San Pedro Chenalhó, Chis. Centenares de católicos de este municipio tzotzil, en su mayoría mujeres, llegaron caminando a la cabecera municipal procedentes de “las 58 ermitas de San Pedro Chenalhó”, como dijeron -esto es, de decenas de comunidades- en peregrinación y protesta por el despojo de un terreno y una ermita en la colonia Puebla: “Han pasado casi dos meses desde que el 29 de abril, un grupo de personas encabezadas por Agustín Cruz Gómez (comisariado ejidal y pastor metodista) allanaron nuestra propiedad y las autoridades no han hecho nada para impedir ese delito ni para reparar la injusticia”.
Después de ingresar a la cabecera y desfilar frente a la presidencia municipal, los indígenas se detuvieron frente a la parroquia de San Pedro y dieron lectura a una declaración dirigida, entre otros, a “los cristianos de buena voluntad de todas las iglesias”. Es significativo, pues nuevamente se esgrimen versiones de que la problemática comunitaria es por diferencias en la profesión de fe. Y nuevamente están detrás de las agresiones los grupos oficialistas que hace quince años eran paramilitares y participaron en expulsiones, agresiones y asesinatos, hasta culminar con la masacre de Acteal.
“Hemos denunciado los hechos a las autoridades municipales, estatales y agrarias y ante su indiferencia cómplice el despojo se ha consumado: alambraron nuestro terreno, destruyeron nuestra cocina comunitaria, robaron láminas y material de construcción”, expusieron conjuntamente el párroco, también tzotzil, Manuel Pérez Gómez, el consejo parroquial y el Pueblo Creyente de Chenalhó. Muy elocuente fue la presencia de la Organización de la Sociedad Civil Las Abejas.
Recordaron: “La omisión ante la violación de los derechos humanos de una persona o una comunidad es también un delito. Cuando en 1997 la violencia se fue apoderando de nuestro municipio sin que las autoridades hicieran caso de las repetidas denuncias de lo que estaba pasando, las autoridades se convirtieron en cómplices de la tragedia que culminó en la masacre de Acteal. Si sienten ahora que no tienen nada que temer porque la Suprema Corte de Justicia de la Nación protegió la impunidad de los culpables de la matanza de diciembre de 1997, les decimos que no siempre será así, porque no nos cansaremos de denunciar y de levantar nuestra voz y tarde o temprano se hará justicia”.
La movilización, que inició en la colonia Puebla y fue engrosando en su camino a la cabecera municipal hasta reunir más de 700 personas, iba voceando para las poblaciones vecinas sus quejas y exigencias, llamando a “la verdad y la tolerancia”, a la fraternidad entre los cristianos “de las distintas religiones” con sugerentes consignas ecuménicas: “Si Cristo no está muerto, entonces ¿dónde está? Cristo está en la calle gritando libertad”.
Es inevitable recordar que similares despojos o destrucciones de templos y ermitas dieron uno de los escenarios de la “guerra” de los paramilitares oficialistas en la zona Norte y en este municipio entre 1996 y 1999. Aunque la prensa local registraba hoy que “los liberados de se deslindan del clima de hostilidad en Chenalhó” (El Heraldo de Chiapas), no parece casualidad que dicha “hostilidad” se desate luego de la paulatina liberación de los paramilitares condenados por la masacre de Acteal y su igualmente paulatino retorno a sus comunidades.
Hace poco salió el único preso originario de la colonia Puebla, el ex alcalde Jacinto Arias Cruz. “Con su liberación, su grupo se siente más fuerte”, indica al reportero un miembro de Las Abejas. Igual pasa en Los Chorros con el regreso de Roberto Méndez Gutiérrez, quien se ostentaba “comandante” del grupo paramilitar que perpetró la masacre. Precisamente en Los Chorros se gesta ahora un conflicto entre dos grupos católicos, uno de ellos vinculado con los paramilitares.
“Es otra prueba de que el problema no es religioso, sólo se están fabricando confrontaciones”, comenta a La Jornada el indígena.