Según la chilena Martha Harnecker (Los conceptos elementales del materialismo histórico), la ideología “…se ejerce sobre la conciencia de los explotados para hacerles aceptar como natural su condición de explotados… (pero a la vez) … se ejerce sobre los miembros de la clase dominante para permitirles ejercer como natural su explotación y su dominación”.
Indudablemente, la ideología debe entenderse en el sentido de Marx, como “falsa conciencia”, como instrumento que encubre y justifica intereses basados en la desigualdad social, donde la ciencia juega el papel contrario al analizar y poner al descubierto la verdadera estructura de las relaciones sociales encubiertas y su carácter histórico y no “natural” de esas desigualdades.
Este tipo de definiciones da para muchas reflexiones sobre temas como conciencia de clase, o lo que algunos denominan “ideología de clase”, “ideología revolucionaria” y entender, al estilo de Louis Althusser, el papel que juegan los “aparatos” encargados de crear y distribuir la ideología. También tiene implicaciones sobre temas desarrollados por Antonio Gramsci (teórico de las superestructuras) como hegemonía, consenso, etc.
Hoy lo que nos ocupa es explicar por qué en México tenemos una derecha que se caracteriza por la distorsión, mofa, burla, descontexto de hechos, montajes, parcialidad, mentira, distribución de culpas de muchos de los males por ellos mismos creados; al tiempo de que se resiste a la autocrítica y a aceptar que fueron y crearon de lo que culpan, se niega a que se hable del origen histórico de muchos de nuestros problemas, no quieren que “se hable del pasado” porque el mínimo de los análisis lleva a que son parte activa de las causas sociales de muchos males.
La historia económica del capitalismo nos ha dejado en claro que, a cada tropiezo, han surgido teorías económicas que dan nuevas salidas, así tenemos las teorías de Adams Smith, Milton Friedman o las de John Maynard Keynes, a quienes se les podría denominar ejemplos de intelectuales orgánicos al capitalismo de su época.
Pero, tras el agotamiento del patrón de crecimiento económico neoliberal, no ha surgido ningún intelectual orgánico que aporte un nuevo patrón de recuperación y crecimiento económico al capitalismo de nuestros tiempos. Naciones imperiales como Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia o Inglaterra, entre los principales, siguen apostando al uso de la fuerza política, el acoso económico y militar contra las naciones subdesarrolladas para someterlas a un neocolonialismo que les permita crecer con costo al saqueo y explotación de las naciones menos desarrolladas. Tarea que, al menos en América, cada día encuentra mayores obstáculos y fracasos.
En el caso de México, la derecha mexicana, promotora del patrón de crecimiento neoliberal (y por lo mismo una derecha entreguista, sin vocación nacionalista, antidemocrática, autoritaria y promotora de las desigualdades sociales) se ha quedado sin brújula, desde el momento mismo en que el capitalismo transnacional carece de un proyecto alternativo de recuperación y nuevo crecimiento, pues nunca ha sido vocación del capital nacional desarrollar un rumbo propio, siempre ha aspirado a ser un simple pasajero del capital transnacional, del que sólo obtiene pequeñas migajas.
Según Ludovico Silva (Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marcianos) la concepción marxista de la historia evidencia que “… las relaciones sociales más elementales y básicas son aquellas que los hombres contraen en la producción de sus medios de vida y de su vida misma, engendran en las mentes de los hombres una reproducción o expresión ideal, inmaterial, de aquellas relaciones sociales materiales…”.
Así las cosas, habría que adentrarnos a precisar la estructura actual de las relaciones en las que históricamente se inserta la derecha (expresión política) mexicana para comprender el cómo idealiza su presencia actual. Y, por tanto, el cómo esa idealización (ideología) pretende implantarse para cohesionar en torno a un proyecto agotado.
Como el espacio no me da para tanto, demos un salto y simplemente digamos que la derecha mexicana sólo encuentra como herramienta opositora el evitar la autocrítica, porque ello le significaría tener, o al menos intentar, una ruta nueva. Pero es una derecha intelectualmente tan perezosa, incapaz de innovar, tanto científica como tecnológicamente, que le resulta más cómodo acudir ante el Rey de España para que intervenga y remueva a lo que llama el “populismo mexicano” o presentar denuncias ante el nefasto Almagro, intervencionista y promotor de dictaduras, acciones similares han hecho ante el Parlamento Europeo y ante la ONU. Por eso reniegan que el presidente haga claras referencias a los antecedentes de los males que enfrenta.
Hoy en día, nuestra derecha carece de rumbo nuevo. En el supuesto de que el electorado mexicano le diera el triunfo en el 2024, no me queda duda de que optarían por regresar al pasado reciente, porque carecen del intelectual orgánico internacional, o nacional, capaz de forjar una salida nueva.