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jueves, 18 abril, 2024
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Beneficios de la violencia

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Es imposible negar que el humano tiene en su naturaleza, una fuerza violenta; está presente desde tiempos remotos en el culto a la cacería, en las luchas por la sobrevivencia, o en actos mucho más concretos de la fisiología como comer o procrear: En estas actividades es necesaria la violencia, pues sin ella no se podrían llevar a cabo de forma óptima.

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A nivel cultural, la violencia aparece de forma explícita, pero justificable. Rendimos honor a uno de los actos más violentos en la historia, cada Semana Santa, con La pasión de Cristo. Javier Moscoso, en su Historia cultural del dolor explica como los santos religiosos son retratados con sobriedad (o al menos, no se les desfigura el rostro), ante el dolor infligido en horripilantes torturas, y es precisamente esa resistencia lo que los diviniza.

Los simples mortales somos intolerantes ante circunstancias adversas y mucho menos si implican crimen y castigo. En la sociedad contemporánea, la violencia física infligida por otro, que suele ser la más evidente, es reprobada y criticada, lo cual resulta hipócrita por dos principales razones: la primera porque tanto en el arte como en la vida cotidiana, la violencia física permite cierta catarsis, de lo contrario nadie compraría los periódicos de nota roja; además ¿cómo justificar que los programas en televisión sean cada vez más explícitos? La segunda razón radica en que, la violencia, en cualquiera de sus formas, tiene causa y efecto, y aunque a veces parezca contradictorio, el efecto suele tener grados muy altos de beneficio.

 

De la violencia simbólica a la física

El México en el que vivimos, está lleno de víctimas que no se distinguen por género o edad pero sí, muchas veces, por clase económico-social. Y al hablar de víctimas, la ‘violencia’ se hace presente. Sin embargo hay que considerar que, en palabras de Francisco Vázquez García, “si bien los dominados contribuyen siempre a su dominación, hay que recordar de inmediato que las disposiciones que los inclinan a esta complicidad son también el efecto, incorporado, de la dominación”. Es esto a lo que Pierre Bourdieu llama violencia simbólica.

Bourdieu explica que  “la violencia simbólica es esa forma particular de coacción que no puede ejercerse más que con la complicidad activa- lo que no significa consciente y voluntaria- de los que la sufren y que no están determinados sino en la medida en que se privan de la posibilidad de una libertad fundada en la toma de conciencia”.

Se diferencia de la violencia física en que no suele ser perceptible pero también tiene al cuerpo como su blanco, porque consiste en una imposición, en un acto injusto por sí mismo que conlleva a una injusticia cultural, es decir, en un modo social e históricamente particular de ser y estar en el mundo.

“Los que singulariza a la violencia simbólica es que se hace aceptar y reconocer como legítima porque los dominados- y los dominantes- desconocen su condición de violencia, su arbitrariedad. Las diferencias que establece, las exclusiones que prescribe son aceptadas como si derivaran del orden natural de las cosas”. Bourdieu pone de ejemplo a las familias modestas, que perciben el fracaso escolar de sus hijos como la consecuencia de una falta de inteligencia o mérito, no como el efecto de una desigualdad de capital cultural.

Ahora bien, pensemos en las guerras que han sucedido en México y su nulo efecto positivo para las clases sociales marginadas. Recordemos las matanzas en masa que han ejercido ciertos gobernantes contra los clasemedieros que reclaman su tierra o sus derechos. Tengamos muy presente la ola de violencia de los últimos siete años (si no es que muchos más) del narcotráfico, que ha padecido, sobre todo, la sociedad civil. Y no dejemos de lado los crímenes que se dan día a día en casa, en la escuela, en el trabajo, en la calle…

Toda esa violencia es simbólica en tanto sigue sucediendo porque ya forma parte de nuestra forma de vida, de nuestro ser y estar en el mundo. Tan arraigada está que es cíclica; se repite cada tanto, y la aceptamos. Sin duda, tal cual lo propone Bordieu, su permanencia radica en que no hay una conciencia de que existe. Lamentablemente, llega a hacerse consciente solo cuando es percibida por todos los sentidos, es decir, hasta que se hace física.

Por infortunio, el dolor como recurso mnemotécnico ha prosperado en la educación nacional y aún son pocos los que entienden de otra forma. El caso por ejemplo, del Distrito Federal, lugar en el que han tenido escenario sucesos violentos de gran magnitud y centro en el que recaen los procesos de los demás estados; es el sitio de México en el que mayor conciencia social existe.

Parece, y tal vez sea un error proponerlo así, que entre más violencia se ejerce, más fuerte es su efecto en quien la recibe, mayor el grado de entendimiento, de catarsis y por supuesto de presión para percibir lo imperceptible, pero también mayor victimización, que es lo que permite juzgar y culpar a otros, y no afrontar la responsabilidad propia. Y esos son beneficios, unos muy grandes. ■

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