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domingo, 20 abril, 2025
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■ Muchas de las cosas que nosotros necesitamos pueden esperar, los niños no pueden, ahora es el momento, sus huesos están en formación, su sangre también lo está y sus sentidos se están desarrollando, a él nosotros no podemos contestarle mañana su nombre es hoy. Gabriela Mistral

¡No le grites!

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

No hay seres humanos perfectos, tampoco padres ni madres; todos somos perfectibles al igual que nuestras conductas y actos. Nadie ha llevado un curso para educar adecuadamente a los hijos e hijas, si acaso, prevalece un estilo de formación que pudiera transmitirse de generación en generación. Aquí entra el tema de incentivar valores, responsabilidades, amor la patria y al prógimo. Sin duda, en décadas pasadas la formación era otra incluso, se instruía con golpes y otros castigos que paso a paso han quedado atrás hasta que, por el contrario, muchas de estas acciones se han relajado y han provocado una mala crianza formando no pocas veces, adultos nocivos para la sociedad, para sus familias y para sí mismos. Sin duda que las relaciones familiares son harto complejas, por ello, la Ley ha tenido que intervenir para dar ciertas luces entre la oscuridad, tal es el caso de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, en cuyo articulado se plasma un interesante contenido que nos recuerda lo fundamental que resulta la debida atención y cuidados de nuestros seres más importantes así, la citada Ley reconoce a niñas, niños y adolescentes como titulares de derechos, con capacidad de goce de los mismos, en atención a los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad, en consonancia con el artículo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En otras palabras, nuestros hijos e hijas no están a merced de lo que a nosotros nos plazca, pues al igual que a los adultos, ellos y ellas están totalmente protegidos por la Constitución, misma que garantiza el pleno ejercicio, respeto, protección y promoción de sus derechos humanos fundamentales conforme a la misma norma y a los tratados internacionales de los que el Estado mexicano forma parte. De igual forma, los gobiernos en sus tres niveles, tienen la obligación de establecer los principios rectores y criterios que orientarán la política, facultades, competencias, concurrencia y bases de coordinación entre dichos ámbitos. La cosa es sencilla, pues a falta de adecuados tratamientos, cuidados y educación a las niñas, niños y adolescentes, el Estado entra en suplencia de los cuidadores, padres o madres como tutor de sus intereses y derechos, a través de diversas instituciones como los sistemas DIF y las procuradurías de protección que existen en cada una de las entidades federativas bajo el manto de la asistencia social; en esta tesitura, tenemos que los gritos constituyen una de las formas más comunes de violentarlos y que genera efectos negativos en su desarrollo socioafectivo. De acuerdo con la psicóloga Liliana Orjuela López, lo primero que como padres y madres debemos comprender es que NO son las niñas y niños quienes nos hacen gritar, la culpa no es de ellos, por el contrario, somos los adultos quienes no sabemos regular nuestras emociones de ira, irritación, angustia o frustación y, entonces, nos salimos de control. Para la citada profesionista, el grito implica un abuso de poder que descalifica a las infancias, las intimida, las humilla y les genera sentimientos de inferioridad y culpa. Orjuela establece que los gritos no generan respeto, si acaso frenan momentáneamente su comportamiento, solo por temor, generando así, una crianza autoritaria en la que la relación de padres e hijos se basa en el miedo y no en el amor y el respeto. Para la citada psicóloga, cuando las infancias son criadas en un ambiente en el que el grito es la constante, aprenden que esa es la forma correcta de resolver los conflictos y, de acuerdo con varias investigaciones científicas, se ha demostrado que las niñas y niños expuestos a agresiones verbales, desarrollan conductas agresivas y desafiantes como mecanismo de defensa, así como ira, resentimientos y problemas de interacción social. Finalmente, el Instituto Colombiano de bienestar familiar, dispone que es posible educar sin gritos, siempre que los padres y madres sepan y reconozcan que deben controlar sus emociones y busque alternativas, de tal suerte, debemos aprender a respirar, contenernos, tomar un vaso de agua, alejarnos y recuperar la calma, también se recomienda identificar la emoción que estamos experimentando a sabiendas que tenemos derecho a estar enojados o frustrados; después de la calma será importante reflexionar y dialogar sobre lo ocurrido. Tenemos pues una tarea muy importante para evitar agredir a nuestros hijos e hijas con nuestros gritos y formar individuos emocionalmente sanos.

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