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domingo, 25 mayo, 2025
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Indice global de esclavitud

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Por: JULIO YRIZAR •

La organización de nombre Walk Free, con sede en Australia, publicó el día de ayer su primer índice global de esclavitud, en el que se declara que en la actualidad, cerca de treinta millones de personas padecen alguna forma moderna de este lamentable fenómeno social. El índice es el primero en su clase, pretende publicarse año con año, y su objetivo radica en hacer un estimado, nación por nación, de la cantidad de personas que se encaran con alguno de los muchos rostros del mal en cuestión. En el caso de nuestro país, a nivel global alcanzamos la calificación 107 de un total de 160; en lo que respecta al continente, México ocupa el puesto 16 de 27 lugares, aunque el propio índice nos considera en particular, por el latente riesgo de incremento en el número de los casos, debido principalmente a nuestra situación geográfica, la cual según el estudio, ha favorecido el florecimiento de una desarrollada economía informal que hace presa de centenares de individuos, principalmente, de los migrantes de la América Central y Austral en su camino hacia los Estados Unidos.

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Una de las formas más comunes de esclavitud moderna se delinea a través de las condiciones laborales. El trabajo forzoso por ejemplo se considera una forma de esclavitud, y podría definirse básicamente como aquel que se hace impulsado por la coerción, cuyos frutos no los goza quien lo realiza, sino el ente que tras el ejecutor lo obliga a realizarlo. La Organización Internacional del Trabajo considera que alrededor de 21 millones de personas son víctimas del trabajo forzoso, de donde no queda muy lejos la estimación de que 19 millones de personas son explotadas por empresas privadas, y poco más de dos millones por sus propios gobiernos. Siendo laxos con las definiciones, podríamos acordar que vivir bajo el actual modelo económico -con su ofensiva teoría de los salarios-, en el que se goza de privilegios porque se empeñan el tiempo propio con obligaciones a largo plazo, es una forma aunque no agresiva, esencialmente idéntica al trabajo forzado: un ingenioso modelo de esclavitud. 

Aunque la esclavitud dejó de existir, por ser poco viable en términos económicos, como política laboral fundamental de los gobiernos hace ya bastantes siglos, su práctica ha prevalecido desde entonces, la esclavitud se ha adaptado a los actuales modelos económicos, y no existe sociedad alguna capaz de alcanzar inmunidad en contra este infeccioso mal de la humanidad. Con todo, un remedio se conoce para reducirla primero y contenerla después: la alfabetización al inicio, la lectura más tarde.
Uno de los episodios históricos más referidos y referenciales de los Estados Unidos es su lucha intestina contra la esclavitud, de donde destaca el caso de Frederick Bailey, esclavo en Maryland, huérfano y educado por sus amos, por su legislación y por la costumbre de su tiempo para que él mismo se considerarse –como todos los otros esclavos-, inferior por naturaleza, por designio divino y en suma, ya por tradición. La fortuna quiso que Bailey fuera trasladado de una plantación a una casa en la ciudad, donde se desarrolló por un tiempo como empleado doméstico. En su nuevo ambiente, el joven Bailey se topó de lleno con el milagro de la escritura: todos los días era testigo de lo que él denominaba “el misterio de leer”, y le inquietaba sobremanera el presenciar cómo las personas descifraban cosas a través de los signos plasmados en los periódicos, en las cartas y en los libros. Bailey comprendió entonces que en el secreto de la lectura radicaba “el poder del hombre blanco para esclavizar al negro”, y comenzó a educarse a sí mismo: memorizó en secreto el alfabeto, y por su insistencia consiguió, pese a las prohibiciones legales que su dueña, esposa de un capitán del ejército, le enseñase a deletrear palabras cortas. Al poco tiempo, Bailey alfabetizado escaparía a Nueva Inglaterra –donde por entonces ya estaba abolida la esclavitud-, cambiaría su nombre por el de Frederick Douglas –en honor a un personaje de Walter Scott-, tendría diversas aventuras escapando de los cazadores de esclavos en fuga, y finalmente llegaría a ser reconocido como uno de los más impresionantes oradores y políticos en la historia de aquel país, quien siempre declaró que la alfabetización y la lectura fueron las herramientas que le abrieron el camino hacia la libertad.

Considerando lo anterior, no queda lugar a dudas el por qué es Cuba, con su superior nivel de alfabetización, también el país de nuestro continente que según el índice global de esclavitud, alcanza la mejor puntuación, incluso por encima de Canadá y Estados Unidos. ■

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