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martes, 16 abril, 2024
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Consumos culturales ¿Se puede medir la cultura? ¿Para qué? [Primera parte]

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Por: MARÍA DEL CARMEN REYES GARCÍA •

La Gualdra 280 / Gestión Cultural

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La cultura resulta ser un tema complejo, por su belleza, necesidad, omnipresencia, polisemia. ¿Es inmensurable?, se dice que lo que no se puede medir no se puede gestionar o no existe, y lamentablemente se vive en tiempos donde se exige que los resultados sean tangibles y cuantificables, sobre todo para la asignación de recursos, sin contemplar que los beneficios del acceso a la cultura son visibles a largo plazo, visibles en sociedades con menor índice delictivo, con un ambiente más saludable, con mejor índice de educación, básicamente en el bienestar social, tan así que la UNESCO en 2010 estableció que fuera contemplado como el 4º pilar del Desarrollo Sostenible, además de la economía, medio ambiente y la equidad social.

Cualquier institución pública debe de establecer un diálogo constante con la sociedad a la que dirige sus esfuerzos, para gobernar, gestionar, administrar y/o decidir conforme a una realidad social. Frecuentemente sucede que las decisiones se toman sin el sustento de un proyecto, lo que implicaría el análisis previo en torno a una problemática, fijar objetivos, metodología, plan de contingencia, una justificación y algo que pocas veces se contempla: los indicadores. ¿Cómo saber si las acciones tomadas son pertinentes? ¿Cómo saber si están obteniendo resultados favorables? ¿Cómo saber qué temas priorizar? ¿Cómo saber qué estrategias continuar o cuáles modificar?

Los indicadores serían la manera ideal de conocer si las instituciones públicas administran conforme a una realidad social. Sería un ejercicio de diálogo, donde además de hacer, se deben establecer los canales adecuados para la comunicación y/o difusión y saber si las acciones tomadas han llegado a la sociedad y cómo las ha tomado. Hacer, comunicar y escuchar.

FullSizeRenderLamentablemente como mexicanos presenciamos constantemente una especie de solipsismo institucional es decir, que pareciera imposible conocer algo más allá de la realidad de la propia institución, con disposiciones verticales y sin transversalidad. Si bien se nos presentan las acciones que se llevarán a cabo, lo cierto es que pocas veces se habla del estado de la cuestión -¿dónde estamos ubicados?-, generalmente existe una inercia burocrática donde destaca quien hace solamente su trabajo “como se debe hacer”, donde los funcionarios sólo se ajustan a “lo que siempre se ha hecho”, y ante las fallas la única justificación es decir que “no es fácil”.

En cuanto al impacto de la emisión cultural, para intentar tener un registro cuantificable se hacen las encuestas de consumo cultural, la ENCUUM del INEGI y el SIC de la ahora Secretaría de Cultura trabajan con el fin de saber cuántos zacatecanos, por ejemplo, están interesados en el tema de “lo cultural” o cuántos compran libros o asisten a eventos musicales, etc., dividido por rangos de sexo, edad, escolaridad, percepción económica. Lo cierto es que sería imposible cuantificar el acceso a “lo cultural” como forma de vida, pero resultan útiles para tener referentes y poder gestionar más allá de la inercia administrativa. Para usarlos hay que tener en cuenta su metodología y tomárselos con reservas, pero se pueden contemplar como una superficie reflectante que brinda alguna noción respecto al impacto de las políticas públicas en torno a la cultura. Y no debería argüirse su falta de actualización para simplemente ignorarlos, pues eso sería precisamente otra muestra del solipsismo institucional.

Lo cierto es que el acceso a la cultura, pese a ser un derecho, se vive como algo opcional y susceptible al recorte presupuestal, desafortunadamente en el mejor de los casos hemos oído que “es un gasto que vale la pena”. Porque muchas de las veces los involucrados de alguna manera en su gestión no han sabido presentar de manera contundente los argumentos para poner a la cultura en el nivel del acceso a la salud o la educación, ¡la cultura no es un gasto! Es una necesidad y el gobierno mexicano se ha comprometido internacionalmente a propiciar que el acceso a la emisión cultural sea garantizado.

Es a partir del análisis de los indicadores, que se puede brindar luz sobre el consumo cultural de la sociedad, detectar problemáticas y proponer soluciones. Asimismo, determinar nuevas metodologías para obtener mejores indicadores. Ambos procesos requieren una actualización constante y son preocupación internacional. Involucrémonos en análisis sustentados en parámetros lo más objetivos posibles, vayamos más allá de nuestra zona de confort, miremos más allá de nuestro círculo de consumo endogámico de lo cultural. Es verdad, hay oferta cultural, hay museos, teatro, talleres, exposiciones, conciertos, presentaciones de libros… pero ¿quién asiste? ¿Quién consume la cultura?

No se puede, ni se debe responsabilizar del todo a la sociedad por su consumo, no podemos rasgarnos las vestiduras por la música que escuchan o la que no, o porque no aprovechan, no valoran, no les gusta. Como involucrados de alguna manera con “lo cultural” debemos preguntarnos ¿por qué? Y plantear soluciones. La sociedad cambia constantemente y las formas de conectar con ella deben hacerlo. La pregunta final sería ¿el papel de las instancias de lo cultural es cumplir metas fijadas o mostrar que la cultura es un regenerador del tejido social?

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_280

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