que la música es una de las expresiones más fuertes y puras de la emoción humana; a lo mejor cliché, pero también nos dimos cuenta que sigue siendo el lenguaje universal.

Si en 1992 las letras de las canciones de Caifanes sonaban poéticas y hasta con tintes de metafísica; ahora nos recuerdan que fueron (y son) retratos del instante.

Retratos de un país que en aquella década (y ahora) hacía todo lo posible por sobreponerse a su propia debacle, porque al final (y al principio), la música siempre salva y en eso estamos de acuerdo con Nietzsche cuando dijo que vivir sin ella es (y será) vivir en el error.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_298

 

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