■ Inercia
Dese a que los domingos se suelen caracterizar por un halo soporífero y una monotonía milenaria, el pasado fue grato saber que el mexicano Alejandro González Iñárritu, al lado de los argentinos Nicolás Giacobone y Armando Bo, obtuvieron el premio al mejor guión en los Globos de Oro por el escrito para la película Birdman.
Es una buena noticia por varias razones, dentro de las que destacó el hecho de que se trata de escritura, y de una que tiene un grado de complejidad estética nada despreciable. Sin duda es una de las películas que destacan en la cinematografía del año pasado y de todos los tiempos. Porque una cosa es que los mexicanos estemos en boca de todos por padecer la violencia diaria y otra es que haya quienes sean alumbrados por reflectores debido a eventos de tipo artístico; sobre todo en ambientes tan superfluos como lo es el medio hollywoodense.
Queremos acción
Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia fue una de las películas más esperadas por la crítica en 2014, y aunque no estuvo mucho tiempo en cartelera causó un impacto, aunque no masivo sí hondo en el auditorio. Dentro de todo el enredo metaficcional que propone el guión, así como de la profundidad de los personajes a pesar del poco tiempo en que es narrada la trama hay que destacar una escena que me parece fundamental: aquella en la que Riggan Thomson o Birdman, interpretado magistralmente por Michael Keaton, es interpelado por su alterego superhéroe, quien se mofa del guión al decir que lo que la gente quiere ver en una película es acción “y no esta mierda filosófica”.
En el nivel receptivo del guión propuesto en este filme resultó comprobable lo expuesto por el ave que se le aparece a Thomson, pues son varios los que han visto la película y afirmado que no era lo que esperaban ver; y es que sin duda, por el principal nombre de la cinta lo que se sugiere es otra película más de superhéroes. En otro de los niveles metanarrativos de esta película, encontramos la historia de Michael Keaton, quien sin duda es reconocido como la personificación de uno de los superhéroes más icónicos de las últimas décadas: Batman. Keaton resurge de entre la muerte actoral para ser ganador del Globo de Oro como mejor actor por el papel de Riggan quien es un espejo del propio Keaton.
Sin embargo, por muy irónico que parezca, sí se trata de un superhéroe: el hombre común y cotidiano. Lo paradójico es que no estamos acostumbrados a verlo de este modo. No nos parece heroico el simple hecho de que un ser humano pueda sobrevivir el día a día con toda la carga que conlleva. Hoy en día ya no es ordinario vivir sino sobrevivir; presenciar nuevos amaneceres son aventuras que aceptamos y llevamos a la práctica cada segundo. Por infortunio, la globalización y los procesos neoliberales nos han hecho creer en la doctrina de que nada tiene valor más que el dinero o las actividades productivas… Curiosamente, éstas implican la muerte física, espiritual o emocional de uno o de los otros.
Volar sin alas
Me parece que una de las grandes virtudes de la película de Iñárritu, como lo enuncia parte del título sí es la ignorancia, pero no en el sentido común en que se le podría entender, sino en uno más positivo, pues ¡bendito aquél que no sabe que ignora! Es justo cuando Riggan se descubre ignorante (de su propia infelicidad) comienza a reconocer ciertos aspectos de mediocridad y de dolor, lo cual lo lleva a cometer extraños actos de liberación.
Si bien la cinta trata de un hombre que fue pájaro, lo que mejor narra es el proceso de reconocimiento de ese hombre ante la falta de alas. Esto es sin duda el dilema diario del hombre moderno: la idealización de la propia personalidad. Todos tenemos ambiciones y metas, y todos nos vemos realizándolas, sin embargo, al reconocernos sin los medios para lograrlas lo único que podemos sentir es una enorme frustración, misma que viene siempre acompañada de resentimiento.
De ahí que el sistema que nos gobierna trata siempre de implementar la ignorancia como arma de protección, pero no sólo para mantenerse en el poder sino también contra nosotros mismos, pues en el fondo, quizá nadie quiere darse cuenta de lo que realmente es: nadie. Y ser nadie es demasiado pesado para cualquiera pero no para un Birdman, para quien ser nadie es todo, es una lucha diaria, la más digna y valerosa, la más arriesgada.
Creo que, los guionistas de esta obra cinematográfica retratan el mundo en el que ahora vivimos de forma magistral, pues describen un ambiente que rebasa la pantalla y nos trastoca no sólo por los ojos sino a nivel de la sangre, del corazón, porque todos tenemos un poco de ese hombre fracasado que no logra renunciar la idea de “ser alguien importante”. Todos somos un superhéroe sin alas. Y sin embargo, siempre hay que puede escribir algo genial y redimirnos a todos. ■