Sin más, una nota circuló con rapidez y bastó para encender las alarmas comunicativas oficiales: Fuerzas egipcias atacan a turistas de México, mueren 2. Por supuesto, cualquier desgracia que afecte a humanos, connacionales o no, basta (o debería de bastar) para convocar a actuar, a las autoridades correspondientes y competentes. En este caso, el personaje más visible como protagonista fue nada menos que el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, quien al divulgar algo con sus twits, se expone al escrutinio que decante la noticia y hechos para saber, de bien a bien, si trató o no, si de ese modo llevó o no, agua al molino de su más bien vapuleada popularidad, al protagonizar en los medios la atención oficial a una desgracia, totalmente lamentable, como fue el hecho de que durante el fin de semana, por la tarde, en el desierto al sudoeste de Egipto, fuerzas de aquel país atacaron a un grupo de turistas, “entre los que se encuentran varios mexicanos,” con el saldo de 2 de ellos fallecidos en esa agresión y 5 hospitalizados: “en un incidente grave, cuyas circunstancias todavía no son aclaradas”, destacó la cancillería. En una serie de twits, el Presidente de México, dio la noticia de la ayuda prestada y después de las 21 horas, fijó su posición: “México condena estos hechos en contra de nuestros ciudadanos y ha exigido al gobierno de Egipto una exhaustiva investigación de lo ocurrido”. Excelente y loable desempeño a favor de nuestros connacionales y su defensa. ¿Así seguirá de contundente en las problemáticas esferas políticas nacionales y en los casos pendientes de resolver, o sólo era una maniobra para cobrar popularidad? Por supuesto, está el caso de su reunión con los padres de los desparecidos de Ayotzinapa y hay otros asuntos en los que “arriesga” su investidura y persona, y ya es momento de saber si eso sólo es actuación con fines de posicionamiento mediático, a falta de los resultados prometidos a los mexicanos, hasta por Videgaray, a quien se asocia a la venta de parte del patrimonio nacional, bajo el pretexto de las llamadas reformas estructurales, acordes al manual del neoliberalismo y cuya implantación y operación derivarían: en mejora y bienestar para la población. Sin dejar esa política sólo en la venta de activos, otrora nacionales, que antes respaldaban más un presupuesto para todos. Una corta visión política de largo plazo para bien de México, es un magro reemplazo a desechar antes de que sea demasiado tarde para poder enfrentar la tempestad que parece se avecina y no serán aliviados sus impactos, ni por el año electoral, ni sus resultados: la integración de otro sucesivo Congreso de la Unión, que al día de hoy, se centrará más en atender la disputa por suceder a Peña Nieto y menos en potenciar un desarrollo del país, generador de bien(estar) para la gran mayoría de los mexicanos. México, como país de y para los mexicanos, ya no está para sudar penas ni personales, ni ajenas, con sus políticas. Las demás propuestas del susodicho ministro, ¿son formas de hacer sudar al país, penas ajenas? Después de la apertura de Pemex, al capital privado, ¿en dónde está la alternativa, al caer los precios del petróleo? Por supuesto, Pemex, ni podía, ni puede, controlar el precio del crudo a nivel mundial, pero con una buena planeación estratégica de sus recursos nacionales como industria posibilitadora de equilibrios presupuestarios, lo podía hacer mejor antes y en bien de todos los sectores. ¿La magia del actual gabinete económico, estará en el uso o no, de tijeras? Y las necesidades insatisfechas de la gran mayoría, ¿qué? ¿Todavía vale el apotegma: que el pueblo con su pan se lo coma y con sus uñas se rasque? Es decir, ante los resultados personales, familiares y locales, a cualquier nivel, hay gente que cavila: ¿eso se obtiene por votar por el PRI? Bonito año electoral inicia.
Otros resultados ligados a las reformas, toca sufrirlos a la educación y con ella al personal académico: profesores, estudiantes y a sus proyectos institucionales, personales o de grupo académico o sectorial. Al parecer, aún no se acierta a hacer un manejo institucional de la reforma que sea funcional a los intereses de los profesores y de sus contratantes, que no son otros, sino el gobierno y sus funcionarios, quienes se deben alinear con la letra de la reforma, en cuanto a honorabilidad, profesionalidad y a hacer un manejo al que se debe exigir claridad, puntualidad, pertinencia, sin poner ni a dormir ni a sudar a los recursos, sino se les trate y apliquen con probidad. Difícil asunto, pero necesario para poder motivar a los profesores con los nichos de posibilidad existentes o a imaginar y probar, para su propia superación y mejora continua, como lo exige su cotidiana actividad académica con los alumnos o estudiantes. ■