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viernes, 6 junio, 2025
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“Esto aún no termina”: Laura Rodríguez, única mujer integrada al movimiento obrero

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Por: ALMA RÍOS •

■ El estudio del marxismo en la escuela de Economía le aclaró cómo funcionaba el sistema

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En el periodo de 1970 a 1976, durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, se ocuparon en 28 entidades del país, mil 200 predios, afectándose 17 millones de hectáreas cuyo reparto benefició a 285 mil campesinos.

En Zacatecas, una de esas entidades, es el 5 de junio de 1975 cuando se ejecuta la primera acción importante en este sentido, organizada por el Frente Popular de Zacatecas (FPZ),  que derivó en la afectación de 29 mil hectáreas  que hasta ese momento habían estado en posesión de los que se señala eran latifundistas: Jesús Sánchez, Jesús y Rubén López,  la familia Sescosse Lejeune, Sergio Cueto Cirión y otro propietario o propietarios de Trancoso.  Gobernaba entonces Fernando Pámanes Escobedo, ofrece los datos, Laura Rodríguez Cervantes.

La activista se integró al FPZ a la edad de 19 años de edad cuando cursaba la licenciatura en la entonces Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de Zacatecas y fue la única mujer, -destaca-, integrada al  Movimiento Obrero Campesino Estudiantil Revolucionario  (MOCER), considerado la vanguardia de la organización, misma que sesionaba muchas veces en forma semi clandestina a fin de discutir sus estrategias.

Durante 1974 a 1989, tiempo en que duró su participación dentro de “El Frente”, Laura Rodríguez Cervantes intervino en cinco de las que al cabo sumarían 24 invasiones de tierras realizadas por esta organización, cuyos integrantes conmemoran este 2014 sus 40 años de fundación.

Tuvo también intervención en la organización de grupos de colonos y comerciantes ambulantes, así como en trabajos de asesoría para la obtención de créditos para la producción agrícola, entre otras acciones.  

En dos ocasiones, recuerda, escapó a los intentos policiacos por aprehenderle, que sí fueron concretados en muchos casos contra otros integrantes del Frente Popular de Zacatecas.

Durante el periodo de 1972 a 1973, momento previo a la conformación del FPZ y conjuntamente con otros alumnos de la Escuela de Economía, empezó a participar, dice,  “de manera asistencial” en los incipientes asentamientos humanos que se convertirían en colonias populares como la Minera y la Lázaro Cárdenas mediante trabajos de alfabetización, apoyando a los colonos en la defensa de su derecho a la vivienda, con servicio médico gratuito, así como en las iniciativas que derivaron en la construcción de clínicas y escuelas.

Entre sus compañeros de lucha señala a Arturo Rivera Trejo, quien llegara en algún momento a ser el líder de “La Blanquita” y por ello detenido por participar en este movimiento; Salvador González Leaños, entonces dirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios de Zacatecas (FEUZ), -otra organización que encuentra sus orígenes en los años 70 del siglo pasado-;  Arturo Burnes y Regina Moya, y muchos otros “de los que empezamos a hacer ese tipo de trabajo”.

El origen de este acercamiento con la gente pobre de Zacatecas de la que entonces era la periferia de la zona urbana, tuvo su fundamento en la interiorización de lo que se denominaba “la conciencia de clase” que implicaba además, la solidaridad entre sus miembros, todo esto producto de la tesis marxista que había sido incluida mediante la modificación de los programas de estudios de la Universidad Autónoma de Zacatecas tras realizarse el Simposium de Reforma Universitaria en los años 1970-71.

Los alumnos de la UAZ como ella, habían encontrado en la explicación del funcionamiento del sistema capitalista, expuesto mediante la aportación teórica aportada a las ciencias sociales por Carlos Marx y otros pensadores, “un reconocimiento” de sí mismos como factores de la lucha de clases.

En la escuela de Economía, a la que ingresó más que por elección vocacional por las facilidades de  la gratuidad que implicaba su estudio, -a diferencia por ejemplo, de la escuela de Derecho donde tendría que invertirse en la compra de códigos y leyes, entonces de difícil acceso por cuestiones económicas-, tuvo como maestros a los que se considera irradiadores de la teoría económica y social marxista y promotores de la creación del FPZ, Jesús Pérez Cuevas y Noé Beltrán, entre otros.

