La Gualdra 380 / Opinión
La Semana Santa siempre ha sido un motivo de conmemoración en la capital del estado de Zacatecas, una tradición que desde antaño ha unido la fe de los habitantes con su vida cotidiana, por lo que en muchos lugares se recuerda al Cristo Redentor y el sacrificio que realizó para lavar los pecados del mundo. Aunado a ello, la ciudad también celebra su Festival Cultural, tradición no tan lejana en el tiempo pero que ya ha dejado algunas serias consecuencias en la sociedad: una mentalidad más abierta a la cultura del mundo.
En contraste a la vida de los municipios, donde el descuido político y la falta de desarrollo real han congelado el tiempo y generado condiciones de violencia cada vez más extremas, en la capital se ha vivido con intensidad un cambio cultural que hace olvidar por momentos el marco social que le encuadra, pues surgen cada vez más jóvenes artistas, con anhelos superiores a los que les limita esta ciudad, con talentos musicales, histriónicos, literarios y visiones culturales que han sido inspiradas por la gran variedad de espectáculos que se han realizado.
Aunque es verdad que cada administración política le ha implementado distintos tintes al festival cultural, el cual ha pasado desde el derroche de recursos con artistas internacionales de alto nivel hasta convertirse por momentos en un símil de lo que alguna vez fue el lamentablemente famoso programa dirigido por Raúl Velasco, con “artistas” superficiales y creados por los medios; aunque también es verdad que al margen de lo que suceda en la Plaza de Armas, se han evidenciado espectáculos de gran profundidad.
Así las cosas, la vida de la ciudad se enriquece aún más cuando a la par se sucede la conmemoración de la Semana Santa, parte fundamental de la vida de la capital y sus creencias, y el Festival Cultural Cultural, que permite al corazón del estado dar vida a la economía precaria del semidesierto al recibir a una gran cantidad de visitantes, ya sea como parte del espectáculo o como espectadores de los mismos.
Dista mucho de ser la ciudad que era antes de este festival, más allegada a la vida de los municipios de antaño, cuando los domingos eran para ir a misa y dar la vuelta en la Alameda, o donde un apellido era sinónimo de poder y respeto; hoy en día la capital se ha convertido en una multifacética variedad de estilos de vida y comprensión del mundo. Todo el año circulan por la calle Hidalgo tropeles de extranjeros que se sorprenden con las callejoneadas, con los cafés fundados en lugares inverosímiles, con una sociedad que cada vez más sale de la mentalidad regional y se vuelve más universal.
Las lenguas, las razas, los colores, los géneros, las ideas, los conceptos, el arte y su ejecución han convertido a esta parte del país en un mosaico riquísimo de cultura y foros de expresión, donde propios y ajenos han tratado de dialogar con miras a convertir este mundo en un lugar mejor, o al menos, en algo más soportable.