■ Investigadores y sacerdotes han contribuido a la pérdida de piezas del siglo 17, asegura custodio
■ Arte sacro de más de cuatro siglos de antigüedad está en grave deterioro, advierten expertos
Ante el olvido de la Iglesia y la autoridad gubernamental, don Nicandro Sarellano Márquez desde hace por lo menos 12 años resguarda la Parroquia de San Pantaleón, edificada en 1663 y que se ubica a dos horas y media de esta capital.
Se trata de un recinto religioso de cuatro siglos de antigüedad que guarda en su interior 74 piezas consideradas bienes culturales del estado y la nación, de acuerdo con la clasificación que les da el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El inmueble, blanco al exterior, guarda misales, textos religiosos en latín y español, pinturas de lienzo virreinales, casullas o vestimenta de sacerdotes (alguna con hilos de plata), utensilios litúrgicos, un órgano, imágenes de santos como las de San Andrés, San Antonio y San José, esculturas, un confesionario, candelabros y muebles que en su mayoría datan de los siglos finales del 16 y todo el 17 (aunque hay piezas posteriores).
Durante décadas todas estas reliquias han estado expuestas a la merced del saqueo y el deterioro, no por descuido de su custodio, sino por la carencia institucional de una política de salvaguarda de la parroquia escondida en La Noria de San Pantaleón (Sombrerete), un pueblo fantasma de apenas cinco decenas de habitantes, que además de rendir culto a su patrono de origen turco, San Pantaleón, también tienen su espacio alterno para la Santa Muerte.
Nicandro, el hombre de poco más de 60 años de edad, no tiene un nombramiento ni el reconocimiento del INAH o cualquier otra autoridad para dedicar parte de su vida a cuidar los bienes culturales y religiosos que son piezas importantes del rompecabezas de la historia virreinal en Zacatecas.
El inmueble alberga en completo deterioro un lienzo que representa la conversión de San Pantaleón, y a que a decir del INAH es el único vestigio novohispano que queda con esa imagen. Con motivo de un corto circuito en 2004, el lienzo de la aparición de la virgen de Súchil tiene graves quemaduras. Ambos tienen antecedentes de los siglos 17 y 18.
Los cajones de un mueble ubicado en la sacristía guardan desde gordos y pesados misales en latín con portadas de cuero, catecismos fechados en 1634, 1793 y 1892, hasta libreras de inicios del siglo pasado donde están los nombres y la cantidad que los feligreses daban de diezmo.
También hay una nota de hace casi un siglo de un periódico español que alude al santo patrono. Se requerirían varios días para conocer a groso modo los textos que en esos estantes se esconden.
Tapar las goteras de la iglesia, pintarla y otros cuidados mínimos se hacen no por intervención gubernamental, sino por la gestión de don Nicandro con Guillermo Hernández Castañeda, gerente de la Minera Peñoles, Unidad Sabinas, ubicada a unos metros del lugar. Esa empresa manda a sus albañiles para que le metan mano “se han portado muy bien”, dijo el sombreretense, durante el recorrido realizado por la iglesia.
Aseguró que no existe ni el mínimo presupuesto para la conservación de dicho patrimonio. “Aquí nunca viene la autoridad”. Aunque Carlos Augusto Torres Pérez, delegado del INAH, dijo que para el mantenimiento de sitio y su restauración, debe primero haber un estudio para intervenirlo con el fundamento científico mínimo, lo cual anunció, se hará este año.
Si bien el funcionario admitió el deterioro del sitio, aseveró en entrevista que la institución se encarga de la conservación del inmueble por ser parte del catálogo de monumentos históricos y estar protegido en el artículo 36 de la Ley Federal de Monumentos, Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas. Además, porque está en el territorio del Camino Real Tierra Adentro.
Por su antigüedad y el esplendor que representó en el siglo 17 con el auge minero, San Pantaleón es un acervo de valor incalculable, reconoció el funcionario federal.
