Retomando el tema de la escuela pía de Jerez, que abrió sus puertas antes de que terminara el siglo 18; legado de un distinguido filántropo de esa Villa, encontramos que en el establecimiento que se formó con ese legado piadoso administrado por uno de los descendientes de don Isidro Abundio, don Pantaleón de la Torre; el maestro debería admitir a todos los niños cuyos padres los enviaran sin distingo de raza o condición social. Esto no es otra cosa que un rasgo por demás democrático e incluyente, lejos del elitismo propio de esa época en donde la educación era para unos cuantos, para los hijos de los acomodados.
Además de la enseñanza de la lectura y también de la escritura de las primeras letras, como un inequívoco signo de los tiempos y del imaginario social dominante, buena parte de las actividades del maestro con los niños estaban relacionadas con las prácticas religiosas. En el legado, su benefactor establecía el horario escolar según la época y las condiciones del clima a lo largo del año. Otro rasgo era la gratuidad de la enseñanza, pues dejaría de ser una obra pía si se hubiera recurrido a cobrar alguna cantidad a los alumnos.
En una de las cláusulas del testamento de don Isidro relacionada con la escuela, fijaba como patronos al “muy ilustre cabildo”, al cura y a don Ignacio de Miranda y sus hijos varones que le sucedan, “[…] prefiriendo el mayor al menor y en caso de no tenerlos lo será el pariente varón más inmediato de dicho don Pantaleón quienes ejercerán las funciones del patronato, procurando que la elección de maestro siempre que ocurra sea en el más benemérito, a cuyo efecto siempre deberá ser electo el sujeto en quien recaiga el mayor número de votos, siendo los que deben votar los seis regidores de oficio, el párroco y el patrono.
Sobre los horarios y condiciones de vida y trabajo, la cita relacionada con el legado piadoso de don Isidro Abundio de la Torre, nos da una idea de la organización que tuvieron las escuelas, el método y la forma con la que se desempeñaban sus actividades. “Que la lectura comience en los días de enseñanza en el invierno a las siete de la mañana hasta las doce, y en la tarde desde las dos hasta las cinco; y en el verano, estío y otoño comenzará a las seis de la mañana hasta las doce y en la tarde desde las dos hasta las cinco y media, siendo la casa del maestro contigua a la de la escuela, sin que pague por ella renta alguna”.
El horario o método como se conocía en esa época, vemos que era discontinuo. Aunque no podría faltar la enseñanza de la moral cristiana o doctrina religiosa, los ramos fundamentales de la enseñanza eran los de la lectura y escritura. Cabe agregar que también se enseñaba la aritmética en el nivel de las matemáticas básicas.
Referencias:
APJ. Archivo Parroquial de Jerez.