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martes, 17 junio, 2025
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¿Quién sufrió “la chapuza filistea” mencionada por López Velarde en Dalila?

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Por: ALFREDO CASTRO ESCUDERO •

La Gualdra 673 / Historia / Ramón López Velarde

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La noche del sábado 26 de abril de 1919, el poeta zacatecano Ramón López Velarde acudió con otros amigos al teatro Esperanza Iris, en el centro de la Ciudad de México, para escuchar la ópera Sansón y Dalila, del autor italiano Saint-Saëns. El teatro estaba “hasta el bote”, por la enorme expectación de escuchar a la Compañía de la Ópera Italiana, encabezada por el director y concertador, tras una exitosa temporada en Nueva York, Giorgio Polacco, así como la presentación estelar de la contralto italiana, Gabriella Besanzoni. López Velarde quedó extasiado con la voz y presencia de la cantante. Tanto, que le escribió un hermoso texto titulado “Dalila”, publicado unas semanas después en el semanario El Universal Ilustrado, acompañado de una ilustración del extraordinario Ernesto García Cabral. En 1923, ya muerto el poeta, el texto se incorporó al libro póstumo El Minutero

En el primer párrafo de “Dalila”, el jerezano nos hace saber que el tenor que interpretó esa noche a Sansón, la pasó fatal, por el rechazo sonoro del público: 

“En mis memorias, Gabriela Bezansoni (sic) ocupa la línea de las hechiceras. La noche de abril en que la oí perfeccionar a Dalila, Sansón, cabizbajo como nunca, padeció ante seis mil espectadores la chapuza filistea. A mi ver, la principal desgracia del tenor que la multitud repudió severamente, consiste en alternar su voz escolástica con la de esta enloquecedora, en cuya garganta se subleva el trueno y se pacifica la brisa […] Dentro del humo de tales jeroglíficos, Sansón, figura de Cristo, empujaba la muela”. (1)

RLV
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El poeta, con compasión aparente, no menciona el nombre del tenor. Al día de hoy, ¿sabemos con certeza quién fue el cantante que naufragó esa noche en la calle de Donceles, al tiempo que la estrella de Besanzoni deslumbraba y fascinaba al jerezano y en general al público de la Ciudad de México? (2)

Tras más de un siglo de esa función operística, inmortalizada por la prosa de López Velarde, ¿importa saber el nombre del tenor abucheado? Para el poeta, ensayista y musicólogo mexicano, Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929-2022), sí importaba. En un artículo publicado en 2001, (3) Lizalde manifiesta su confusión inicial con el tenor mencionado en “Dalila”, pues la única representación aparente que hizo Besanzoni de esta obra en 1919 en México fue, afirma, en octubre, acompañada, ni más ni menos, que de Enrico Caruso. Pero no podía tratarse de él, reflexionaba Lizalde, pues López Velarde sitúa el hecho en abril de ese año, y Caruso no llegó a México, sino hasta meses después. Además, las funciones de Sansón y Dalila que dieron estos cantantes italianos en el Teatro Iris y en la Plaza de Toros de la Condesa, fueron un éxito absoluto, como lo registraron las crónicas periodísticas. (4) 

Lizalde acepta que debió haberse celebrado una función de Sansón y Dalila en abril de ese año, que es el origen del texto velardiano. Tras investigar, concluye el poeta melómano: “La función de Sansón que escuchó López Velarde fue, en efecto, la de abril de 1919 con la mezzo admirada y con el tenor catalán José Palet (cuyos registros antiguos son conocidos) que era un buen cantante, pero no un portento”. (5)

Sansón y Dalila represrntados por Ernesto García Cabral. Las dos fuerzas ¿Cuál es la que vence_ Revista de Revistas, 575, 5 de mayo 1921.
Sansón y Dalila represrntados por Ernesto García Cabral. Las dos fuerzas ¿Cuál es la que vence_ Revista de Revistas, 575, 5 de mayo 1921.

