La Gualdra 636 / Aniversario de la Diócesis de Zacatecas / Historia
Celebrar y agradecer son dos conceptos clave en la identidad zacatecana, cuyas raíces están en la tradición festiva novohispana. En aquel entonces, existía una fiesta llamada “El Triduo de Minería”. Los orígenes de esta celebración se remontan al año de 1702 cuando algunos mineros devotos a Nuestra Señora de los Zacatecas le organizaron un triduo en la fiesta del 8 de febrero, dedicada a la virgen de la Purificación; décadas más tarde, en 1741, ante la falta de recursos para sostener la festividad se decidió trasladarla a la de agosto en honor a la patrona de la minería: la virgen de la Asunción. Durante tres días, el 14, 15 y 16 de ese mes, la plaza mayor, la parroquia y calles como la de Tacuba, se vestían de pompa y solemnidad.
En 1752, las autoridades políticas y eclesiásticas acordaron festejar la dedicación de la parroquia durante este triduo, pues la catedral llevaba en construcción desde 1718 y por fin abría oficialmente sus puertas al culto. Además, la imagen de Nuestra Señora de los Zacatecas sería restituida a su casa después de que fuera consumida en un incendio en 1736. La nueva imagen de la virgen recién había llegado de México, y contó con el mecenazgo de los mineros de Loreto, D. Juan de Montaño, D. Juan Antonio Ortiz y D. Cayetano Santa Cruz, a quienes se sumó D. Cosme Sánchez de Lodosa.
La fiesta de dedicación duró del 12 al 26 de agosto. Tuvo vísperas cantadas, repiques de campanas, procesiones, misas, sermones, música, iluminaciones, arte efímero como altares y carros alegóricos, música (violines, flautas, trompetas y piano), danzas por parte de los pueblos de indios de San Joseph, Tlacuitlapán, Concepción y del Niño, y se quemó mucha pólvora: árboles, toros de lidia, cohetes y más cohetes. Toda la población participó de la celebración, incluyendo a las órdenes conventuales y los gremios. Para ennoblecer la celebración, subieron al púlpito los religiosos Nicolás Trancoso (el 15 de agosto), Thomas Franco (el 16), Joseph de Utrera (el 17), e Ildefonso Joseph Marmolejo (el 26).
Sin embargo, no todo fue celebración, también se sacó en procesión a la virgen zacatecana junto a la imagen de San Pedro para implorar por la sequía que azotaba a la provincia; y el 25 se efectuaron honras fúnebres cuando se desfilaba a La Bufa. Durante la procesión se hizo una parada en el templo de La Merced, donde se le dio cristiana sepultura a unos huesos que, guardados en una urna, recordaban las muertes por la epidemia del matlazáhuatl de 1738. En 1752, la ciudad agradecía su bonanza, religiosidad y vida. Entonces, para que la memoria del acontecimiento no fuera olvidada, se mandó elaborar la Relación de Fiestas, obligación que recayó en la pluma del cura Gabriel Miqueo y vio la luz pública en la Imprenta del Real Colegio de San Ildefonso en México; documento que hoy nos permite recrear el alma festiva del Zacatecas virreinal.