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miércoles, 24 abril, 2024
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■ Filosofía

El ensayo como viaje y experimentación

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Por: SIGIFREDO ESQUIVEL MARÍN •

La Gualdra 530 / Filosofía / Ensayo / Aniversario 11

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De niño gustaba pasear por el campo y hablar con árboles y animales. Sentía que el viento y los pájaros me susurraban mensajes secretos y que la mirada de las salamandras me expresaba algún presagio ineluctable. También me inquietaba el movimiento, casi imperceptible, de estrellas en el firmamento en alguna noche translúcida. ¿Por qué rememorar todo esto? Porque mi amiga Jánea Estrada me ha solicitado que escriba acerca del pensamiento filosófico. ¿Y acaso no es el despliegue de las vivencias más profundas e íntimas el juego creador que cifra y descifra el ensayismo como literatura de ideas? Agradecido por la invitación comparto algunas imágenes e intuiciones en torno al ensayo literario como espacio de crítica, reflexión e invención. 

Entre la ciencia y el arte, el ensayo ensaya, tantea, se aproxima a una divagación personal e íntima que pone en escena ideas, tesis e hipótesis que despliegan un diálogo ético, estético y político con uno mismo y con los demás en un mundo específico. La estética ensayística es un arte de mixturas e impurezas. Escritura híbrida que conjuga lo artístico y literario con lo extra-literario. Y justo para mí el ensayo literario constituye una escritura que rememora –también conmemora– la infancia del pensamiento; claro está, imposible no recordar a Fernando Pessoa y Jean-François Lyotard quienes ya habían anticipado dicha idea. 

El ejercicio meditabundo del ensayo despliega y encarna, da cuerpo, corpus y tejido, a una escritura que asume la invención del sí mismo como trama narrativa autobiográfica. En todo ensayo se bosqueja un retrato hablado del autor, lo ha dicho con claridad meridiana Michel de Montaigne, su progenitor en su obra maestra: Essais. Empero, la inventiva ensayística al tener como punto de partida y de llegada la reflexión crítica quizá por eso sea también reflexión dialógica, pues no hay crítica sin una alteridad que nos retrotrae al presente como presencia plena y plural. En Hispanoamérica, el espacio literario ensayístico despliega el arte del pensamiento intelectual, se trata de una filosofía portátil en tiempos apurados de indigencia extrema, ¿acaso haya otro tiempo?

En todo caso, pensar para la América Latina quizá sea un arte de estricta sobrevivencia para intentar abrir un claro de luz y de lucidez en medio de la jungla sin sentido. Aunque tengo la ligera sospecha de que toda la filosofía contemporánea no sea otra cosa que un arte de aproximaciones frágiles y provisionales. Empero el ensayismo hispanoamericano, desde su gestación, ha tenido muy clara la conciencia de finitud, precariedad, fragmentación y fecha de caducidad. Ensayar avizora un pensamiento en su acto de procreación múltiple y multiplicada. 

Ahora, en la etapa adulta, contemplo la noche y la naturaleza, el murmullo de árboles y viento ya no me dicen nada. El silencio deviene mutismo si no es mediante un ingente esfuerzo de apertura a la meditación. Absorto en mis pensamientos, el firmamento, poblado de estrellas, lo encuentro despoblado de sentido, tanto como mi propia existencia. El sinsentido del mundo se me vela y revela como el único motivo por el que realmente vale la pena escribir: crear un poco de sentido sintiente sensitivo y sensorial. Quizá la infancia del pensamiento sea el auténtico pensamiento de infancia, un pensamiento seminal e inaugural. Y ensayar no sea sino el intento desmedido e inhumano de retrotraer nuestra existencia a su apertura primigenia: ensayo luego insisto y resisto. Es un acto de resistencia en estado puro. Por eso ahora la escritura deviene un cofre que atesora la infinita noche estrellada.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_530_

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