En tanto, don Nicandro aseguró que en los 12 años que tiene la parroquia a su cuidado, no sabe ni quién es el INAH. Sólo en un par de ocasiones han ido restauradores a llevarse muestras y hacer inventarios, pero jamás regresaron, relató.
Saqueo al patrimonio; autoridad lo minimiza, experta lo lamenta
Derivado de un convenio entre el INAH y el Colegio de Michoacán (Colmich) para la restauración y mantenimiento de la parroquia, hace aproximadamente dos años, fue Mirta Insaurralde, investigadora titular A del laboratorio de análisis y diagnóstico del patrimonio de dicha institución educativa, a quien Nicandro especialmente la recuerda porque con la promesa de regresar hasta ahora incumplida, recortó y se llevó “un pedazo” del cuadro de Nuestra Señora del Súchil, una pintura del siglo 17 o inicios del 18, según fechas avaladas por las autoridades.
En San Pantaleón desde hace años sólo se oficia misa en la fiesta patronal (27 de julio). Los creyentes se deben cooperar para pagarle al padre, quien les cobra un promedio de mil 550 pesos por cuatro ceremonias en dos días.
Sin pago no hay servicio. Ya saben que también se llevará las limosnas de los creyentes, de modo que se irá con una cantidad de hasta 3 mil pesos en total, comentó el custodio. Aplicaría quizás la máxima del historiador José Enciso Contreras, “ni hormigas donde no hay granero, ni curas donde no hay dinero”.
Aunque son pocas las ocasiones en que van los “padrecitos”, Sarellano lamentó que ellos también se han llevado antigüedades de la parroquia, no obstante, nunca se atrevería a revisarles sus bolsas, sólo sabe que así es porque han desaparecido objetos de la sacristía.
Recordó que hace cuatro años aproximadamente un sacerdote de nombre “Donato” le pidió prestada la novena de San Pantaleón, un texto en latín del siglo 17 que ya no regresó. Sólo sabe que el presbítero ahora vive en Jiménez del Teul.
También relató que hace 20 años una maestra de la comunidad fue casada por un padre que se llevó vestimenta virreinal de la parroquia para decir la misa y nunca la regresó. “Cuando venían, si a un padre le gustaba algo se lo llevaba prestado, pero ya no regresan”. Había varias “campanitas” hoy queda nada más una.
Hace tiempo don Nicandro no se hubiera atrevido a entrar a la sacristía y revisar a los visitantes, “pero como están las cosas, yo creo que ya hay que hacer eso”.
Al respecto, el delegado estatal del INAH desconoció el saqueo denunciado por el feligrés, incluso aseguró que en Zacatecas el robo del arte sacro no es grave, el último caso, del Divino Preso en Bracho, se pudo recuperar. De modo que instó al custodio a hacer la denuncia en el Instituto y así la Procuraduría General de la República (PGR) busque las piezas.
Maricela Valverde Ramírez, una restauradora y estudiosa del arte sacro virreinal, desde hace más de dos décadas, difirió con la versión oficial pues dijo, el saqueo del que ha sido objeto la capilla de San Pantaleón no es algo que sorprenda ni es propio de ese lugar. El robo y abandono del arte sacro y prehispánico “es tema de todos los días”. Aseguró que hay gente que puede vender puntas de flecha en 20 pesos.
Opinó que si bien el INAH tiene un inventario del arte sacro de las más de 300 iglesias del estado, suena paradójico que si conocen de ellas y en concreto de las de San Pantaleón estén en alto grado de deterioro, por ende se mermen, mutilen o roben. “¿Cómo es posible, quién le va a poner un alto?”.
A decir de la autora de libros como el de Ignacio Berben, un pintor del Reino de la Nueva Galicia siglo 18, la pérdida de una pintura, escultura o texto litúrgico de los que están en La Noria significa desechar una parte de la memoria colectiva, pues son documentos históricos.
