Estamos a pocos meses de elegir nuevamente a nuestros representantes, tanto en el ejecutivo, como en el legislativo. En la contienda presidencial, si hacemos caso a las encuestas, poco puede hacer la oposición para evitar el triunfo de la oficialista Claudia Sheinbaum, tanto Xóchitl Gálvez, como nuestro paisano Jorge Álvarez Máynez, tendrían que remontar muchos puntos para competir realmente en esta elección.
Así pues, la importancia de la elección (a nivel federal), se centra en la composición de la legislatura, ya que como lo ha mencionado el presidente, el obtener una mayoría en el congreso, es prioridad para que siga avanzando lo que él denomina, la cuarta transformación del país, con el famoso Plan C de Morena.
Con este panorama y considerando la gran aceptación, que tiene el ocupante de la silla presidencial, es posible que se logre el objetivo de la mayoría, con todo lo que implica. El obtener una mayoría para poder modificar la constitución, si bien es deseable para realizar las contrarreformas del periodo neoliberal, también implica un riesgo.
En elecciones estatales anteriores, incluso en la elección de hace 6 años, vimos candidatos no gratos para los militantes de izquierda (Lilí Téllez, por ejemplo) que gozaban de cierta popularidad y fueron arropados por Morena para incrementar el número de votos, sin importar, que el perfil de muchos de esos candidatos fuera contrario a los principios éticos, que el presidente dice que su partido representa. Algunos candidatos, incluso, cambiaron de partido una vez que ya habían tomado protesta al cargo al cual fueron electos.
¿Cómo podemos evitar esto? La forma más rápida para evitar el típico chapulineo político, sería pedirles congruencia a nuestros políticos, obviamente, esa solución está descartada. Otra posible solución sería, que la ciudadanía deje de fijarse en el partido político y comience a evaluar el desempeño de los políticos, su trayectoria, origen, discurso, propuesta, ¡vaya! que seamos una democracia madura, pero esta solución también tomaría tiempo.
Entonces, nos enfrentamos a una elección difícil, la oposición ha dejado un vacío político, no representa una opción propositiva en cuanto a calidad argumentativa, que haga reflexionar a la gente, que no esta del todo convencida con otorgarle un mayor poder político al presidente; Morena, en busca de la mayoría legislativa, corre el riesgo de dejar entrar a muchos oportunistas a su movimiento, que solamente buscan el poder, para a la primera de cambio, traicionar al partido.
Sin duda, nuestro sistema político requiere una reforma, que le permita a la sociedad involucrarse más políticamente, disminuyendo los privilegios que gozan en la clase política y forzando a los partidos a elegir candidatos con mejores perfiles. Irónicamente, una reforma de tal calado, requiere una mayoría, que, aunque debería lograrse mediante el debate y los acuerdos, en este momento solo sería posible alcanzando el Plan C del presidente.
Por lo tanto, estimado lector, sea cual sea el partido de su preferencia, lo invito a reflexionar seriamente, no radicalizar su posición y analizar, serenamente, los acontecimientos de los próximos meses, porque ni unos son tan santos, ni los otros tan diablos.