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miércoles, 24 abril, 2024
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El cambio climático en México. Una perspectiva ecosocialista (Tercera y última parte)

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

Esta serie compartida con los lectores de La Jornada Zacatecas, ha tratado de exponer un sinnúmero de escenarios posibles frente a las consecuencias del cambio climático. Desafortunadamente, todos los caminos aquí comentados y recorridos por empresas y gobiernos, nos conducen irremediablemente al espectáculo de un México seco, contaminado y caluroso.

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Lo que sucede en nuestro país, no es, sin embargo, un acontecimiento aislado del contexto internacional. Las políticas del Banco Mundial y de los organismos financieros, defienden inflexiblemente una economía basada en la extracción y utilización de combustibles fósiles, ceñida a su estrategia mundial para imponer su visión a las naciones dependientes. Los llamados de la ONU queriendo detener el desastre, resultan entonces insuficientes y hasta artificiales cuando la tendencia en el planeta es hacia el ecocidio.

Los gobiernos (incluido el de México) que mansamente acompañan la ruta trazada por las empresas transnacionales, no serán los promotores del cambio que necesita la defensa del medio ambiente. Una vez más, serán los pueblos amenazados por la depredación ecológica, quienes puedan obligar a los grandes países industrializados -principales responsables del calentamiento global- a reducir urgentemente hasta un 40% sus emisiones contaminantes.

Esa tan solo sería una medida inicial para ganar tiempo y lograr que la naturaleza se recupere en parte de los daños causados. La acción de pueblos, tarde o temprano, obligará a los países altamente industrializados a compensar y pagar la deuda ecológica y climática contraída con los países colonizados a los que han saqueado y contaminado por siglos. Las naciones dependientes, tienen por tanto todo el derecho histórico y moral, de declarar en sus países la moratoria o el no pago de la deuda externa, (la que en realidad ya se ha pagado varias veces), para recuperar la soberanía nacional y disponer de recursos para introducir la racionalidad ambiental.

Dar la batalla contra el Acuerdo Transpacífico en curso e impulsar la lucha contra la contaminación industrial, son sin duda dos de los retos más urgentes. Tendrán que objetarse las empresas que destruyen los ecosistemas, despilfarran energía, que contaminan y producen mercancías tóxicas. De no corregir, deberán ser expropiadas y ponerlas a producir bajo la lógica de la racionalidad ambiental que solo los obreros pueden llevar a cabo.

Otras medidas son igualmente urgentes: Reconvertir la industria automovilística, la extractiva… Sustituir el uso del automóvil particular por un sistema de transporte público colectivo, ecoeficiente y gratuito. Sustituir el sistema energético actual basado en combustibles fósiles, por uno sustentado en energías limpias (eólica, solar…)

Así mismo, tendrán que combatirse las campañas seudo-científicas y la doble cara  de los gobiernos, que niegan en el proceso en curso del cambio climático, sus posibilidades catastróficas; que encubren la responsabilidad de los países imperialistas por el desastre ecológico y que ofrecen la peligrosa salida de la tecnociencia (agrocombustibles, geoingeniería, energía nuclear, almacenamiento de carbono, transgénicos, etc.)

Como se dijo, esto no lo podrán impulsar gobiernos ni políticos al servicio del capital. La esperanza está en los pueblos, en las comunidades, los grupos, la clase obrera, los movimientos, las organizaciones político-sociales comprometidas, en todos aquellos que hoy desafían al sistema y que quieren cambiar precisamente el sistema y no solo el clima. En aquellos que se movilizan contra la privatización y la mercantilización de los bienes comunes, del agua, la tierra, los bosques, los ríos, los recursos naturales, etc., porque es justamente ahí, donde se encuentran las fuentes de energías alternativas que hoy se requieren: viento, sol y agua.

Víctor Toledo, en su artículo de La Jornada, habla de frentes en los que hay que dar la batalla para detener el proyecto de muerte y destrucción: 1) extracción minera; 2) extracción de petróleo, gas, carbón y uranio; 3) proyectos termoeléctricos; 4) proyectos megaturísticos privados; 5) urbanización desbocada; 6) cultivos transgénicos (maíz, soya y algodón); 7) contaminación por residuos tóxicos industriales y urbanos; 8) destrucción de bosques, selvas, matorrales y otras formas de vegetación…

Cono puede apreciarse, son muchos los frentes y contamos con poco tiempo para detener el naufragio. Incorporar a nuestra lucha la Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra aquí resumida, nos fortalecerá al ampliar nuestra perspectiva con la certeza de que una vez más nos asiste la razón:

  1. a) Derecho a la vida y a existir;
  2. b) Derecho a ser respetada;
  3. c) Derecho a la regeneración de su biocapacidad y continuación de sus ciclos y procesos vitales libre de alteraciones humanas;
  4. d) Derecho a mantener su identidad e integridad como seres diferenciados, auto-regulados e interrelacionados;
  5. e) Derecho al agua como fuente de vida;
  6. f) Derecho al aire limpio;
  7. g) Derecho a la salud integral;
  8. h) Derecho a estar libre de la contaminación y polución, de desechos tóxicos y radioactivos;
  9. i) Derecho a no ser alterada genéticamente y modificada en su estructura amenazando su integridad o funcionamiento vital y saludable;
  10. j) Derecho a una restauración plena y pronta por las violaciones a los derechos reconocidos en esta declaración causados por las actividades humanas…. ■

 

Fuente: Andrés Lund  / Partido Revolucionario de las y los Trabajadores                          Víctor Toledo  / [email protected]

 

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