“La historia se arma como si fuera un rompecabezas” y si se pierden las piezas o se mutilan se va con ello información del pasado.
Por protección de la parroquia, Valverde, investigadora de la UAZ, evitó decir cuánto puede llegar a costar un lienzo de los que tiene San Pantaleón, pero la realidad dijo, es que el mercado negro es muy amplio y de nadie es desconocido que grandes y pequeñas piezas de arte sacro son comprados por museos, universidades o coleccionistas privados de otros países
Valverde consideró que los recintos religiosos de este estado tienen las características de un museo y al ser San Pantaleón uno de ellos, más allá del costo monetario, cada pérdida es inestimable y los zacatecanos no se deben dar el lujo de perder esa identidad. Una medida sería tener catálogos razonados con la descripción de las piezas.
El INAH tiene un inventario de la parroquia de La Noria, pero desconoce del saqueo según las declaraciones del delegado. Nicandro Sarellano carece de uno, sabe lo que hay porque ya lo tiene en la mente y objetos como el órgano lo tiene “más cuidado” en la parte del coro. No sabe ni le interesa lo que cuestan esas piezas, comentó, pero está en el entendido de que valen mucho dinero, porque cuando van valuadores y pintores entre ellos platican que son muy caras “pero a nosotros no nos dicen”.
La estudiosa del arte virreinal lamentó por tanto el descuido gubernamental y recordó que hace cinco o seis años en el Templo de Jesús, en Zacatecas, se robaron dos cuadros del viacrucis y eran por encargo.
Si se da un vistazo a otras iglesias, las pinturas, esculturas y objetos de uso litúrgico están en abandono total, hay esculturas coloniales con ataques biológicos y Cristos del siglo 16 en peligro de quemarse por un corto circuito, como sucedió en San Pantaleón con la pintura de la virgen del Súchil.
Mientras ello sucede, Valverde cuestionó que cada vez se recorta más el recurso a la cultura y no hay políticas donde demuestren que les importa el patrimonio, a lo más las instituciones patrocinan publicaciones de algunos libros y hasta eso es un viacrucis.
Proyecto de rescate este 2015
La parroquia de San Pantaleón, ubicada en un pueblo minero fundado en 1553 y, por ende, en los confines del mundo novohispano, según palabras del historiador José Enciso, coincidentemente ha captado el interés del INAH y la semana pasada en entrevista anunció el delegado, se dará continuidad al convenio con el Colmich para este mismo año conformar un “proyecto integral” que permita la gestión de recursos para su cuidado.
Sin conocer aún del proyecto de rescate, José Enciso consideró que sería importante invertirle al inmueble para preservarlo, ya que su grandeza es tal que en ella se nombraron los capitanes y grados militares para la expedición conquistadora de Nueva Vizcaya, encabezada por Francisco de Ibarra.
Aunque también dijo que si la autoridad no conoce el patrimonio histórico y los episodios “grandiosos, emocionantes o terribles” que ocurrieron en San Pantaleón, no estará motivada a cuidarla. Quizás no sabe el INAH, porque generalmente “son hasta pesados y latosos” en la conservación de ese tipo de patrimonios, agregó.
Carlos Augusto Torres insistió que la delegación a su cargo junto con el Colmich y el Centro de Patrimonio Unesco actualizan un diagnóstico de conservación de la parroquia, para que en este 2015 se implementen estrategias de restauración.
Reconoció el deterioro del lugar y su exposición a factores permanentes de riesgo, de modo que aseguró, San Pantaleón será una prioridad del INAH y habrá acciones concretas a la segunda mitad de este año.
Hasta hace 12 años la Santa Muerte ocupaba un altar en dicha parroquia católica, pero fue expulsada por un sacerdote. Hoy en ese sitio está un Jesús Nazareno y la Santa Muerte ya tiene su propia capilla en La Noria de San Pantaleón. Ésta será motivo de la tercera y última parte del reportaje del pueblo fantasma.