En efecto, el tenor Josep Palet (Martorell, Cataluña, 1877- Milán, Italia, 1946), era miembro de la compañía Ópera Italiana y estaba en México en las fechas en que se presentó Besanzoni. La conclusión de Lizalde es razonable, pero equivocada, como veremos más adelante. Cabe mencionar que Palet, lejos de vivir alguna mala noche en México, triunfó ese año por todo lo alto con Carmen, de Bizet, interpretando al celoso militar don José, con Besanzoni en el papel de la provocadora gitana. Pero no interpretó a Sansón en esa época. 

En su comentario al texto velardeano “Dalila”, el investigador literario y escritor español, Alfonso García Morales (6), retoma sin más la conclusión de Lizalde:

“´Dalila´[…] apareció en la portada de El Universal Ilustrado, núm. 108, del 29 de mayo de 1919. La Besanzoni actuó entre la Primera y Segunda Guerra Mundial y alcanzó éxitos resonantes en el Teatro Colón de Buenos Aires y otros escenarios latinoamericanos. Entre sus papeles principales estuvieron La Carmen de Bizet y la protagonista de Sansón y Dalila de Saint-Saëns. Eduardo Lizalde informa que la función a la que se refiere López Velarde tuvo lugar en abril de 1919 en el corso El Toreo, con el tenor catalán José Palet en el papel de Sansón. Algo después, en noviembre de ese año, la Besanzoni repitió como Dalila en el mismo escenario con el gran Caruso…”.(7)

Además de reproducir la conclusión equivocada de Eduardo Lizalde en torno al tenor con “voz escolástica”, García Morales sitúa mal el evento: la plaza de Toros. 

Fausto Castellani. Revista Vita Teatrale No. 32, Año 3, 1912.
Fausto Castellani. Revista Vita Teatrale No. 32, Año 3, 1912.

En 2021, el poeta y escritor saltillense, Víctor Palomo Flores retoma el tema del misterioso tenor mencionado por López Velarde. (8) Desafortunadamente, el autor desconoce la fecha primera de la publicación de “Dalila”, en El Universal Ilustrado; el artículo de Eduardo Lizalde, y la mínima información en torno a la muerte del poeta zacatecano. En consecuencia, cae en imprecisiones graves. 

Palomo Flores ubica a Gabriella Besanzoni en México hasta el mes en que se presentó en el Toreo con Enrico Caruso, en octubre de 1919, participando en Sansón y Dalila. Por lo tanto, el tenor que sufrió “la chapuza filistea” no es otro, nos dice Palomo Flores, cómo no, que Enrico Caruso. Y de plano le reclama a López Velarde, no haberse atrevido a decir su nombre. 

Palomo tiene otro problema que resolver. El texto dice claramente que fue en abril, no en noviembre, de 1919, cuando escuchó a la cantante italiana. Lo resuelve diciendo que el propio zacatecano escribe al principio de su prosa “En mis memorias”, esto es, que redactó tiempo después de la célebre función que relata. Palomo Flores escribe: “¿Por qué abril? ¿Pensaba [López Velarde] en su lecho de enfermedad, la escritura de sus memorias y la fiebre le enrevesaba los datos?”, Palomo Flores ignora que “Dalila” se publicó por vez primera en El Universal Ilustrado, en mayo de 1919. También el contexto de la muerte de Ramón, en el que no hubo tiempo de casi nada, menos dictar memorias y recuerdos. 

Caruso y Besanzoni en el Toreo de la Condesa 1919.
Caruso y Besanzoni en el Toreo de la Condesa 1919.

Merced a dos crónicas periodísticas escritas por dos amigos cercanísimos del vate jerezano, con los que seguramente asistió al teatro esa noche, sabemos con toda exactitud el lugar, la fecha, la obra y el nombre del cantante que mal acompañó esa noche a Gabriella Besanzoni: 

Teatro Esperanza Iris de la Ciudad de México.
Sábado 26 de abril de 1919.
Sansón y Dalila, de Saint-Saëns.
Con el tenor el italiano… Fausto Castellani. (9)

Ambas crónicas confirman, fuera de toda duda, la llamativa “bronca” suscitada por el público, única registrada en esos meses -y en mucho tiempo-, en contra, ahora sabemos, del cantante Castellani. 

