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Editorial Gualdreño 565

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Ignacio López Tarso

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“Festejo mis 98 años, con muchas ganas de vivir”, decía Ignacio López Tarso en su muro de Facebook apenas el 15 de enero de este año. Don Ignacio no pudo cumplir ese sueño de llegar al centenario, murió el sábado 11 de marzo “en paz y contento. Rodeado de su familia, y del cariño de todos ustedes”,[i] como lo consignaron sus familiares en el mismo muro. La noticia del fallecimiento de López Tarso llegó a pocos días de la primavera, casi un año antes de que, quien es considerado uno de los actores más importantes de nuestro país, cumpliera 75 años de haber incursionado en las artes escénicas.

Sus estudios de teatro iniciaron en 1949, en la  Academia de Arte Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes; como estudiante tuvo su primer papel en una obra de William Shakespeare, El sueño de una noche de verano; a lo largo de su carrera  llegó a participar en cerca de 70 de puestas en escena, entre ellas recordamos especialmente -por su complejidad interpretativa- las del dramaturgo inglés, como Macbeth, Otelo, El Rey Lear,  La tempestad, entre muchas otras.

En esta última, La tempestad,  interpretó al personaje de “Próspero, el Duque legítimo de Milán”, en la que dice casi al final: “Te veo preocupado, hijo mío, y como abatido. Recobra el ánimo. Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya te dije, eran espíritus y se han disuelto en el aire, en aire leve, y, cual obra sin cimientos de esta fantasía, las torres con sus nubes, los regios palacios, los templos solemnes, el inmenso mundo y cuantos los herede, todo se disipará e, igual que se ha esfumado mi etérea función, no quedará ni polvo. Somos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra breve vida culmina en un dormir”. Habría que haberlo visto, cuando en 2012, a la edad de 87 años, don Ignacio pronunciaba esta última frase en la que hablaba de la finitud de la vida y de su brevedad.

En todo caso, la vida le compensó con muchos años a este gran actor quien actúo también en cine, radio y televisión y, además -quién sabe por qué motivos- incursionó en la política. Don Ignacio grabó ocho discos con corridos de la Revolución Mexicana, ésos eran para él los verdaderos corridos, negando siempre cualquier clase de atributo artístico a los que ahora engrandecen a ese tipo de antihéroes contemporáneos.

En el cine, López Tarso nos legó estupendas actuaciones en más de 50 películas… digo 50 películas y 100 obras de teatro y no puedo dejar de sorprenderme; no sólo porque una sola persona tuvo la capacidad de memorizar cada uno de esos papeles, sino porque además, lo hizo siempre con un tremendo profesionalismo y talento, mucho talento. El sábado, mientras recibíamos la noticia de su fallecimiento, hubo muchas personas que recordaron su interpetación de Macario, en la película del mismo nombre -una adaptación de Roberto Gavaldón de la novela de Bruno Traven- estrenada en junio de 1960, en la que aparecieron frases como esta: “Cuando nacemos ya tenemos nuestra muerte escondida en el hígado, o en el estómago, o acá, en el corazón, que algún día va a pararse”; a mí me vinieron a la mente también películas como El profeta Mimí (1973), en donde interpreta a Ángel Peñafiel, un asesino serial que recorre las calles de su ciudad matando prostitutas; o El hombre de papel (1963), en la que interpreta el papel de Adán, un hombre mudo que se dedica a recolectar cartón en el basurero; o Nazarín (1959), dirigida por Luis Buñuel, en la que hace de el Sacrílego… Así podría seguir, porque en todas las películas que participó, por más pequeño que fuera el papel que interpretara tenía la capacidad de hacerlo memorable.

El domingo 12 de marzo, en su honor, se llevó a cabo un muy merecido homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes, en la CDMX; don Ignacio López Tarso pasará a la posteridad como un actor reconocido y querido en vida, será justo recordarlo como un personaje clave de la historia de las artes escénicas de nuestro país; y que siguió trabajando hasta el final de sus días, tratando de robarle tiempo a la muerte, la que no perdona, la que siempre ha de llegar por más escondida que la traigamos al nacer. Que descanse en paz.

 

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_565

 

[i] https://www.facebook.com/IgnacioLopezTarsoActor

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