En cinco años, la sobreexplotación del acuífero de Calera ha generado un hundimiento en el terreno (conocido como subsidencia) de casi medio metro que es perceptible a través de baches bruscos en tramos carreteros, como el que conecta con Aguascalientes, expuso Judith Mauricio en el Segundo Ciclo de Conferencias y Talleres en el marco del Día Mundial del Agua, organizado ayer por la Unidad Académica de Ingeniería I de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ).
Además, el sismo del 7 de agosto de 2024, con epicentro en Calera, coincidió con una subsidencia adicional de 8 centímetros en la misma zona, documentó la investigadora por medio de imágenes satelitales antes y después del evento sísmico.
Puntualizó que la diferencia entre un sismo tectónico y uno causado por actividades humanas es que el primero se distingue por ondas más largas y duraciones mayores mientras que los segundos suelen ser más breves y localizados.
Destacó además que actualmente solo hay seis sismógrafos en Zacatecas y Guadalupe, lo cual limita la detección de sismos de baja magnitud en otras zonas del estado, como Calera, donde se han registrado fenómenos que requieren monitoreo más preciso.
Zacatecas depende del agua que no vemos, del agua subterránea que extraemos sin notar, expuso la investigadora señalando que el 70% del agua utilizada proviene de acuíferos, mientras que solo 15% proviene de ríos y arroyos y otro 15% de presas.
El acuífero de Calera abarca 2 mil 226 km² (2 mil más que la Ciudad de México) y está compuesto por rocas ígneas, sedimentarias y volcánicas. En 2024 albergaba mil 417 pozos y 680 norias activas, con un déficit de 67 millones 260 mil 740 metros cúbicos de agua, es decir, se extrae mucho más de lo que se recarga.
Al hablar sobre mecánica del hundimiento, la universitaria explicó que en rocas blandas y porosas como la toba o los materiales aluviales la pérdida de agua reduce la presión interna, lo que facilita la compresión del terreno y el colapso del espacio poroso.
También influyen las condiciones geológicas de la zona, especialmente la falla normal Calera-Madero, que atraviesa el acuífero y presenta movimientos verticales y horizontales que generan fracturas. A esto se suma la actividad minera, que en Zacatecas aplica el método de corte y relleno que puede acelerar la subsidencia.
Los hundimientos más pronunciados coinciden con los pozos de mayor volumen concesionado, tanto agrícolas como industriales.
Por ejemplo, en Calera, dos pozos industriales con concesiones de 675 mil 600 y 835 mil 626 metros cúbicos anuales, y un gasto de hasta 85 m³/s, registraron 10 cm de subsidencia en 2024, asentados sobre rocas como andesita y toba.
También hay subsidencia de hasta 10 cm en pozos agrícolas de El Pardillo, Víctor Rosales y Concepción de Rivera, todos sobre formaciones rocosas como caliza, esquisto y arenisca, que tienen menor resistencia a la compresión.
Para llegar a estos resultados se empleó la técnica DinSAR comparando imágenes satelitales del Sentinel-1 antes y después de un evento, descargadas desde plataformas gratuitas y procesadas con el software SNAP. Esta herramienta detecta deformaciones milimétricas del terreno.
Entre las recomendaciones presentadas, la investigadora destacó la necesidad de implementar proyectos de recarga artificial, consistentes en la inyección controlada de agua tratada al subsuelo. Esta medida puede contribuir a estabilizar el acuífero, restaurar los niveles de agua subterránea y prevenir nuevas fracturas.
Lo anterior fue expuesto después de subrayar que México se encuentra entre los países con mayor estrés hídrico del mundo y que Zacatecas, dentro del país, figura entre las regiones con menor disponibilidad de agua por habitante.