Jesús B. González, “Buffalmaco”, (10) publicó en el diario El Pueblo, del 27 de abril de 1919, el texto “Debut de Castellani con Sansón y Dalila” (11). Ahí nos cuenta lo que pasó en esa noche de sábado de hace más de un siglo: 

Anoche [o sea, el día 26] se llevó a escena, en el Teatro Iris, la hermosísima obra “Sansón y Dalila, de Camilo Saint-Saëns. […]el incidente surgido anoche con la presentación de Castellani, y debido a la impertinente actitud del público para con el artista citado, nos obliga a ceder mayor lugar en la crónica del relato de nuestras impresiones sobre dicho incidente. Castellani, que es un tenor de voz rara, engolada y áspera, que sigue una escuela de canto poco italiana; pero que es muy consciente de su actuación en la escena y que sabe a la perfección la obra de Saint-Saëns […] fue objeto de una penosa manifestación de desagrado, que una escasa parte del público indebidamente le otorgó. Ese desagrado, que en todo caso pudo haber sido comedido y discreto, se desbordó y llegó a límites increíbles. Algunos impertinentes, devotos del gaonismo y del Belmontismo, creyéndose en la orgía de sangre y de sol, prorrumpieron en gritos estúpidos, pidiendo que solamente saliera al final, en la escena, la señora Besanzoni […] Nosotros no vamos también a encomiar al tenor Castellani; repetimos que no posee una voz bella, ni mucho menos limpia o de una tonalidad metálica, no; pero de pasar por alto su labor sin loas y aun hasta con indiferencia o censura, a justificar que se le regale con una rechifla de carácter taurómaco, hay bastante distancia […] La obra de anoche, presentó una nueva oportunidad a la distinguida contralto señora Besanzoni, para lucir sus dotes. Su Dalila fue insuperable. Hubo momentos en que toda la concurrencia se sintió arrobada por las notas graves de la diva, esas notas graves de una riqueza máxima y de una fuerza expresiva irreprochable”. 

Buffalmaco reconoce, sin más, las graves limitaciones manifestadas esa noche por Castellani. Pero reprueba “la rechifla” de una parte del público, al que compara con el taurino. Celebra sin límite la participación de Besanzoni, con lo que coincide plenamente con la impresión de su paisano zacatecano. 

El otro relato puntual, “Crónicas de arte de El Universal. Sansón y Dalila”, corresponde al jalisciense Carlos González Peña, (12) publicado en El Universal, el 27 de abril de 1919. (13) 

Tras elogiar de manera hiperbólica al director de la orquesta, Polacco (“Su batuta es aquí, a ratos, como una antorcha que fulgura, y, a ratos, también como un lirio que se ofrece”), y a Besanzoni: (“… las amplias y las extraordinarias facultades que como artista y como cantante tiene la señora Besanzoni, le permiten ir de aquí para allá en el museo lírico; y mucho dudo que exista figura a la que ella no haga vivir, a la que ella no dé relieve […] tan joven, tan intuitiva, tan fresca, con una voz que se halla en plena eclosión de brillo y de fuerza”.), González Peña describe así lo que pasó esa noche en el Esperanza Iris, con el bíblico Sansón: 

“Presentose con el Sansón el tenor Fausto Castellani. Y, a propósito, debo señalar, por equidad y decoro, un incidente desagradable: la actitud a todas luces injusta y -lo que es peor- incorrecta del público de las localidades altas para con este artista. Castellani no es un gran tenor, pero sí un intérprete aceptable del Sansón. La ópera de Saint Saëns es, ante todo, para el tenor, una ópera central. Y si la voz de Castellani ciertamente no abunda en sonoridad y brillo, en cambio sí muestra un apreciable volumen, un genuino timbre de voz, y -lo que más importaba anoche- condiciones excelentes de su centro, más, aun cuando así no fuera, el público, al ´sisearlo´ desde el primer momento, interrumpiendo la representación con manifestaciones tan importunas como improcedentes, se olvidó que estaba en un teatro y en una representación de arte, creyéndose probablemente en la plaza de toros. Desaparecieron tales siseos en el tercer acto, en el cuadro del molino, precisamente el más difícil para el tenor, en toda la obra, y justamente el mejor cantado por Castellani”.

