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sábado, 20 abril, 2024
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Medir el bienestar es cambiar la realidad de los mexicanos

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Por: RICARDO ARTEAGA ANAYA •

El Producto Interno Bruto ha sido, desde la segunda guerra mundial, la principal herramienta para medir la riqueza, el crecimiento o el decrecimiento en la producción de bienes y servicios de las empresas en cada uno de los países, en otras palabras para medir si un país está teniendo algún crecimiento económico.

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A través de esta medida se ha juzgado y calificado el avance de las naciones y se juzga si los gobiernos han sido buenos o malos, sin embargo, durante los últimos años han surgido países que han criticado esta medida señalando que se deja de lado lo que verdaderamente importa: el bienestar de los ciudadanos, pues se mide únicamente la riqueza generada sin que ellos signifique que esta riqueza se distribuye justamente entre todos y que dicho incremento en la riqueza se vea reflejado en una mejoría de la calidad de vida de los pobladores.

La riqueza generada en una nación puede ser arrojada por las grandes empresas mientras que las pequeñas y medianas empresas (aquellas que construyen con esfuerzo y dedicación la gran mayoría) disminuyen su capacidad de generar riqueza, sufren pérdidas y muchas de ellas se van a la quiebra, arrojando desempleo, pobreza y desigualdad, sin que ello se vea reflejado en el PIB porque dichas cifras se ven opocadas por la riqueza generada por las grandes empresas, entonces, esta medida no nos muestra la realidad económica de un país.

El PIB se olvida, pues, de medir la desigualdad en el país, su único objetivo es mostrar el crecimiento o decrecimiento de la riqueza de un país dejando de lado el desarrollo económico que si mide el progreso o la mejoría en la calidad de vida de las personas en distintas áreas como la salud, educación, bienestar material, entre otros.

La declaración del Presidente respecto a esta medida y sobre la propuesta de buscar cambiar la herramienta para medir la riqueza y centrarla en medir la felicidad y el bienestar del pueblo ha despertado una ola de críticas por parte de la oposición, es normal que una propuesta de este tipo genere escozor pues estamos acostumbrados a calificar a los gobiernos según las cifras del PIB, sin embargo, es necesario repensar el modelo económico y la forma de medir su resultado, las anteriores ya han fallado.

Centrarnos en el PIB puede ocasionar que los gobiernos enfoquen sus esfuerzos en incrementar esta cifra para salir bien librados por las calificadoras internacionales, los medios y los ciudadanos, dejando de lado la oportunidad de mejorar realmente el bienestar de su pueblo y sin cambiar entonces la realidad en la que sufren pobreza, inseguridad, desigualdad e injusticia social.

Medir pues el bienestar arrojaría un cambio en las políticas públicas de México, un cambio drástico en la forma de gobernar y por ende en el modelo económico y político de un país, después de todo la esencia de una democracia es buscar el bienestar de la mayoría.

El desarrollo económico, por otra parte, resulta una medida en la que se analiza el crecimiento de la producción de bienes y servicios de la economía de un país, en otras palabras mide el crecimiento respecto a todas aquellas actividades que se ven reflejadas en la vida de la población, como el avance tecnológico y educativo, avances que claramente mejoran la calidad de vida de todos los ciudadanos y no solamente de unos cuantos.

La propuesta de medir el bienestar de los mexicanos en lugar de la riqueza generada, no resulta una idea descabellada, pues tomar en cuenta ésta, sería medir la mejora o disminución de la calidad de vida de un ciudadano y el impacto de las políticas públicas en la vida colectiva. Por ejemplo, mejorar la calidad educativa en un país a través de la implementación de la tecnología para la educación, la construcción de más aulas, escuelas o invertir en la preparación de los maestros, traería consigo un avance en el nivel educativo, así como un incremento de alumnos en las aulas, cuestión que en algunos años se vería reflejada en la calidad de vida no solamente de ellos, sino de su familia.

La inversión en la educación, en la salud, en proyectos económicos que aporten una mejoría económica de toda una población traerían consigo una mejoría en la calidad de vida y por ende un crecimiento económico y una mayor felicidad en el pueblo mexicano, está demostrado que mejorar la calidad de vida de una persona trae un incremento en la felicidad de la misma. Medir el bienestar en lugar del PIB es urgente para cambiar todo un sistema económico y la realidad para millones de mexicanos. ■

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