La Gualdra 640 / Arte
¡Oh mar!, “… sin huella de palabras ni de naves, esencia sola, espuma, movimiento, distancia, a ningún mar, a ninguna medida te comparas”, cantaba Neruda. El espacio marino, significa movimiento, fluidez, destreza que, sin referentes fijos son territorio plagado de misterios, sombras y signos inciertos, colores efímeros, mareas, vientos, noches y estrellas que son –sin quererlo–, la medida de nuestra vacilación.
“Pescadores en el mar” es una de las primeras obras de Joseph Mallord William Turner. La pintura representa a un grupo de pescadores en botes pequeños, luchando contra olas poderosas y ráfagas de viento, en medio de un mar nocturno y tempestuoso, de intenso movimiento y caos. Una luna llena ilumina la escena, atiborrada de nubes negras, grises y ocres, blanqueadas por la luz que destella en las olas que ofrecen un extraño brillo, delineando así el contorno de las embarcaciones y los rostros apenas identificables de los pescadores que quizás, frente a la tormenta olvidan las palabras y los modales; pues frente a la inclemencia –arrojados a la intemperie– hay algo que nos rompe la piel, como ciega furia que corre por las venas, fluye como sangre que llora, como una posibilidad que no se olvida. Pero, esta noche persisten anhelos rezagados, no obstante la angustia que soportan, o tal vez, gracias a ella; por fin, se enciende la luz de una linterna, llamarada ciega o tal vez más atroz que la derrota, pálida esperanza o llanto que ilumina menos que la fe; y sin embargo, aunque en una simple barca, aguardas impaciente que tu lámpara de luz no se equivoque, que nunca se apague, que el viento no mate la flama, que nadie resople mientras percibes como expira el ocaso y se puebla de oscuridad el horizonte, confundido, bañado por un mar lleno de cicatrices y olvidos, sientes cómo se diluye tu alma sobre el cuerpo del mundo, cómo se hunde en el perpetuo vaivén del mar, como si ya nada importara, como si todo agonizara.
William Turner plasma, por medio de pinceladas audaces y expresivas, paisajes dramáticos, envueltos en escenarios marinos y de impetuosas tormentas, en los que además de los efectos de luz y color, se representan estados de ánimo, se reconocen emociones, se atiende a la imaginación y al inconsciente del espectador. Turner, nos transporta – a través de sus pinturas–, a otro mundo, nos lleva a interrogarnos, quién al mirar este lienzo no se ha sentido así alguna vez, como si estuviera navegando y a la deriva, como uno de los pescadores a bordo de una barca sombría e inestable como el mundo; asfixiados por tempestades, en una noche enferma y solitaria, con el ánimo estropeado, bajo un cielo feroz y en duelo eterno, cobijados apenas con la triste tristeza cómplice de unos tristes, de unos pocos, mientras que otros vigilan –de cerca o de lejos–, ajenos al tormento que desatas navegando en tu tristeza.
* Unidad Académica de Estudios de las Humanidades de la UAZ.