Por definición, la crónica narra y documenta un hecho. En este caso, los claroscuros acontecidos en una noche operística y sus protagonistas. Es lo que hacen Buffalmaco y González. La preciosista prosa de López Velarde, en cambio, es meditada y con otro propósito: homenajear la figura e interpretación imponente de Gabriella Besanzoni. Por ello, no menciona el nombre del triste Sansón de esa noche. Ya lo habían hecho los cronistas. 

No sabemos si Castellani leyó -o le tradujeron- las crónicas aquí mencionadas. Pero si lo hizo, seguro expresó el equivalente al italiano del mexicanísimo “no me defiendas compadre”. 

Dos comentarios finales:
En la función del 26 de abril de 1919 se dieron por lo menos otros dos acontecimientos ignorados por López Velarde y los cronistas aquí citados, pero que con el paso del tiempo tienen su relevancia. En primer lugar, la participación principal en los cuadros de baile de la bailarina checoslovaca Vlasta Maslova, quien fuera parte de la compañía de Anna Pavlova, cuando ésta visitó México en febrero de ese año. Maslova decidió quedarse un tiempo aquí. Fundó en la capital la academia Bailes Imperiales, con toda la técnica del clásico ruso. Es parte de la historia de la danza clásica mexicana. (14)

El otro dato es la participación discreta en la célebre función del tenor mexicano, en ese momento de 24 años, José Mojica. La popularidad del cantante gabrielense será espectacular, a partir de los años treinta. (15)

Hoy día, al pasar por el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, en la bulliciosa calle de Donceles, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, no puedo dejar de admirar la hermosa fachada neoclásica del inmueble e imaginar a López Velarde parado ahí, en la magnífica entrada, en aquella noche perdida de abril de 1919. Alto, elegante, enlutado, lo veo sonriente departiendo con sus amigos y ansioso por entrar al teatro y disfrutar lo que intuye será un evento magnífico. De esa noche lejana y gozosa, Ramón nos dejó una hermosa prosa poética, con un misterio incluido que esperamos haber contribuido a resolver. 


(1)  Ramón López Velarde, “Dalila”, en El Minutero, edición facsimilar, UNAM, colección poemas y ensayos, México, 2023, pp. 25 y 26.

(2) Gabriella Besanzoni (Roma, Italia, 1890-1962), llegó a México presidida por cierta fama, tras cantar en su ciudad natal y en la Scala de Milán, así como en el Metropolitan Opera de Nueva York, bajo la batuta de Arturo Toscanini. Tras su triunfal temporada en México en 1919, se instaló en Buenos Aires, en donde se convirtió en la mezzosoprano favorita del Teatro Colón. En 1939 puso fin a su carrera en Roma, interpretando Carmen, de Georges Bizet, su ópera favorita. Gabriella Besanzoni falleció en su ciudad natal, a los 72 años de edad. 

(3)  Eduardo Lizalde, “López Velarde y las divas”, en Biblioteca de México, núms. 65 y 66, correspondientes a septiembre, octubre, noviembre y diciembre de 2001, Conaculta, México, 2001.

(4) Hay una famosísima foto de Besanzoni y Caruso, previo a una de las funciones en la Plaza de Toros, en donde ambos lucen espectaculares, caracterizados con sus vestidos de fantasía.

(5) E. Lizalde, op.cit., p. 5

(6)  Véase Ramón López Velarde, Obra poética (verso y prosa), UNAM, Colección Poemas y ensayos, México, 2016, pp. 575 y 576.

(7) Ibid., p. 576.

(8)  Víctor Palomo Flores, “Ramón López Velarde: centenario luctuoso. Dalila una cantante italiana”, en Estamos aquí.mx, México, 15 de febrero de 2021.

