La Gualdra 644 / Artes Plásticas / Literatura
Por Alejandro Pedregosa
Días antes de morir, y presintiendo la oscuridad abisal que se le venía encima, doña Reme le abrió la jaula al pájaro. Vete, le dijo, nadie te va a dar de comer cuando yo falte.
El pájaro demoró un par de horas en salir. Su primer vuelo, necesariamente torpe, fue hasta la higuera de un patio cercano. Miró el mundo desde esa altura y tuvo miedo del mundo. Luego probó la dulzura de un higo que ya reventaba y sintió fuerzas para enfrentarse al vacío.
Anduvo poco más de una semana volando de aquí para allá, pero el primer domingo de noviembre le agarró la nostalgia y regresó al patio de doña Reme. Ella ya no estaba. La jaula sí, y en su interior alguien había colocado una pasiflora cuajada cuyos brazos buscaban la luz más allá de las rejillas. El pájaro se paró un rato sobre su antigua casa y observó la planta como quien resuelve un jeroglífico. Entonces comprendió.
Saltó al aire, y buscó por los cielos del pueblo el lugar del cementerio. Estaba en una lomita achaparrada con forma de verruga. Tenía aquel cementerio algo de vergel bíblico, algo de jardín desordenado. El pájaro se detuvo en un ciprés, luego pasó a un olivo y de ahí bajó hasta las ramas pinchudas de un enebro. Y así, de árbol en árbol, de matorral en matorral, recorrió el cementerio hasta dar con una pasiflora rizosa y altiva que coronaba un montículo de tierra. Introdujo el pico diminuto y sintió el frescor de la tierra recién apelmazada. Era allí, aquel era el lugar.
Entonces se posó sobre la cruz blanca de yeso y cantó.
Y el mundo entero se hizo jaula.
*De la exposición ¿Sienten nostalgia los muertos? Los que ya no están: el peso del recuerdo, de Juan Carlos Villegas, inaugurada en el Instituto Cervantes, de Lyon, Francia el 8 de noviembre; permanecerá en exhibición hasta el 20 de diciembre de 2024.