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viernes, 29 marzo, 2024
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¿Cómo podemos solidarizarnos con las protestas de los migrantes contra las deportaciones masivas?

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Por: RICARDO BERMEO • Araceli Rodarte •

Las deportaciones masivas de inmigrantes en EUA, como sabemos, se han incrementado de forma significativa, en lo que va del año fiscal actual (2014), son ya cerca de 170,000 personas deportadas, (en el año fiscal de 2013, se deportaron a 368.644 inmigrantes indocumentados,  mientras que en los tres años fiscales anteriores las cifras de deportados fueron,  409.849 personas en 2012, 396.906 en 2011 y 392.000 en el ejercicio 2010). Según las estadísticas dadas a conocer por Angélica Salas, directora ejecutiva de la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes de Los Ángeles (Chirla), se calcula que en el mandato de Obama, se alcanzaron ya los 2 millones de deportados.

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Por este motivo se multiplican las protestas, no sólo las de los inmigrantes, sino la de una gama mucho más amplia de sectores afectados directamente por la crisis –efectiva, y sin fondo a la vista-  que vive EU, por razones directamente ligadas  a la gestión de la crisis sistémica global, y al modo en que los costos de la “salida” a la misma, han sido transferidas, tanto hacia el pueblo estadunidense, como hacia el resto del mundo. Utilizando para ello un poder que se encuentra ya visiblemente erosionado, tanto, que vivimos un relanzamiento de una “nueva guerra fría” (Ucrania, Venezuela, Medio Oriente, Mar de China, etc.) dan testimonio fiel de esa feroz disputa. De ahí, que la ola de protestas, continué sucediéndose, en muy distintos frentes (salud, educación, hasta convergencias como los movimientos Occupy, y, también las de los inmigrantes, especialmente -los indocumentados- tan duramente castigados durante la administración de Obama.

Una respuesta que ya conocemos, en diversas latitudes, es que políticamente, esa salida a la crisis, se gestione, creando un chivo expiatorio, en esta caso los inmigrantes indocumentados, convertidos, no sólo por la extrema derecha, en los culpables de toda una serie de desordenes, empezando por la falta de de empleos –y, por ende, del desempleo mismo-, hasta problemas vinculados a la creciente inseguridad.

Estas cifras,  corroboran –de diversas maneras- el diagnóstico del veterano politólogo Sheldon S. Wolin, uno de los máximos exponentes de la democracia participativa, , especialmente de su tesis  sobre la deriva del régimen político norteamericano, hacia un  “totalitarismo al revés” (presentada en, Democracia SA), mediante la combinación de una “democracia dirigida”, y lo que Wolin denomina “Superpotencia” (complejo militar-industrial). Un capitalismo corporativo, donde la concentración de la riqueza alcanza proporciones mayúsculas, especialmente con la financiarización de la economía.  Incrementado hasta niveles injustos y cada menos tolerables, las desigualdades sociales, que niegan  -en los hechos-, toda la larga historia de luchas y combates (a  nivel interno, en el propio EU), por parte de esa corriente más o menos visible -y/o subterránea-, (que ahora mismo, es reinventada en múltiples movimientos)  donde el poder del demos (pueblo) conseguiría, pagando un precio social altísimo, conquistar derechos políticos, civiles, sociales, económicos. En suma, una herencia democrática (liberal) acumulada a través de la democracia contestaría (contested democracy), herencia que se ha convertido en un blanco a destruir, por las actuales políticas. En el contexto de una disputa, geopolítica, para ser -o dejar de ser- la principal potencia a escala planetaria. Todo ello, es “visible” –para quienes no comulgan, con  la versión fabricada mediáticamente.

Por estas razones, entre otras, tendríamos que plantearnos qué tipo de apoyo efectivo, solidario, podemos brindar a nuestros connacionales, tanto a los que han iniciado una huelga de hambre (ayuno) en Washington D.C., como a las diversas  protestas contra las deportaciones masivas, que han iniciado, los propios inmigrantes y  quienes les apoyan. Nuestro solidaridad, debe concretarse, no solo dando a conocer entre toda la población mexicana, y zacatecana, los resultados –las tragedias familiares, y personales- de una política tan despiadada. Podemos también, sumarnos a las campañas de protesta, dirigidas a exigir al gobierno norteamericano frenar las deportaciones, (incluso periódicos como el New York Times, ha pedido ponerle fin a esa política, sistemáticamente, violatoria de los derechos humanos).  Haciendo llegar, a quienes han iniciado las protestas, y a la sociedad civil norteamericana, noticias, que desde este otro lado, demuestren que un sector de la sociedad civil organizada mexicana, apoya resueltamente, el diseño e implementación de soluciones justas, a un problema –complejo- cuya hoja de ruta exigiría, también, el  replanteamiento de una relación asimétrica  -tan desigual- en la que el pueblo de México, obligado a emigrar por una crisis iniciada desde la década de los años 80, es quién sigue llevando la peor parte.  Finalmente, solidarizándonos, de manera práctica con quienes sufren en carne propia esas deportaciones, exigiendo políticas públicas efectivas, y organizándonos  -juntos- para construir plataformas que den soporte material, simbólico (ético y político) efectivo a las personas y familias deportadas. Sabiendo que todo esto, no significa nada, si no se concreta. ■

 

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