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miércoles, 24 abril, 2024
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Austeridad neoliberal o presupuesto contra cíclico

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

El pueblo de México aguantó con disciplina la crisis de la deuda externa de 1982, así como la irracional austeridad, del todo inequitativa, con que se le enfrentó para superarla. Como consignó el propio Banco Mundial allá por 1985, resistimos un castigo mayor en consumo e ingresos que el infligido a la derrotada Alemania después de la Primera Guerra. Nos sobrepusimos a la adversidad pero ahí empezó la ruta hacia la  tragedia que hoy nos reportan el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), y que el gobierno y los ricos aceptan a regañadientes como una aproximación legítima al estado real de la sociedad, la nación y el Estado.

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Al margen de lo anterior y como si se tratara de un rito o un acto ceremonial, hace dos semanas el Banco de México (Banxico), dio a conocer sus pronósticos desfavorables sobre el crecimiento económico. Para la institución que gobernará  el doctor Carstens otros 5 años. Este año la actividad económica no podrá superar la mini tasa de 2.5 por ciento con un piso de 1.7 por ciento, cifra nefasta, apenas por encima del crecimiento demográfico. El anuncio no es sorprendente ni insólito, y desde luego nadie puede utilizarlo para señalar que la catástrofe económica esté por venir, pues en realidad, estas y otras estimaciones más bien parecen reiterar que el desastre llegó hace tiempo, y para quedarse como un estancamiento estabilizador.

La semana pasada, los pocos millonarios dueños del país aplaudieron la renuncia del gobierno a seguir con su tímida reforma impositiva y acto seguido el Presidente envió al Congreso de la Unión la nueva versión de la austeridad neoliberal impuesta al mundo por el capital financiero. Sin petróleo que subsane la incapacidad de cobrar impuestos a los ricos, no queda otra que renunciar a los mínimos de bienestar apenas mantenidos; aprestarse a no endeudarse, no obstante lo bajas que se mantienen las tasas, y reducir el nivel de gasto o su ritmo de crecimiento, con tal de cumplir con metas adoptadas para seguir siendo los mejores alumnos de un orden internacional no sólo vetusto, sino en realidad superado por la realidad.

El anunciado presupuesto base cero no corresponde a las necesidades del desarrollo nacional y sólo prueba que los gobernantes se convirtieron en rehenes de las calificadoras internacionales de deuda y crédito, y de los oligarcas insaciables que no sólo se niegan a pagar impuestos sino que ahora reclaman deducciones y prebendas como si se tratara de un secuestro total del Estado.

El presupuesto dejó de ser el espacio para determinar prioridades y preferencias de la sociedad, directamente o mediante sus representantes políticos electos. Es un simulacro y poco más: una ventanilla para diputados abusados que bajan recursos para su pueblo o su jefe; una tramoya para que los grandes y medianos intereses corporativos y empresariales busquen acomodo sin que los compromisos republicanos se interpongan. Lo único que nos resta es insistir, parafraseando a Rolando Cordera: sin movilidad social ni crecimiento a la altura de los reclamos básicos de la sociedad y su demografía, no podrá haber país cohesionado ni Estado poseedor de la legitimidad mínima necesaria para capear el temporal interminable de una crisis que se globaliza y nos afecta a todos.

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