La Gualdra 499 / Libros
Todas las personas tienen pasiones, pero pocas las confiesan. No todas han tenido la suerte de que les hayan acercado libros en la infancia ni en la edad adulta ni de crecer entre libros. “`Esto es un libro´ me dijo al ponerlo sobre mis manos que aún no sabían hacerse el lazo de los zapatos; toqué el borde de su lomo sin entender al momento la ventana insondable ni el oculto viaje prometido que habría de consolarme, por siempre, del huir de las horas”.
Con solo leer esto me conmuevo. Acercar libros a las manos de los niños es un acto poético, sin duda. De ahí viene la pasión no solo por leerlos y encontrar historias sino por acariciarlos, olerlos, sentirlos, subrayarlos, contemplarlos. De la vista nace el amor, dicen. Por eso, puedo afirmar que Mariana Bernárdez es una apasionada.
Ella llegó al mundo en la Ciudad de México en 1964. Sí, en los vertiginosos, intensos, añorados y maravillosos años sesenta. Aquellos en que el rock, la minifalda, los movimientos estudiantiles, los anticonceptivos… empezaban a permear la vida de millones. Creció rodeada de palabras, propias y ajenas. Es comunicóloga, filósofa, poeta, ensayista, maestra y doctora en letras, entre otras cosas.
Por sobre todo, es una gran lectora. Ahora, presenta Angostura: en defensa de leer, en una edición bellísima del Fondo Editorial Estado de México, del que se puede decir que se ha caracterizado por hacer unas ediciones memorables gracias a un gran equipo editorial. Además, está ilustrado por Irma Bastida Herrera y Rocío Solís Cuevas.
Este libro seduce. Está lleno de suavidades, vivencias e intensidades. La autora brinda un abanico de nombres que marcan, que hieren y acarician, todo al mismo tiempo. Quienes nos hemos sumergido en la lectura entenderemos y quienes no, tendrán un primer escalón a la alegría.
Qué sería de millones de personas sin Sor Juana, Marguerite Duras, Vicente Huidobro, Ramón Xirau, Jorge Luis Borges, Rainer María Rilke, Shakespeare, entre otros miles. Y qué sería de millones de médicos sin el Tratado de anatomía humana de Testut, texto que también cita. Sabemos que la anatomía y la fisiología están ligadas a las palabras. Muchos galenos han apoyado sus emociones en escritores. Mariana y quien esto escribe, sabemos que un buen psiquiatra debe leer a Dostoyevski, que un cirujano entiende de los límites del dolor sin anestesia, entre muchas otras cosas.
Algunos médicos han sido grandes poetas, pienso casi al azar en Elías Nandino, por ejemplo, de quien Xavier Villaurrutia -también poeta- decía: “Yo le he visto sostener alternativamente, el lápiz del escritor y el bisturí del cirujano; escribir y operar; escribir con fiebre y operar con frialdad”. Quizá de eso se trata.
Varios epígrafes elegidos por la escritora nos hacen guiños de lo que tenemos entre las manos: el de Nuno Júdice, por ejemplo, “Nadie sabe lo que hay en ese / libro; qué oscuras frases lo llenan / de inquietud; ni que luminosas / conclusiones lo libran de la sombra” del Libro de agua. En alrededor de 30 breves ensayos sobre la palabra, la lectura, la experiencia de una lectora, Mariana Bernárdez nos sumerge en un mar de pensamientos.
Queda clara su formación de filósofa. Cada vez que inicia un apartado ofrece una frase contundente, como “Las cicatrices son memoria” (cita a la poeta Irma Pineda), La imagen golpea, “Esto es una página”, Esto que escribo es leer, Sea la sonoridad el despertar donde vocal y consonante son el decir de los labios, “Esto es el cerco de la letra”, La ciudad que habito huele a lluvia de humedal, La tersura del polvo. Bernárdez dice: “Cierra los ojos, siente el peso del papel, toca las hojas… un pueblo es un libro”.
En más de alguna ocasión, mientras leía Angostura, tuve la sensación de que se me anticipaba la nostalgia porque quizá algún día el libro como tal, como lo conocemos hoy, pueda desaparecer. Me consuela pensar que faltan algunas décadas y que ya no veré ese horror. Mientras tanto, seguiremos leyendo, acariciando, besando o humedeciendo de vez en cuando las páginas.
“El libro, donde la luz con su sombra corona el lenguaje” dice la ensayista y estoy de acuerdo porque los libros iluminan en la más profunda noche. La fragancia silvestre con la que nacemos, vuela ante la fragancia de las palabras que encontró Mariana. Ella vuela muy alto. La interpretaciones de sus lecturas son reflexión tras reflexión, emoción tras emoción y también -hay que decirlo- complejidad tras complejidad y alucinación tras alucinación.
De pronto pide: “Detente. Respira, toma el libro entre tus manos, acércalo a tu oído, ahí hay un bosque…”. Y sí, ahí ruge la montaña, se escuchan ríos de lágrimas o de quebrantos, alegrías, silencios, murmullos, gritos…
Mariana ha estado no solo próxima a las palabras, también a la música, a la pintura, a la escultura, a la danza, a la arquitectura, al cine. Puede deletrear una pintura de Salvador Dalí y contárnosla en azules, como cuando habla de “Una muchacha en la ventana”. La música de sus palabras seduce y motiva a leer.
Agradezco a la poeta su pasión como lectora y su vuelo, que quiere alcanzar a diosas y dioses -bestial y furiosamente humanos- de miles de personajes que aguardan con sus historias, a ella y a millones, porque en ellas se nos abren caminos. Agradezco a su padre, médico de cuerpos y almas, cuando un día mientras ella lloraba, porque no alcanzaría a leer todos los libros de una inmensa librería, trató de consolarla al decirle “No, no alcanzarás a leerlo todo, porque también hay que vivir”.
Con Angostura: en defensa de leer ratifico que estamos ante una autora entregada a sus pasiones, desde que era una niña que todavía no sabía hacerse el lazo de los zapatos.
* * *
Bernárdez, Mariana. Angostura: en defensa de leer (2020). Fondo Editorial Estado de México, México. 144 pp.
https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_499