■ Inercia
Sí, otra vez, los zacatecanos salieron con su domingo siete en la contienda electoral. De los cuatro distritos disputados, los cuatro fueron ganancia para el PRI. Sí, ese partido del que todos se quejan, ése que abandera a nuestro gobernador, sí, ese gobernador al que todo mundo reprocha ineptitud y gastos innecesarios.
Hasta donde se sabe, esta vez no fueron necesarias despensas, vales o tarjetas con dinero electrónico. Al parecer todo fue de buena voluntad. Gente que por convicción propia fue a votar por el tricolor… Y por otro lado, el inmenso porcentaje de abstención es abrumador. Más de la mitad de la población zacatecana no fue a ejercer el voto.
Ambas perspectivas son complementarias: siempre hay uno que vota por el viejo régimen mientras que hay 10 que no creen en nada. Desde luego siempre gana el que vota. El que no hace nada, obtiene nada.
Disco rayado
Los analistas, articulistas y cualquiera que se sienta con poder para opinar al respecto, van a coincidir en la incongruencia de nuestro pueblo, en el cual, pese a los altos índices de pobreza y con la violencia que persiste, también perdura la dependencia a un gobierno que mantiene todo igual.
Muchos ciudadanos creen que, por no votar, están haciendo algo diferente. La cruda realidad es que su abstención es parte de la misma inercia. Contribuyen también a que todo se quede igual de inmóvil que siempre.
Y todos seguimos sonando como discos rayados. Aquí y allá, de este lado de la hoja, de aquél lado de la televisión o sobre el atril. Todos seguimos con nuestra misma cantaleta. Echándonos la bolita; creyendo que eso nos exonera. Y no, nada nos redime de esta situación. Es real y contundente y la tenemos que presenciar todos los días.
Todos estamos hartos. Y ¿qué se hace ante tal cansancio? Lo natural es descansar. Y definitivamente a nuestro Estado le hace falta sentarse a reposar de tanto golpe que ha recibido, de tanta injusticia y corrupción. Pero que no se entienda el descanso como un estado de inacción. Al contrario, de lo que tenemos que descansar es de la dejadez. Eso sólo es posible mediante la iniciativa de todos para realmente hacer algo.
Cierto es que, entre tanto partido político, realmente ninguno es una opción favorable. En todos existe, en menor o mayor medida, todavía mucho de las prácticas priístas, en todos hay elementos que entorpecen una buena función política, gente de quien desconfiar. Por eso es importante recordar que, el voto no es el único medio por el cual se puede ejercer la democracia. Es sólo uno, y no es el más importante. La democracia se lleva a cabo todos los días, con nuestra participación activa en todas las decisiones sociales.
Ejercer la democracia
Sin embargo, ante una población aletargada, están de más las palabras de aliento, o los intentos de hacer conciencia social. Uno puede proponer y aclarar ciertos puntos, pero a la gente, en general, parece importarle más otras cosas.
Los domingos son días en que la mayoría de las personas en México van a misa, ven el fútbol o se dedican a hibernar frente al televisor. Son días inertes. Y esas costumbres fueron perceptibles de manera absoluta el pasado 7 de junio. Ir a la iglesia, ver un partido de soccer o películas, son actividades que no requieren mayor esfuerzo; no exigen de sus espectadores la mínima energía. Y al público mexicano, no le gusta hacer nada.
Todo lo que se hace en este país tiene que ver con una tremenda flojera ante la vida, con no hacer nada, con mantener las cosas como están. No nos gusta mover ni un dedo. Y ¿se nos puede culpar por eso? Si en las ocasiones que se ha luchado por algo, son las mismas que la represión y la muerte ha imperado.
Es desolador el presente mexicano, lleno de asesinatos, desapariciones… Nadie cree en nada ni en nadie. En todas partes la gente se pelea por tonterías. Hay desunión, hay enojo. Y es comprensible. No obstante, tampoco deberíamos asumir que es algo inamovible.
¿Cuál sería entonces una solución ante tan negro panorama? ¿Salir con machetes a luchar contra el gobierno? ¿Hacer quema de boletas electorales y declararnos un Estado anárquico? ¿Hacer manifestaciones masivas y despojar del poder a los corruptos? En una buena película eso ocurriría. En la realidad, los cambios suelen darse de formas menos radicales y más lentas.
Los derrocamientos de regímenes, los cambios sociales, las revoluciones verdaderas no se dan por la vía de un impulso violento, sino que se premeditan y se llevan su tiempo en madurar. Salir a exigir justicia no es garantía de que se obtenga. Lo que sí ayuda es cambiar los paradigmas, el pensamiento, las costumbres. Los grandes cambios empiezan por cambios pequeños; puede ser desde dejar de lado los hábitos pasivos como lo son el hipnotismo televisivo o eclesiástico, comenzar por cuestionar todo, por querer entender todo, por no sólo salir a votar o abstenerse, sino en hacer valer nuestra ciudadanía cada minuto, en creer que somos personas democráticas. ■