(9) Fausto Castellani nació en Roma en 1879. Participó en 1901 en la Guerra del Bóxer, en China, con el ejército italiano. Herido, pasa una temporada en un hospital en donde entretiene a sus compañeros interpretando arias operísticas y canciones populares. Estudia formalmente con Virgilio Blasi. Debutó en 1908 en Roma, en el papel de Polliuone, en la ópera Norma, de Bellini. Cantó en los principales teatros operísticos de Europa y Estados Unidos. Muere en su ciudad natal, a los 48 años, víctima de una añeja enfermedad contraída en el lejano oriente. 

(10) Paisano de López Velarde (Guadalupe, Zacatecas, 1887), Jesús B. González fue un destacado periodista y narrador, así como fundador de diversas publicaciones, como Revista de Revistas. Amigo íntimo de López Velarde, compartió con él vivencias y grupos de amigos en la Ciudad de México. Ambos zacatecanos trataron el 7 mayo de 1920 de incorporarse a la trágica comitiva del presidente Carranza, rumbo a Veracruz, pero los bajaron del tren. En la enfermedad última de Ramón, Jesús no se separó de su lado. A él le debemos uno de los testimonios más dramáticos de la agonía y muerte del vate jerezano. 

(11) La crónica publicada en el periódico El Pueblo, se puede consultar en la Hemeroteca Nacional.

(12) Nacido en Lagos de Jalisco en 1885, González Peña fue escritor y periodista destacado, miembro fundador del Ateneo de la Juventud y amigo cercano de López Velarde, a quien le publicó poemas y prosas en 1915 y 1916 en la revista Vida Moderna, de la cual era Director. Uno de esos poemas, “Memorias del Circo”, López Velarde se lo dedicó a él y se integró al poemario Zozobra. En esta revista, en el número correspondiente al 29 de marzo de 1916, se publicó el dibujo al carbón del rostro de López Velarde que le realizó Saturnino Herrán y redescubierto hace poco por el escritor Fernando Fernández. De 1917 a 1920, González Peña dirigió el Universal Ilustrado, en donde se publicó en mayo de 1919 “Dalila”, con la ilustración del “Chango” García Cabral. En 1921, año de la muerte de López Velarde, González ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, de la que se hace miembro numerario nueve años después. En 1947 es Premio Nacional de Literatura. Muere en la Ciudad de México en 1955, a los 70 años de edad.

(13) Ejemplar consultado en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, en la Ciudad de México.

(14) Vlasta Maslova nació en Praga, en 1899. Estudió danza en el Opera House de Praga. Maslova viajó por el mundo, con las principales compañías de danza, como la que encabezaba Anna Pavlova que le permitió llegar a México, a principios de 1919. En los siguientes años, participó activamente en el movimiento Jazz Dancer, en Nueva York. En enero de 1937, en una visita a su familia en Praga, Maslova enfermó gravemente y murió en una cirugía. Tenía 37 años de edad. 

(15) Crescenciano Abel Exaltación de la Cruz José Francisco de Jesús Mojica Montenegro y Chavarín, nació en San Gabriel, Jalisco, en 1895. En 1916 era ya un tenor de prestigio, tras su triunfo en El barbero de Sevilla, en el teatro Arbeu. Tras un paso breve en Nueva York, interpretando papeles secundarios, Mojica llegó en los años treinta a Hollywood, haciendo breves apariciones en películas en papeles de cantante. Recomendado por Enrico Caruso, ingresó en la Compañía de Ópera de Chicago. Con la consagrada cantante escocesa, Mary Garden, triunfó con la ópera Pelléas et Mélisande, de Claude Debussy, en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Mojica se popularizó en América Latina al aparecer en películas mexicanas y grabar discos con baladas y boleros. Agustín Lara le compuso para su interpretación la famosísima “Solamente una vez”. A la muerte de su madre, acontecida en 1940, José Mojica cayó en una profunda depresión y decidió un cambio radical en su vida: se deshizo de sus bienes materiales; abandonó casi por completo su profesión artística, y se hizo sacerdote, en la orden franciscana, en Perú. En 1959 se interpretó en la película autobiográfica Yo, pecador. Tendrá participaciones esporádicas en actos de beneficencia y homenajes, hasta su muerte en Lima, en 1974.

 

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