Gran parte de nuestra época, lo experimentado como continuidad, es la permanencia de la crisis en los más inimaginables ámbitos de la sociedad, ya sea a nivel micro o macro, la existencia del individuo o del conglomerado social se ve impactado, o mejor formulada la idea, se ven atravesados por situaciones evanescentes o de invasión de tiempo no medible que desestructuran a los organismos que sufren la crisis como imposibilidad de equilibrio y reorganización cuyo horizonte puede definirse como estabilidad y capacidad de decidir y ejecutar planes a mediano plazo.
En esta misma idea se ven afectadas de igual forma las instituciones, fundamentalmente las educativas, en tanto que son espacios contingentes y “naturales” de encuentros de prácticas de regulación y de normatividad de los individuos constituidos como iguales en la desigualdad, la referencia de cada individuo es su función que se le asigna desde la perspectiva del modelo que reproduce el imaginario-simbólico de lo social hegemónico, de ahí que las instituciones educativas sean reproductoras de la crisis, sin saberlo pero lo hacen. y buscan legitimar el estado de cosas determinadas por el fracaso que es la fórmula que garantiza el éxito del Estado como custodio del capital.
Existe la creencia de suponer la ineficacia del Estado frente a las estructuras educativas, sin embargo la reforma educativa y los conflictos que de ella se derivan en sus diversas formas y alcances están determinados por el límite ubicado en el espacio político del monopolio de la fuerza, sea a través de la violencia directa o por medio de la anulación del sujeto en tanto no es portador del nexo social por excelencia, el dinero por no recibir salario.
Ante esta creencia que tiene un alto costo social, para los que viven en el desorden que legitima el absurdo sistema crítico que demanda inestabilidad, para generar procesos de estructuración y de ubicuidad de zonas de administración sociodemográficas, en las que los eventos disruptivos son anticipados y “reordenados”.
En el siglo 21 vemos como la fe mueve a las naciones y a los individuos a crear futuros imposibles de realizar, ya que el curso de las acciones para darle direccionalidad al objetivo deseado están articuladas y amalgamadas en un poder menor del que poseen los que buscan acceso al futuro. En cuestión de la temporalidad de los deseos la fe juega un papel decisivo pero no produce el efecto deseado, así el anhelo se trastoca por buscar en el espacio de lo posible un agente que le dé materialidad a la idea encarnada, y ya desde Hegel la idea es el Estado.
Querer resolver el problema de la Universidad Autónoma de Zacatecas obliga a quienes lo intenten hacerlo, a establecer una articulación deliberada con el Estado en la deriva de sus múltiples instituciones, y sobre todo con aquella que le permita a la Institución educativa poder ser, obtener el suficiente capital-dinero para aplicarlo en el proceso de rehabilitación de los esquemas básicos que permiten poner en marcha a la Universidad como proyecto e imago del deseo, creencia y fe de los universitarios, con sus diferencias abismales o mínimas.
Es importante para los universitarios que entendamos que la UAZ es una zona sociodemográfica cuyo acontecer está delineado desde el afuera, es decir, donde se asigna el capital-dinero presupuestalmente o la aceptación de una institución bancaria que le da credibilidad a la Universidad como agente de tránsito de capital-dinero estatal y privado más intereses.
Así las cosas, los procesos que vemos actualmente y que atraviesan a la UAZ son expresión de la crisis estructural en la que permanece el capitalismo como forma de vida y de existencia, cuya dinámica se da en un proceso de producción y reproducción de la riqueza burguesa que hace posible la existencia de la cultura universitaria necesaria para nutrir el espacio de las creencias, la fe y el pensar libre que le es caro al deseo del capital, pero necesario para generar utopías. ■
*Docente-Investigador de la Universidad Autónoma de Zacatecas