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lunes, 21 abril, 2025
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Día Internacional contra la Corrupción

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Cada 9 de diciembre se conmemora el Día Internacional contra la Corrupción y, de acuerdo con la ONU, el planeta se enfrenta a múltiples desafíos, tragedias, desigualdades e injusticias, y muchas de ellas están vinculadas a la corrupción. Según la ONU, tenemos actualmente 1.900 millones de jóvenes en el mundo, por lo que la lucha contra la corrupción es vital para el futuro de casi una cuarta parte de la población mundial. En este sentido, para este periodo 2024-2025 la campaña se centra en el papel que desempeña la juventud como defensora de la integridad, sensibilizando sobre la corrupción y sus repercusiones en sus comunidades, de tal suerte, las y los jóvenes se involucrarán activamente en debates, compartirán sus experiencias y propondrán soluciones innovadoras para combatir la corrupción. Se pretende amplificar las voces de los dirigentes de la integridad del mañana, permitiéndoles expresar sus preocupaciones y aspiraciones, con la esperanza de que sus llamamientos sean escuchados y se actúe en consecuencia; de acuerdo con la ONU, construir un mundo justo y un planeta sostenible solo es posible si la corrupción no se interpone en el camino. Desde mi perspectiva, la corrupción constituye un fenómeno social que vulnera derechos humanos fundamentales y que, gracias a ese pesado lastre, se restringen por generaciones completas condenando a muchos individuos a vivir y morir en pobreza, desempleo, marginación, desesperanza y olvido. La corrupción, en gran medida, nace y se desarrolla principalmente en la Administración Pública y se extiende hacia los rincones más oscuros donde está presente la actividad humana. Las madres de la corrupción son la pobreza, la ausencia de valores y la cultura de corrupción que se hereda entre la clase política. Los mensajes subliminales de los beneficios de la corrupción se envían por cientos y, hay algunos ilusos que incluso, prefieren hacer de su proyecto de vida un escenario corrupto a caminar por la senda del bien. El dinero fácil y las bondades inmediatas de la corrupción son predicadas con los malos ejemplos de quienes han tenido la oportunidad de contribuir a la superación de los grandes retos económicos, sociales, culturales y ambientales de la población y que, con el propósito de satisfacer sus propias necesidades, se olvidan o son indiferentes al dolor y a las necesidades de la gente. La corrupción se traduce en una insultante manifestación de desprecio hacia los demás, incluso de aquellos que confiaron en un mejor mañana y emitieron su voto, ya sea razonado, condicionado o siendo objeto de engaños. En Zacatecas y en México, padecemos las consecuencias de los últimos gobiernos priistas tanto a nivel federal como a nivel estatal que, gracias a la impunidad, se cuelgan de nuevos puestos que más que ofrecimiento laboral se antojan protección y blindaje ante posibles denuncias que se atoran más que un mojón en tiempos de tunas. En el ámbito global se dice que cada año se paga un billón de dólares en sobornos y se calcula que se roban 2.6 billones de dólares anuales a través de la corrupción, lo cual, representa más del 5% del producto interno bruto mundial. Lo anterior, se complica tratándose de países en desarrollo donde la cantidad de dinero que se pierde, representa diez veces más a los recursos destinados a la asistencia oficial para el desarrollo, tal como sucede en México y concretamente en Zacatecas, donde las administraciones de Miguel Alonso y Alejandro Tello han complicado la vida de miles de zacatecanos que vieron pasar un sexenio y un quinquenio deslucidos, fallidos, grises y perdidos en pocas palabras. Así las cosas, hace algunos años tuve la oportunidad de participar en un examen profesional de la Maestría en Docencia e Investigación Jurídicas, donde la Lic. Gabriela Berenice Acevedo Pereida presentó una tesis que denominó: Impacto de la Corrupción Administrativa en el Desarrollo Social de Zacatecas en la que puntualizó que de acuerdo con Claudio Lomnitz, la palabra corrupción deriva del latín corromperé, que significa romper juntos y, efectivamente, la clase política ha quebrado las aspiraciones de la población de una posible mejora en su calidad de vida, por lo que podemos comprender a la corrupción, de acuerdo con Berenice Acevedo, desde una categoría moral cuyo significado se asemeja con los conceptos de alteración y  putrefacción, incluso, diversos analistas han utilizado el término para describir aspectos de la vida moderna que ellos encuentran repugnantes. Stephen D. Morris define a la corrupción como el uso ilegitimo del poder público para el beneficio privado, o bien, como todo uso ilegal o no ético de la actividad gubernamental como resultado de consideraciones en beneficio personal o político. ¡Contra la corrupción, ni un paso atrás!

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Álvaro García Hernández

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