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domingo, 5 mayo, 2024
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El camino al postneoliberalismo: pensar la ruta de la izquierda

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • admin-zenda • Admin •

La batalla contra el neoliberalismo significa, primero, tener un diagnóstico bien hecho sobre lo que ocurre ahora mismo en nuestro país, el cual no ayude a imaginar alguna ruta de salida. Una clave es entender que los fracasos de las políticas exhibidos por la persistencia de los grandes problemas públicos no se debe sólo a errores (factores cognitivos) o a malos manejos (factores morales), sino a la posición deliberada de clase de los asaltantes del Estado: poderes facticos que usan al Estado para sacar ventajas absolutas apropiándose de la conducción política para después apropiarse de la riqueza nacional. Lo cual queda en evidencia en la forma en cómo se ha generado la desigualdad extrema en México. Así las cosas, el objetivo es recuperar el Estado para equilibrar su función. Una manera de hacerlo es dando la pelea por crear fórmulas de Gobernanza en los diferentes niveles del Estado, dando prioridad en este momento a los gobiernos locales. Para ello, debe superarse la idea de que mejorar a los gobiernos es aplicar las formulas de la Nueva Gerencia Pública, porque estas son connaturales al neoliberalismo. Lo cual explicamos a continuación. Y al final, haremos la sugerencia de salida.

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La entrada de la Nueva Gestión Pública es contemporánea del ingreso neoliberal en la escena mundial, porque comparten motivos. Esto es, participan de condiciones comunes. Después de una experiencia de 30 años de Estados de Bienestar en Europa y Estados Unidos (New Deal) posteriores a la segunda guerra mundial y hasta los inicios de la década de los setenta, ocurre un crack en los esquemas del keynesianismo que guiaba su política económica y los formatos de la administración tradicional que los acompañaban. El evento clave que provocó el crack que originó la NGP es la estanflación de 1973 que desplazó a Keynes de la escena económica e hizo surgir la mirada neoliberal, y junto a esta proceso, se detonaron exigencias de eficiencia estatal que suscitó la NGP.  Y esto último, claro está, terminó por desprestigiar a la administración pública tradicional.

La estanflación es inflación con estancamiento o desempleo. Recordemos que para Keynes la inflación y el desempleo son dos polos opuestos y no pueden coincidir. El aumento de precios y el desempleo suponen condiciones exactamente contrarias. Me explico. La actividad económica de un país se resume en la Demanda Global (la cual también se usa para calcular el PIB). La Demanda Global se constituye por la demanda de bienes de consumo (C), de bienes de inversión (I), del gasto público (G), y las exportaciones (Ex).

[DG=C+I+G+Ex ]

Para crear empleo, Keynes recomienda que hay que subir la Demanda Global, y para ello necesita bajar impuestos (=estimular consumo), disminuir los tipos de interés (=aumento de la inversión), elevar el gasto público y disminuir el tipo cambiario para estimular las exportaciones. Y para controlar la subida de precios o la inflación es lo contrario: subir los impuestos, el tipo de interés y el tipo de cambio y disminuir el gasto público. Es decir, se supone que los precios altos son producto de una demanda excesiva, y por tanto, todas estas medidas son para reducir la demanda global.

Como podemos observar, desempleo e inflación se contraponen en este esquema. Sin embargo, a partir del ’73 se presentó inflación con desempleo. Luego entonces los modelos keynesianos poco ayudaban. Sin embargo, debemos aceptar que el aumento de inflación no fue por movimientos de la demanda global, sino por una causa fuera de ella: el aumento de los precios de los energéticos (el petróleo) y, con ello, la subida generalizada de los costos de producción de todos los productos. El petróleo pasó de 2 a 35 dólares el barril. Así las cosas, los economistas introdujeron recetas para control de precios y los costos de producción sin importar la contraparte del empleo. Y para ello, se diseñaron políticas restrictivas en torno al manejo monetario y la disminución del gasto público. El objetivo de disminuir el gasto público junto a las restricciones fiscales y monetarias es coherente con el sueño neoliberal del Estado Mínimo y de dejar que el mercado se equilibre por sí mismo. Al mismo tiempo, se culpa a los rasgos del Estado obeso de la ineficacia de las políticas públicas: “las ineficiencias de los gobiernos se atribuyeron a defectos organizativos u operativos de la Administración Pública (AP) y que se señalaran como críticos varios campos de la gestión administrativa, tales como el manejo financiero, el control interno del gasto, los procesos de prestación de servicios(…) la explicación que imputaba con todos adjetivos negativos que se usaron para describirlo: autoritario, patrimonialista, populista, prebendario, clientelar” (Aguilar Villanueva). La reforma administrativa se planteó desde la necesaria reestructuración de financiera que organizaba el Estado para el resto de la economía. La pregunta es, ¿por qué no se planteó la reforma fiscal que elevara los ingresos del Estado que implicaba cobrar impuestos a los grandes capitales? Esa será una cuestión esencial. La eficiencia se vio a través de medidas como las que se aplicaron en México a partir de 1983 con el Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE) con Miguel de la Madrid: venta de empresas públicas o paraestatales y recortes sistemáticos del gasto.

Así las cosas, debemos pasar a esquemas no sólo post-burocráticos de gobierno, sino post-gubernamentales de política pública. Me temo que para generalizar estas nuevas estructuras deberemos pasar por un periodo temporal y de transición de ascenso populista. Después de esto, se podrá construir una nueva institucionalidad post-neoliberal. ■

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