La cultura material y la vida cotidiana de los novohispanos, en los periodos previo y posterior a la independencia, estuvieron regidos por una economía basada, sobre todo, en la minería (1), y en torno a esta actividad, en menor medida, las actividades del campo; el comercio, en menor escala, y los trabajos relacionados con la milicia, la Iglesia y la administración pública y política. Todo este microcosmos tuvo como clase dirigente a la élite encabezada por los barones mineros que, como auténticos empresarios, además de ser dueños de minas, poseían haciendas agrícolas ganaderas, tenían comercios, y por si algo faltara, a través de sus socios y compañeros de clase social, cargos en los ayuntamientos. De esta forma, controlaban no sólo la economía, sino también la política de la provincia.
Fue tal la importancia de la producción minera de los reales zacatecanos, que según el historiador local Elías Amador, al finalizar el siglo XVIII existían 200 bocas de minas abiertas. Los gastos de las minas y haciendas de beneficio importaban 30, 000 pesos a la semana y en ellas se ocupaban 7 mil operarios (2). En el lustro previo al estallido de la independencia sólo la mina Quebradilla, cuyos socios propietarios eran Fermín Antonio de Azpechea, Fausto de Arce, Bernardo de Iriarte y Julián Permartín, por concepto de impuestos pagados a la Corona, llegaron a la metrópoli utilidades dos millones de pesos. También es cierto que, por las características de la minería, la población de los reales, lo mismo que aumentaba explosivamente, disminuía bruscamente. De la riqueza y opulencia, en los tiempos de bonanza, pasaban a ser pueblos fantasmas cuando se agotaban las vetas e iniciaba el periodo de crisis con su reflujo. Ejemplos sobran. José Miguel Gordoa, al llegar a Cádiz como diputado ante las Cortes, representando a Zacatecas, en su primera intervención en la máxima tribuna de la nación, el 26 de abril de 1811, al referirse al que había sido “el opulento, aunque efímero Real de Ramos, por el año de 2005 contaba con 10 mil a 12 mil personas, había quedado reducido a un estado primitivo, “y ya casi no es sino cero entre las poblaciones” (3).
La economía y vida de los zacatecanos dependía, en un alto porcentaje, de la actividad minera, pues fuera de ésta, además de una agricultura y ganadería temporaleras, en las jurisdicciones de los partidos sólo había algunos telares y molinos de trigo. Fábricas e ingenios no existían.
En Zacatecas, como en el resto de la Nueva España, la figura del potentado minero se unió a la del terrateniente. Los grandes mineros poseían, a su vez, grandes haciendas agrícolas y ganaderas. Tal fue el caso paradigmático de los Fagoaga, quienes llegaron a poseer haciendas agrícolas en Sombrerete, minas en ese mismo lugar y en Vetagrande.
La población en la intendencia de Zacatecas diseminada en 46, 426 km2, entre 1793 y 1810, presentó la variación que muestra el siguiente cuadro:
Población de la Intendencia de Zacatecas, 1793-1814.
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1793 |
1803 |
1810 |
Densidad h/Km2. entre 1803 y 1810. |
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118, 127 Hbts. |
153, 300 Hbts. |
140, 723 Hbts. |
De 3.3 a 3.0 Hbts. |
Fuente. A. Commons, Las intendencias de la Nueva España, México, UNAM, 1993, p.182.
Referencias:
1. De las diez cabeceras de partidos, incluida la capital de la provincia, eran reales mineros: Fresnillo, Sombrerete, Nieves, Mazapil y Sierra de Pinos. Dentro de wstos, existían además otros centros mineros. El distrito minero de la capital Zacatecas comprendía a Pánuco y Vetagrande con numerosas y ricas vetas argentíferas.
2. Amador, Elías, Bosquejo histórico de Zacatecas, México, PRI, 1943, p. 568.
3. Delgado Carranco Susana María, Libertadde imprenta, política y educación, México, Instituto Mora, 2006.