“Mi familia no tenía los recursos para que nosotros estudiáramos porque era numerosa, 13 hijos. Mi papá era pintor hojalatero. Y de ahí viene ese sentimiento de clase que te lleva a apoyar a la gente más necesitada”.

El estudio del marxismo les aclaró cómo funcionaba el sistema capitalista “y entonces tú te planteas destruir a ese sistema que oprime y que no te deja ser libre. Entonces en ese sueño, en esta vía de la utopía por cambiar las condiciones materiales de existencia en las que vive la sociedad nos lleva a involucrarnos en los problemas sociales e ir generando conciencia, que era lo que pretendíamos como jóvenes universitarios que aspirábamos a vivir en una sociedad mejor para todos. Y nos involucramos con una mística de solidaridad y de servir al pueblo”.

Laura Cervantes ofrece un número de no más de una docena de nombres de mujeres involucradas como activistas universitarias en aquellos años. En su familia su intervención en las iniciativas de “El Frente” no era bien vista, pues provenía de una familia conservadora, amén de lo que implicaba para la misma la conciencia de los peligros de estas luchas.

Se padecía angustia por las amenazas, persecuciones, tiroteos y también desprestigio social proveniente del sector de la derecha, que señalaba a las mujeres frentistas como “unas locas” cuya función era “andarse acostando con los campesinos”, comenta.

Esta participación de las mujeres tenía además otras dificultades y riesgos de género, por así decirlo. Las campesinas ingresaban a las invasiones acompañadas de sus hijos menores o  embarazadas, sucedió que parieran en esos contextos o abortaran durante los desalojos tras los enfrentamientos con “las fuerzas del orden”. 

Y las universitarias se convertían  ocasionalmente en parteras para asistir a sus pares en caso de ser necesario, recuerda Laura Rodríguez de entre el anecdotario de aquellos años.

Como otros miembros de la generación de universitarios que se involucraron en las luchas campesinas y urbanas en Zacatecas en la época de los 70 y principios de los 80 del siglo pasado, Rodríguez Cervantes quedó marcada: “haber participado en ‘El Frente’ te da una visión distinta de la realidad”.

En 1988, dice, el FPZ estaba ya debilitado, en parte por el golpeteo que había sufrido desde “el aparato de Estado” que se expresó entre otras formas con la tardanza en la resolución de los expedientes agrarios y “la compra de conciencias”, otro factor fundamental fue el recrudecimiento de la represión tras el agotamiento del modelo económico del Milagro Mexicano y la conclusión del reparto agrario que vino al finalizar el sexenio de José López Portillo.

De manera interna, por la división que se había generado entre quienes ya poseían tierra y quienes no y que había desmovilizado a los primeros, la multiplicación de la orientación de las luchas ahora no sólo por la tierra sino para la consecución de créditos para la producción y compra de implementos agrícolas y las múltiples movilizaciones, así como los cambios en los intereses de los integrantes de “El Frente”.

Se introdujo también un elemento, la apertura a la vía electoral para la izquierda, el  FPZ terminó escindido, parte de sus integrantes apoyaron la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en búsqueda de la Presidencia de la República, luego en la fundación del partido del Sol Azteca;  otros se integraron al Partido del Trabajo, fundamentalmente.

Laura Rodríguez como otros, no encontró en la vía electoral la solución última a los problemas sociales aunque sí participó en la fundación del Partido de la Revolución Democrática. De alguna u otra forma ha seguido integrada a vida política del estado, la no partidaria, actualmente involucrada en un grupo de corriente de opinión denominado M-29, que fundó conjuntamente con  otros activistas en el año 2012.

“Esto aún no termina”, actualiza su postura cuando refiere que lo aprendido en los años 70 acerca del sistema capitalista, -cuya claridad entonces más llana era que “había muchos pobres y muy pocos ricos” y que se pertenecía a una clase social u otra-, sólo ha cambiado de nombre, antes era imperialismo ahora es neoliberalismo.
Ante ello subraya, es necesario unificarse desde la pluralidad “de las izquierdas” para enfrentar a este último, al ver entre otras cosas que el campo sufre otra vez un proceso de concentración en pocas manos.






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